Dom 05.08.2012
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CINE > EL SOL, EL APOCALIPSIS ARGENTINO DE AYAR BLASCO

Bajo este sol tremendo

› Por Alfredo García

No sabemos bien qué corno pasó en Canadá, Albania, Bélgica o Ecuador. Lo que es seguro es que en un momento la humanidad se llenó de muy malas vibraciones, al extremo de que casi todo el mundo empezó a utilizar el lenguaje adulto, marcadamente profano, que suele caracterizar al Dr. Tangalanga. Ahí todo el mundo se fue a la, digamos, “tal por cual”, cosa tan nefasta como para provocar un escenario apocalíptico peor que el de El planeta de los simios o Mad Max, especialmente porque este film no solo es de animación, sino de muy bajo presupuesto.

Encima, tiene un director, guionista y factótum totalmente cartoonesco, empezando por su nombre de pila, Ayar. Ayar Blasco, talentoso animador argentino, creció en lugares perdidos de la jungla amazónica y si bien sus experiencias selváticas las sigue reservando para alguna autobiografía futura, lo que está claro es que su experiencia de vida potenció al máximo su creatividad.

No hay otro modo de explicar series de cortos como los del Niño malcriado, o las porquerías desquiciadas de su site chimiboga.com. Ni mucho menos su estrategia para promocionar su primer film de larga duración en solitario (antes hizo Mercano el marciano, junto a Juan Antín). “Yo tenía esto en la cabeza desde hace años, incluso cuando hacía Mercano. Primero lo pensé como un libro de historietas (Ayar B es autor de comics, como se puede disfrutar en Fierro y la edición guatemalteca de D’Artagnan y El Tony), pero lo convertí en película.” Un largometraje de animación “sólo apto para 16” no es nada típico, y podría pensarse como difícil hasta lo imposible. Ayar, con su lógica amazónica, dice todo lo que le prohibió su agente de prensa: “Fueron siete años de producción, pero muy tranquilos. Es que más que una película de dibujos animados, yo creo que El sol es una mezcla de comic y radioteatro. La hice con un equipo de no más de media docena de personas que trabajaban desde su casa y mandaban todo desde su PC. Es que la película está hecha con Flash, justamente un programa pensado para hacer animación por Internet. Los archivos no pesan casi nada”.

Aparentemente, esta cualidad de la animación Flash fue dejando atrás la idea más trabajosa de hacer un comic tipo libro, lo que desde el punto de vista ayaresco hubiera sido más trabajoso que un largometraje.

A esta altura, después de siete años, a Blasco le cuesta recordar exactamente cuál fue la fuente de inspiración para su historia apocalíptica. “Un poco Mad Max, podría ser, pero, la verdad, no sé”, dice en principio. Sometido a un intenso interrogatorio, recién ahí revela la influencia de A Boy and his Dog, film de culto post-holocausto protagonizado por Don Johnson. “Si lo pienso, creo que ahí está la verdadera influencia –dice Ayar–. Pero lo que realmente me interesaba contar era la idea de que en un mundo donde está todo re-mal, los pocos que queden van a ser marginales. Y dado que en ese mundo el sol te quema, solo queda la noche.”

Más allá de lo que tuviera en la cabeza Ayar Blasco cuando pensaba en su mundo post-holocausto atómico con caníbales (los caníbales se llaman “Los Bonitos”) que bailan malambo junto a la escoba hechizada de Fantasía de Disney, y con menos malas vibraciones, también hay unos mutantes que hacen funciones de teatro todos los jueves por la noche. En la sesiones, que son indescriptibles, se presentan famosos personajes del comic universal, por lo que hay que prestar mucha atención a héroes de Marvel y otros héroes patagónicos.

Ayar, que como buen animador todo terreno, se reservó más de un personaje (incluyendo al más potente procreador de la última ciudadela humano–argentina, Poblar), les dio un lugar especial a los intérpretes para cada personaje, empezando por el blasfemo Dr Tangalanga, que le da un toque especial a toda la película. Por algo es apta para mayores de 16, según cuenta el director: luego de un primer contacto con el representante del cómico telefónico, recibió el mensaje de que solo aceptaría el papel ¡si podía decir todas las malas palabras que quisiera!

“Los chistes telefónicos de Tangalanga no sé si me gustan mucho, pero en un momento entendí que Tangalanga era todo un potencial como actor, y cuando trabajé con él vi que era verdad. El tipo es tan copado que improvisaba como loco, recopado, y en un momento decidí que no tenía sentido corregirlo para que se adapte al guión, sino que lo mejor era cambiar la historia a medida de Tangalanga.” (En efecto, el asunto es tan sustancioso que por momentos hacen falta carteles explicando los desmadres verborrágicos de Tangalanga.)

Pero además del maestro del lenguaje profano, Blasco encontró un apoyo especial en todos los intérpretes que prestaron su voz a los deformes personajes. Entre otros, prestaron su actuación vocal Sofía Gala, Jorge Sesán, Martín Piroyansky y Divina Gloria, quien en términos del realizador tiene un personaje equivalente al de Marlon Brando en Apocalypse Now. El elenco dejó tan impresionado a Blasco como para pensar en volver a reunirlos, pero en una película “con actores”, es decir un film convencional. “Pero no sé, también tengo ganas de hacer otra de animación.”

Además, ¡ojo!: la secuencia de la evolución radiactiva de las papas es tan buena que solo podría describirse con algún juramento propio del Dr. Tangalanga.

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