MúSICA> INSTITUTO MEXICANO DEL SONIDO EN BUENOS AIRES
Con cuatro discos y una relación de toda la vida con la música –a los 16 años empezó a trabajar en una discográfica–, Camilo Lara lidera Instituto Mexicano del Sonido, grupo de un solo integrante, con invitados para el vivo, que mestiza cumbia, rock y electrónica, además de inspirarse en autores como Rulfo, Cortázar o Bolaño. IMDS presenta en Buenos Aires Político, un disco que, como de costumbre, referencia la literatura y la vida en el otro gran país del Norte.
› Por Martín Pérez
Como en el cuento más famoso de Augusto Monterroso, cuando Camilo Lara despertó, las cintas todavía seguían ahí. Lo que no sabía era si había o no logrado registrar en ellas lo que había intentado grabar una y otra vez la noche anterior. Pero cuando apretó play se dio cuenta de que tanto tequila había servido para algo: acompañado sólo por una banda de mariachis, toda la gloria de su borrachera se podía percibir en una increíble versión de la “Bitter Sweet Symphony” de The Verve, convenientemente traducida. “Siempre había pensado que era la canción ideal para una borrachera, y por fin tuve la prueba de que no estaba equivocado”, se ríe Camilo, quien asegura que nunca pensó que los Rolling Stones –que detentan los derechos de esa canción– le dejarían editar semejante versión. Pero dieron su aprobación. Por eso su “Sinfonía agridulce” suena en Soy sauce, su tercer disco como Instituto Mexicano del Sonido, el grupo de una sola persona con que Camilo lleva una relación de toda la vida con la música hacia el plano más personal. “Trabajo en una discográfica desde los 16 años. Siempre pasé más tiempo ahí que en mi casa”, confiesa quien llegó a ser vicepresidente de EMI México, antes de renunciar para armar su propio sello y dedicarle más tiempo a su grupo. Previo a su debut porteño con Instituto Mexicano del Sonido –cuyos integrantes siempre van variando, el jueves tocará en el Recoleta acompañado por un baterista y un bajista–, Camilo asegura lamentar haberse demorado tanto en tocar en una tierra de la que siempre se ha sentido tan cercano. “Ojalá puedan estar todos mis amigos”, explica. “Sólo puedo anticipar que el show que estamos haciendo es un soundstyle bien mexicano, algo así como una mezcla entre una fiesta sonidera y un showman punky. Eso sí: todo diseñado genéticamente para bailar.”
Apasionado por la música, al punto de tener una colección de discos que lo excede tanto que no se puede librar de ella, aun cuando no hace más que repetir que ya no la quiere, Camilo Lara siempre ha sido una de las personas más generosas e informadas de la última generación de protagonistas del mundo musical mexicano. Su agenda es tan amplia y llega tan lejos, que en sus discos siempre ha participado toda clase de invitados. Para el primero, el envolvente Méjico Máxico (2005), utilizó más que nada su pasión por Esquivel y la fascinación por Juan Rulfo. Para el segundo, Piñata (2007), en el que empezó a orientarse para la canción, llamó a su amigo Holger Beier (Le Hammond Infierno) para producirlo, y pasaron a visitarlo Chris Frantz (Talking Heads), Quique Rangel (Café Tacuba) y Adrián Dargelos de Babasónicos, entre otros. Si el debut había compilado grabaciones acumuladas a través de los años y el segundo sonaba más conciso, para el tercero, el admirable Soy sauce (2009), supo doblar la apuesta, repitiendo con Beier en la producción, y AdRock de los Beastie Boys como uno de los tantos invitados. “Para los cumbieros no hago cumbia, para los rockeros no hago rock, y para los electrónicos no hago electrónica”, explica siempre Camilo, cuya música siempre genera reacciones como las que despierta su versión mariachi del tema de The Verve. Primero sorpresa, luego aceptación, finalmente entusiasmo. “Lo que hago es lo que he venido escuchando toda mi vida”, aclara. “Me gustaría hacer música electrónica muy cerebral y muy estilo alemán, pero me termina saliendo cumbia y cosas que me han rondado en mi vida. No discrimino, devoro música y procuro que el resultado termine siendo música como perro de la calle, que tenga una oreja de un color y un ojo de otro.”
A fines del año pasado, Camilo cuenta que despertó en su casa de la comuna Roma del DF escuchando las aspas de dos helicópteros justo encima de su techo. Cuando salió a la puerta para ver qué pasaba, se encontró con un despliegue policial equivalente al hallazgo descubierto en la casa lindera a la suya: cuatro toneladas de explosivo plástico, con el que unos somalíes planeaban atentar contra la Embajada de los Estados Unidos. “Los temas que empecé a hacer a partir de entonces hablaban mucho de caos, destrucción y nitroglicerina”, explica. El resultado fue Político, el flamante cuarto disco de Instituto Mexicano del Sonido, en el que canta “verde de mota, blanco de coca, rojo tu sangre / estado fallido campeón”, desde el estribillo de “México”, el primer simple. “El principal problema de México es que somos 100 millones de habitantes, y la mitad es pobre. Y después, que 30 millones vivimos en el DF, que es la ciudad más segura del país. Entonces es muy fácil estar preocupados sólo por las elecciones, como pasa ahora. Y pensar que la violencia es un problema del próximo gobierno...” Además de los discos, Camilo –que desde hace años está escribiendo una novela, llamada tentativamente Mails a mí mismo– también es fanático de los libros, y si su primer disco tuvo a Rulfo como referente, para Piñata fue el turno de Bolaño, y el juguetón Soy sauce –un título que se puede leer tanto en inglés como en castellano, pero con significados ciertamente disímiles; en inglés es “salsa de soja”– fue una suerte de homenaje a Cortázar. “Político tiene como autor de cabecera a otro de mis ídolos literarios: Thomas Pynchon. Porque éste es un tiempo en el que retomé ciertas ideas anarquistas, una ideología que me interesó de adolescente, pero la abandoné porque pensaba que no iba a llevarme a ningún lado. Pero hoy creo que tiene más sentido que nunca.”
Si el desfile de invitados había sido una constante en los discos de IMS, para Político todo cambió. No hay ni uno. Pero eso no significa que estuviesen secas las pilas de todos los timbres que siempre supo apretar, nada de eso. “El único invitado era Money Mark, pero finalmente quedó afuera. Habíamos pensado en hacer algo con Tim Amstrong, de Rancid, pero no tuvo tiempo. Así que cuando quise darme cuenta, tenía el disco listo y no hacía falta agregar a nadie.” Mientras prepara un libro sobre la nueva cumbia latinoamericana, o confirma que la violencia ha silenciado la movida de Monterrey (“Se acabó la música en los bares, pero ahora sucede en Internet, y ya aparecieron sellos como Vale Vergas Discos o artistas como Juan Cicerol”), Camilo explica que para Político también cambió un poco el estilo de sus samplers, ya que decidió dejar de lado conscientemente la cumbia. “Es que donde iba sonaba cumbia, así que para este disco me dediqué más a samplear discos de garage psicodélico latinoamericano.” Pero a no asustarse, porque su música, por suerte, sigue sonando igual. Con un poco de esa cumbia que no aceptan los cumbieros, de ese rock que niegan los rockeros y de esa electrónica que no es electrónica. Como grita Camilo antes de que suenen los mariachis de su “Sinfonía agridulce”: “¡Échele maestro!”. Y entonces que empiece genéticamente el baile.
Instituto Mexicano del Sonido se presenta el jueves 7 en el Centro Cultural Recoleta, como parte del Festival Ciudad Emergente. A las 21. Gratis.
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