Dom 03.02.2013
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ARTE > LA MUESTRA PAPELES MODERNOS: DE TOULOUSE-LAUTREC A PICASSO EN EL MUSEO NACIONAL DE BELLAS ARTES

A TRAZOS GRANDES

Algunos son apenas ensayos, otros esbozos o arrepentimientos; ciertos bocetos fueron hechos para pensar a mano alzada o para explicar una técnica o para capturar una escena callejera o un gesto cotidiano. Son los más de ochenta dibujos y grabados de artistas europeos de los siglos XIX y XX que se exhiben en el MNBA: papeles de Rodin, Picasso, Braque, Modigliani, Daumier, Klee, García Lorca y muchísimos más. Papeles amarillentos y cuidados amorosamente que revelan, además, el apasionante mundo de los especialistas en dibujo, como el curador de la muestra Angel Navarro, un Sherlock Holmes del arte que viaja por el mundo certificando la autenticidad de estos trazos delicados, a punto de desaparecer.

› Por Gustavo Nielsen

En el Museo Nacional de Bellas Artes hay una interesante muestra de dibujos y grabados. Son ochenta y tres trabajos de artistas franceses, italianos, españoles, alemanes y belgas, realizados entre el siglo XIX y el XX. Hay varios de Ensor o Picasso, más de Rodin, una naturaleza muerta de Braque. Modigliani, Chagall, Klee, Matisse, Carrá, Kollwitz, De Chirico. Hasta hay un dibujito de Federico García Lorca. Todos fueron hechos sobre papeles. Son bocetos y anotaciones en libretas o servilletas. Borradores de la cocina de los maestros, con el fin de construir algo después. Llenos de ideas. Hechos en minutos, tal vez con el artista parado en la calle o mientras come o bebe en su taller. Planteados para enseñarle un detalle al alumno, para estudiar el cuerpo de la modelo nueva o para poder entenderse a sí mismos antes de enfrentar el gran lienzo. La mayoría son enérgicos, directos, otros revelan dudas y correcciones, el pentimenti del pintor.

Son viejos rectángulos de papel, algunos amarillos, algunos con el trazo a punto de desaparecer para siempre.

El momento preciso en el que los grandes se olvidaban de la eternidad.

TODO MUY RICO

Oskar Kokoschka, Hermine Lautesburg, condesa de York c.1920. Lápiz graso sobre papel.

“Pentimenti quiere decir arrepentimiento”, explica el profesor Angel Navarro, curador de la muestra. “El trazo que hace alguien, pero después se arrepiente y lo cambia. Sin embargo, no lo borra, queda en el papel. Los coleccionistas de estampas, el único Daumier expuesto y el dibujo más antiguo de la exposición, tiene este efecto. Hay una cabeza inicial en el hombre de pie, de la que el autor se arrepiente y termina dibujando otra más reconcentrada en lo que mira, su propia colección.”

Navarro es el autor del ensayo El papel del papel que corona el catálogo que el Malba imprimió para esta muestra en el 2011, cuando la exposición pasó por sus salas. Es especialista en dibujo italiano del siglo XVI y pintura holandesa del XVIII. Lo llaman de museos e instituciones de todo el mundo para verificar si una obra es auténtica. Cuenta que su trabajo más difícil fue sobre un cuadro de Vermeer que era problemático. “Una especie de retrato de Remedios de Escalada, muy del siglo XIX. De Londres me fui a NY a ver a mi colega Walter Lietke, del Metropolitan, para investigar una cuestión relacionada con la moda. Hubo un lapso muy corto en el tiempo de Vermeer en el que se impusieron peinados femeninos estilo Imperio. Vermeer había pintado esa moda efímera como una forma de propaganda.”

Otra vez lo llamaron del Museo Mayer Van Den Bergh de Amberes porque tenían mal catalogada la colección de los italianos. Había un original a lápiz que los holandeses creían de Borromini, pero que mostraba una iglesia vienesa del siglo XVIII, con columnas de estilo romano, que Borromini no podía conocer. Navarro se dio cuenta de que otros dibujos innominados correspondían a un artista veneciano llamado Sante Peranda. Y que gran parte de la colección, que los de Amberes porfiaban como del siglo XVI, era en realidad del XVIII. El trabajo de Navarro es catalogar estos papeles sin firma, decir quién los hizo, cuándo, dónde. Un Sherlock Holmes de la Historia del Arte.

“Lo bueno de los pentimenti es que se ve la intención de no tapar los errores, sino de convivir con ellos para aprender, para poderlos comparar en el proceso de una obra. El dibujo es transitorio, la mayoría de las veces un mero ejercicio de autor.”

Hay algunos de los colgados en la muestra, sin embargo, que son obra concluida. Los grabados a punta seca de Rouault, de la serie El Miserere. “Aunque los grabados también empiezan de un dibujo”, explica Navarro, “en el que no debe haber errores para que los originales salgan bien.” Las composiciones de Forain son otro de los pocos ejemplos de un trabajo final, porque era ilustrador de revistas. O los afiches de los salones franceses de exposición confeccionados por Henri de Toulouse-Lautrec, del que hay además, mucha obra original.

Mis dibujos favoritos en esta muestra: las pequeñísimas caricaturas del doctor Delaunay o del doctor Baumgarten hechas a lápiz mientras Lautrec esperaba turno en el Hospital de St. Louis. Me lo imagino aburrido, en la cola para que le aplicaran cloroformo o le dijeran cómo venía con ese asuntito de la sífilis. Le pregunto a Navarro cuál es su dibujo preferido y me dice, sin dudar: el retrato de la condesa de York de 1920, en el trazo temperamental de Kokoscha.

A LAS PRUEBAS ME REMITO

Auguste Rodin, Mujer desnuda sentada de frente, con una pierna recogida, c. 1900. Grafito sobre papel.

Los falsificadores se jactan de los dibujos que tienen exhibidos en los museos como si fueran verdaderos. Hay un falsario famoso, inglés, llamado Hebborn que hasta escribió un libro titulado Demasiado bello para ser cierto, además del popular Manual del falsificador. Para Navarro es una fiesta descubrir la veracidad de un dibujo que se creía falso. Sonríe ampliamente cuando cuenta que rescató en Milán un croquis titulado Dos peregrinos, de Teniers, que era real y estaba siendo cuestionado. Logró certificarlo gracias al cuadro original, ya que era uno de los esquemas preparatorios para esa pintura. La vestimenta de los peregrinos, bajo el ojo clínico de Navarro, la puso Teniers.

En la colección permanente del MNBA hay un óleo atribuido a un artista llamado Hans Speckaert, recientemente certificado por su colega francesa, profesora Sylvie Begin. Ella encontró en el museo de Düsseldorf un cuaderno con los croquis iniciales del autor. A veces los cuadros sirven para aprobar la legitimidad de los dibujos, y a veces es al revés. Siempre que los curadores de dibujos certifican, festejan con champán.

Además de las falsificaciones, ellos tienen que lidiar con el tiempo. Los dibujos en papel no están hechos para durar y son muy difíciles de restaurar. Son atacados por los ácidos de las tintas. El trazo de lápiz se puede borrar. La luz los aja. Los insectos los pican. Con la técnica actual se pueden reparar pequeños agujeros, bordes. Pero no mucho más.

Navarro dice que la cofradía de curadores de dibujos es algo formidable, de una gran camaradería, lo que no ocurre en otros sectores de arte. “Una vez publiqué un pequeño dibujo de Parmegianino. Es un artista de Parma que andaba por Roma cuando las tropas de Carlos V saqueaban la ciudad. Estaba pintando un cuadro que se perdió, pero quedó ese dibujo que hoy también está en la colección del MNBA. Salió en Master Drawings, la mejor revista especializada. A través de esa publicación me llamaron del Gabinetto disegni e stampe del Uffizi y me abrieron todas las puertas, incluyendo tanto las del Kunsthistorisches Institut de Florencia, como las de la trattoria Benvenuto.”

EN LAS BUENAS Y EN LAS MALAS

Henri de Toulouse-Lautrec, El Dr. Baumgarten dando cloroformo a un paciente, 1891. Grafito sobre papel.

Tal vez esa camaradería tenga que ver con que los dibujos son más fáciles de regalar. Es sabido que Miguel Angel Buonnarotti les regalaba los bocetos a sus novios y a su protectora Vittoria Colonna. La colección de Vasari, la primera de dibujos de la historia, está juntada en un carpetón adonde el biógrafo pegaba los papeles que iba levantando de los talleres de los artistas, o le daban. “Les hacía marcos –dice Navarro– como si fueran figuritas pegadas en un álbum.” Si pensamos que la mayoría de esos dibujos están formulados para comunicar una idea a obreros, o fueron hechos en medio de muchedumbres y movimiento, como los de las folies de Lautrec, o en los pueblos con gente que seguramente se paraba a mirar por sobre el hombro del artista, podemos suponer que ya vienen impregnados de una voluntad de socialización.

Las propias salidas a dibujar que se hacen en la actualidad entre arquitectos y pintores, buscando sitios de la ciudad para dejar plasmados en los papeles, terminan en invitaciones, noviazgos, amistades eternas o simpáticos picnics urbanos. Aquí nomás tenemos la experiencia de los Croquiseros, donde se destacan el pincel de Dorantes, los marcadores de Frangella, la birome de Padrevecci y la lapicera de Minond. La ciudad junta a célebres dibujantes de la talla de Clorindo Testa y a fantásticos nuevos como la arquitecta Jesús Huarte.

Navarro piensa en sus colegas: Cristiana Garofalo, Mario Di Giampaolo, Nicholas Turner, Miles Chappel, y agrega: “Puede ser que el mundo de los especialistas del dibujo se parezca al mundo de los dibujantes: un cenáculo amigable y simpático, donde la gente te aloja en sus casas y te invitan a comer y a beber rico”. Y por segunda vez en el reportaje deja de ser un profesor para convertirse en un niño de sonrisa pícara. Si le doy un crayón, seguro que se pone a garabatear en la pared.

Papeles modernos puede visitarse hasta el 3 de marzo en el pabellón de exposiciones temporarias del Museo Nacional de Bellas Artes, Av. Del Libertador 1473, de martes a viernes de 12.30 a 20.30 y los sábados y domingos de 9.30 a 20.30. Entrada libre y gratuita.

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