CINE > FEDERICO PERETTI, DIRECTOR Y GUIONISTA DE EL OTRO FúTBOL
Lo que empezó como curiosidad se convirtió en apasionada obsesión: durante cinco años, Federico Peretti recorrió más de quinientos partidos en todo el país en canchas sin pasto, entre montañas heladas, tribunas raleadas y abuelas que hacen colectas, con un solo objetivo: registrar en fotos y video el mundo del fútbol en esas categorías donde sólo se juega y se alienta por amor. Ahora estrena El otro fútbol, un viaje increíble lleno de perlas, diálogos e imágenes de un planeta redondo, pero sin sponsors.
› Por Angel Berlanga
Dos caballos pastan en la cancha del Inter de Nonogasta, y no se ven tribunas. Detrás de un arco, cinco tipos abrigan las manos en los bolsillos mientras miran un partido en Tornquist. “Laverrap, tu lavadero: los jugadores transpiran la camiseta, nosotros hacemos el resto”, anuncia un altavoz en el estadio de Deportivo Laferrere. Diego Colombo, árbitro de Primera C y taxista, y Carlos Gabutti, capitán de Kimberley de Mar del Plata y colectivero. La arenga del capitán del Club Atlético Puerto Comercial de Ingeniero White, protagonista de la Liga del Sur, una de las más antiguas del país: “Si nosotros dormimos, la vamos a pagar caro; si entramos concentrados como el otro día, seguramente vamos a andar bien”, dice en el vestuario, y el equipo estalla: “¡Vamos, vamos, vamos!”. No hay una brizna de pasto en el Estadio Unico de La Quiaca y es un lujo el césped sintético y la iluminación artificial en el estadio de Ushuaia: la aspereza puede tener distintas temperaturas y superficies, pero ninguna parece ser obstáculo para seguir jugando. Las manos en los alambrados, las canciones, los bombos y las banderas, las puteadas de las tribunas, los rituales de las previas de norte a sur y de este a oeste: durante tres años, Federico Peretti recorrió el país, asistió a decenas de partidos y grabó más de trescientas horas para componer El otro fútbol, un documental que a través de una galería de estampas, retratos, escenarios y personajes, arma el mural apasionado del fútbol del Ascenso en la Argentina.
“Siempre fui un enfermo del fútbol”, dice de arranque Peretti, y el diagnóstico irá haciéndose irrefutable a medida que hable. Un tipo que, de un viaje a la Antártida, cuenta que jugó un picadito allá, contra unos españoles que bajaron de un barco y enseguida siguieron viaje. De chico supo que no podría dedicarse a jugar –“soy pésimo”, exagera– y entonces fantaseaba con ser periodista deportivo, con llevar a su abuelo a ver un Mundial. Como un terciario a secas le parecía poco, se metió en Comunicación Social, desde ahí derivó a Letras y de ahí a los cortos de cine, y luego a editar o dirigir publicidades. Pasó el tiempo; hasta que un día, en un andén, mientras esperaba el subte, vio en un quiosco la tapa de la revista Ascenso. “Y es como que se me vino toda esa cosa de la infancia –se ilumina–. Cada tanto iba a ver algún partido, con amigos, pero siempre desde la tribuna, no estaba metido. Era por entonces un medio muy austero, muy hecho por amor al arte; mandé un correo proponiéndoles sacar fotos y me ofrecieron hacer crónicas; acepté, pero yo sacaba y les mandaba igual, y con el correr de los partidos les insistí, hasta que se engancharon. Como no tenía credencial ni nada, para entrar a las canchas tenía que ir como dos horas antes, convencer primero al de entrada y luego al árbitro, y así acceder al campo. Fue en esos tiempos libres antes de que arrancaran los partidos que empecé a pensar que todo lo que me interesaba, lo que no conocía, estaba fuera del juego en sí. La cancha vacía, la gente en las tribunas, las instalaciones. Me gustaban más esas fotos que las de los tipos festejando los goles.”
Antes de documental, El otro fútbol fue un libro de fotos que Peretti publicó a fines del año pasado. Y es que salvo el marco, o que el jugador sea algo menos atlético, las fotos de festejos en el Ascenso son similares a las de Primera, según dice. “Me interesaba mucho más charlar con la gente –sigue–. En el primer partido al que fui, en cancha de Liniers, la señora que me vendió el banderín del club me decía que estaban juntando plata para pintar una tribuna, que el hijo estaba en la Comisión Directiva. Hay canchas que no se pintan desde hace 35 años. Bueno, pasa también que soy melancólico en general, en mi vida. Y es fantástico cómo, en muchos casos, más allá de la falta de recursos, los clubes siguen en pie. Yo sabía que estaba esta especie de bandera de ‘Somos del Ascenso’, pero no imaginé que esa combatividad y esa pertenencia fuera tan fuerte, incluso en clubes muy chiquitos.” A Peretti le llamó la atención, también, que sobre todo en las ligas locales se juegue por las puras ganas de jugar, algo que no es tan evidente en el ámbito metropolitano, porque ahí late todavía la esperanza de dar el salto al Nacional B, y de ahí a la Primera. “En la tele te muestran siempre al jugador ‘que trabaja de barrendero y se sacrifica, lo que tiene que hacer para llegar a jugar el fin de semana, que se levanta muy temprano y va a entrenar cansado’ –explica–, pero me fui dando cuenta, sobre todo con los viajes, de que es al revés: ese tipo labura, como laburo yo, y luego se da el gran placer de jugar.”
Cuenta Peretti que le costó “encontrarle la onda” al proyecto, porque al principio, justamente, arrancó por el lado del sacrificio y se encontraba con las desmentidas: tipos que laburaban de albañiles y que estaban felices de jugar los fines de semana para Huracán de Corrientes. “Tuve que vencer mis propios prejuicios y me liberé de esta cosa porteña de tratar de sacar algo jugoso cuando vas a otro lado –explica–. Porque lo que estaba haciendo podía resultar vistoso, pero no era real, y yo quería que una persona que ve el Ascenso al ver esto diga: ‘Ah, me representa’. Pasé a trabajar con una cámara más chica, que pasara lo más desapercibida posible. Yo había ido ‘a buscar la cosa rara’ y dije no, cambio: me voy a quedar quieto con la cámara y que pase lo que pase, aunque sea más trabajoso y lleve más tiempo. Traté de reflejar este mundo que conocí y me maravilló por ser así, justamente, y no por intervenirlo. No sé si viste Atlas, en Fox Sports: en el primer programa te mostraban al peor club del mundo, un club hecho pelota. Después dejaron de viajar en micro escolar y andaban en Chevallier, les llevaron mediáticos para que les den charlas técnicas, empezaron a usar Nike en los entrenamientos. Bueno, lo pintoresco era lo otro, cuando perdían siempre y la gente iba igual. Ahora, aunque nunca ascendieron, lo transformaron en el mejor equipo de la divisional. Como show funciona, pero eso fue intervenido, y aunque los jugadores estén más cómodos, perdió el encanto. Será simpático, pero lo lindo era cómo se las rebuscaban antes. Me ha tocado verlos de visitantes en otras canchas y los reputean, como si hubieran vendido el alma al diablo: ‘Estos se vendieron y encima todavía no ganaron nada’. Así piensan de ellos. Como si hubieran traicionado algo.”
Entretiempo en el Estadio Unico de La Quiaca. Dr. Jorge Uro pierde 1 a 0 y sus jugadores van hacia el descanso, que es en el mismo banco de suplentes.
–Cuarenta años tiene, boludo; vos tenés 16, ¿cómo te puede ganar?
–¡Vos has perdido todas las bolas!
–¡Qué perdí! Ni una bola perdí...
–¡Eh, shhhh! –les gritan desde afuera–. Mellizo, deberías darte cuenta, puteás todo el partido. Están puteando los dos, no han jugado un pingo.
–Cuarenta años, tiene, te está ganando un viejo. ¿Cómo te puede ganar? Ni cagando...
Cambio de plano: entretiempo en Ushuaia. General Güemes pierde 6 a 1. En el banco de suplentes los jugadores lucen abatidos, cabizbajos. Sólo uno va y viene por el borde de la cancha, las manos en la cintura, en jarra. Todo es silencio. Hasta que éste dice:
–¿Cómo puede ser que once contra once nos hagan seis goles en un tiempo, boludo? ¿Cómo puede ser?
Se va, tres pasos, vuelve.
–Hay pelotas, boludo, que se pierden porque... Van sin convicción, boludo, ya saben que van a enganchar, boludo, porque, no sé, tienen miedo de encarar... Hay que poner huevo, viejo; que nos hagan los goles, pero luchemos las pelotas, boludo... Mirando, mirando: todas nos anticipan, boludo. Todas.
La cámara de Peretti pesca muchas de estas escenas, esencias puras de El otro fútbol. Es una apuesta estética del documental: la cámara como instrumento de pesca, atenta y paciente, con la convicción de que algo bello y/o significativo caerá en la red. Una cámara que no sigue a la pelota, que prefiere centrarse en la expectativa de una tribuna, en el trabajo del utilero de Atlanta, en el viaje en colectivo de Claypole para jugar el clásico contra Burzaco, en el relator de la C que se desgañita para una FM y transmite a la intemperie (“¡Cambielá, Bibanco, cambielá, Bibanco!”), en un técnico que anuncia el equipo a sus jugadores un rato antes de salir a la cancha, en la canción eufórica de Los Cuervos del Fin del Mundo, campeones de la liga ushuaiense 2010/2011: “¡Señores yo soy de cuervo desde la cuna / que vamo a salir campeones no tengo duda / Con un poco más de huevo, la vuelta vamos a dar / y todos de la cabeza vamo a quedar! ¡Dale, dale cueeeerr, dale, dale cueerrrr!”. También van apareciendo algunos personajes: tres jugadores de Pioneros, por ejemplo, el equipo de presos y guardiacárceles del penal de Campana que ganó la liga local y accedió al Argentino C, donde perdió todos los partidos que jugó; o el pastor Bireni, que orienta espiritualmente a Barracas Bolívar –Jesús te ama–, y consigue en lo anímico mejores resultados que en lo futbolístico; o Daniel Bazán Vera, goleador de Almirante Brown, que anda entre el cielo y el infierno en la tarde en que su equipo se juega el ascenso.
“Todos piensan que en estos partidos siempre se cagan a tiros, y no es así, hay muchísimo prejuicio –dice Peretti–. En los últimos cuatro o cinco años debo haber visto quinientos partidos, y sólo en dos o tres vi incidentes. Y eso que los operativos son un desastre. En alguna cancha me han pegado, confundiéndome con que estaba trabajando para la contra, pero no es como te lo muestran en la tele, no es tan grave, ni ves una violencia latente. Sí, están los barras, pero a eso elegí no mostrarlo. Por ahí venía alguno que me veía enfocando a un nenito con una bandera, ponele, y me decía: ‘¡Eh!, ¿qué estás filmando?’. Bueno, les explicaba: algunos me pedían que no enfoque la tribuna y entendían, pero otros me apuraban. Me molesta mucho la influencia de las barras en el fútbol. Así que, bueno, a propósito no les quise dar lugar. Esta no es una película de hinchadas, aunque hay un pequeño clip y aparecen algunas.”
Con el trabajo y la experiencia en los clubes del área metropolitana presentó, junto a Fernando Prieto (uno de los directores de la revista Ascenso, productor y entrevistador del documental), un pedido de subsidio al Incaa, y eso les permitió recorrer clubes y ligas de todo el país. “Al principio fue una excusa, porque los dos somos bastante fanáticos y queríamos conocer cómo era eso –dice Peretti–. Fue espectacular poder ver cómo juegan al fútbol por las provincias. Era lindo imaginarse cómo jugarían en Ushuaia, por ejemplo. Y de un lado te contagiaban para ir a otro: ‘¿No conocieron la cancha de Chilecito, que está al lado de las montañas?’. Terminamos poniendo plata de nuestro bolsillo para seguir yendo a sitios. Hay una imagen de ahí, de Chilecito, con unos veinte tipos en la tribuna, veinte con toda la furia, y los tipos la estaban pasando espectacular, con esas cañitas que tiraban. Me parece mucho mejor eso que veinte bengalas en una tribuna de acá, y tirándoles piedras a los jugadores.”
“Doy gracias a mi diablo por poder estar acá esta tarde, por poder contar algún día, ya anciano, a mis nietos y a sus amiguitos, que aquella tarde de 2011 estuve en el Monumental.” Es el relato de Matías Bárzola, de la cordobesa Radio Sucesos, y pertenece a aquella jornada de gloria para Belgrano de Córdoba y de amargura extrema para River y para Peretti, que en ese momento lloraba desconsolado en medio de la cancha. Ya afiliado a Argra, Peretti trabajaba entonces haciendo fotos de los partidos de su equipo, así que lo vivió ahí, en pleno derrumbe. “Dudé en poner esto en la película, porque claramente River está muy lejos de la liga B de La Quiaca –cuenta Peretti–. También hacía cortocircuito con el nombre del documental, El otro fútbol. Pero bueno, yo quería mostrar, también, lo que uno no se imagina del fútbol. ¿Quién se hubiera esperado ese descenso?. Así que conseguí el audio ése, que cuenta desde el lado de Belgrano. Durante el partido, mientras estaba ahí, pensaba: ‘Si desciende, tiene que ir a la película, porque si hacemos un recorte de tres años en el Ascenso, esto tiene que estar’. Al menos tenía que grabarlo, y después vería si lo ponía o no. Tardé en volver a ese material, porque pensé que mi fanatismo me había impedido ser profesional, estaba como shockeado en la cancha. Y cuando lo encaré para editarlo, vi que tenía 40 minutos grabados: ni me acordaba de qué había hecho. Fue un momento muy duro, pero terminó el partido y estaban los de Belgrano festejando, y fui y puse el trípode en mitad de la cancha y los grabé.”
Dice Peretti que con el descenso se hizo mucho más de River. “Menos de los jugadores y de los dirigentes, de lo que te muestra la tele, y más de la cancha, del pedazo de butaca –especifica–. Pasé a darme cuenta de un sentimiento que quizá me acerque más a la gente del Ascenso en estas cosas. Hay muchos que en River rompieron todo y les importa un pito, porque perdieron negocios y se ponen mal; con ésos no me puedo identificar ni de cerca. Los de Excursionistas, por ejemplo, no salieron campeón en cien años, y los tipos siguen siendo hinchas igual. El sentimiento va más allá de si ganás o perdés, tiene que ver con cierto tipo de pertenencia. La cosa no pasa por el sitio desde el que yo había chicaneado antes a mis amigos de Racing y San Lorenzo; los de Boca me cargan, y sí: nos fuimos a la B. ¿Y qué? Te juro que cuando River descendió, pensé que el mundo se acababa, que ya nada podía ser igual. Y aunque sufrí y todo, el de la B fue el torneo que más me entusiasmó. En el anterior veía de cerca a los jugadores, estábamos por descender... ¡y se cagaban de risa! Algo me cambió ahí: estamos alentando a estos muertos, y para ellos es un trabajo. No están jugando, es un trabajo. Me parece válido: el problema es que la gente le traspase su sentimiento a un tipo que está trabajando. En paralelo, en todo el ascenso veía que los tipos jugaban, realmente, con ganas. Lo esencial del fútbol para mí, entonces, pasó a ser una cosa ajena al resultado. Y eso, me parece, queda reflejado en la película.”
El otro fútbol, la película, se estrena el jueves que viene.
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