Dom 03.02.2013
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MúSICA > ABRAçAçO, EL NUEVO DISCO DE CAETANO VELOSO

TODAS LAS MANOS

A los 70 años, el disco número 49 de Caetano Veloso cierra la trilogía que empezó con Cê (2006) y continuó en Zii e Zie (2009), junto a la banda rocker –o de transrock, como ellos prefieren llamarse– que produjo su hijo Moreno Veloso junto al guitarrista Pedro Sâ. Lo nuevo, entonces, se llama Abraçaço, palabra que remite a un abrazo gigantesco y que se traduce en canciones que marcan una madurez en la ruptura estética que marcó Cê. Canciones elegantes y lúcidas que eligen la melancolía y el homenaje político, encarnado en un tema larguísimo y extraordinario dedicado al guerrillero comunista Carlos Marighella.

› Por Martín Pérez

Algo más que un abrazo. Ese es el significado de abraçaço. Un abrazote, digamos. O abrazazo, como le gusta escribir hace tiempo a Caetano Veloso como saludo de despedida en sus mails. Con ese eco al final, ese doble aumentativo en azo, que remite –explica– a una onda que se expande, a círculos concéntricos, incluso a un posible error de tipeo. Pero no hay ningún error en Abraçaço, su celebrado último disco, con el que ha anunciado que se cierra la trilogía que empezó con Cê (2006) y continuó en Zii e Zie (2009), junto a la banda rocker –o de transrock, para usar un término impreso en la contraportada de este segundo disco– que produjo su hijo Moreno Veloso junto al guitarrista Pedro Sâ. “Adoro trabajar con ellos, y puede que continúe haciéndolo, pero esta forma de hacer discos se termina acá”, repitió tanto en la conferencia de prensa como en la serie de entrevistas que realizó a fines de noviembre –cuando se editó el disco en Brasil– que sirvió de presentación de Abraçaço, reemplazando el texto que habitualmente Caetano distribuía con la salida de cada uno de sus más recientes trabajos, a modo de presentación. Para la salida de Cê, siete años atrás, advirtió en el texto correspondiente su acercamiento al rock, a partir de un grupo básico de guitarra, bajo y batería, alejándose de la sonoridad que tenía su música hasta ese entonces. Algo que quienes se acercaron a la presentación porteña del disco en el Gran Rex pudieron advertir en carne propia. La atónita sorpresa de sus fans de siempre ante el sonido contundente del show hubiese decantado en algún grito de “Judas” si Caetano no fuese tan sabio, sabiendo que hacía falta un “Volver” o un “Cucurrucucú paloma” para subrayar que era otro pero al mismo tiempo también era el de siempre. “Dicen que cada siete años no somos más los mismos”, señaló el periodista Ronaldo Evangelista en su reseña de Abraçaço para Rolling Stone brasileña. “Cambiamos por completo: renovamos nuestros poros, expulsamos residuos, transformamos células, regeneramos heridas, perdemos cabellos, ganamos conocimiento.” A los 70 años, el disco número 49 de Caetano Veloso funciona como cierre ideal del último de sus tantos rostros. Un ciclo que empezó con diminutivos y apelativos cariñosos –cê, zii y zie, de vocé, tíos y tías, respectivamente– pero termina agrandándose, despidiéndose con ese abrazo que es algo más. Un título que –otra vez explica Caetano– proviene de calificativos como golazo o jugadaza, comunes antes en el español que en el portugués. “Es como un reverb verbovisual, que no sólo sugiere un abrazo grande, sino uno disperso, abarcativo y múltiple. Algo que tiene mucho que ver con cómo yo percibo el disco.”

SER DIFICIL

Como no podía ser de otra manera, el nuevo disco de Caetano comienza con una declaración de principios. O dos, mejor dicho. Una es la insistente guitarra de Pedro Sâ, que marca el comienzo del tema que abre el álbum. Y la otra es el tema en sí, con un título que es una advertencia: “A bossa nova é foda”. Aunque “foda” según el diccionario es un término que se usa para describir el acto sexual, en Brasil se lo utiliza comúnmente para referirse a algo duro, o difícil. Caetano lo viene usando desde hace tiempo para decir que los músicos de su generación no son fáciles. Como recordó el memorioso periodista Nuno Pacheco, el bahiano había usado el término en la entrevista que acompañaba como un extra de la edición del 2004 en DVD de su película experimental Cinema Falado (2004), defendiéndose de sus críticos argumentando que su generación tenía problemas con la música popular contemporánea porque lo que hacían iba en serio. “No tengo otra explicación”, decía. “Chico Buarque es foda. Y yo también. Esa es la verdad. Milton Nascimento es foda. Gilberto Gil es foda. Djavan es foda.” Y en “A bossa nova é foda”, Caetano retoma esa idea, aplicándola a la bossa nova. En las entrevistas explicó que está harto de escuchar cómo los periodistas anglosajones se refieren al género como algo dulce y suave, lleno de pajaritos y mar azul. “No soy el primero en decir esto, Tom Zé tiene todo un disco en el que subraya que la bossa fue un gesto violento, tanto estético como histórico. Y el mismísimo Joao Gilberto lo dijo en una recordada entrevista con Tarik De Souza, cuando volvió de los Estados Unidos. Allí describió a su estilo de dos acordes como un golpe de karate.” Por eso la canción se llena de homenajes y citas enigmáticas, donde Gilberto es “el brujo de Juazeiro”, Carlos Lyra es “un magno instrumento antiguo griego” y hasta aparece Bob Dylan como “el bardo judeo-romántico de Minnesota”. Pero como Caetano no es foda, dobla la apuesta, y a sus palabras cruzadas cantadas le agrega un significado más, mezclando definiciones de músicos con nombres de luchadores brasileños de Artes Marciales Mixtas, como Víctor Belfort o Anderson Silva. “La idea se me ocurrió porque a Joao Gilberto siempre le gustó el boxeo, fue fan de Mike Tyson y estoy seguro que mira AMM”, explicó. “Pero además porque las AMM son un invento brasileño, una amalgama hecha aquí, como la bossa nova, ese golpe de karate con la capacidad tan brasileña de realizar determinadas mezclas impiadosamente bien descubiertas por un artista como Gilberto, que siempre tuvo conciencia de que su creación era un gesto de gran fuerza combativa.”

LA TRISTEZA DESDE SIEMPRE

A pesar de semejante punto de partida, Abraçaço no es un disco tan estricto estéticamente como podría parecer. Como señala la reseña publicada por el diario O Estado de Sao Paulo, es el disco de madurez de esa ruptura estética planteada desde Cê. Una madurez que primero se manifestó en el que podría ser el eslabón perdido de la trilogía, Recanto, el álbum que Caetano compuso y produjo, junto a Moreno Veloso, para Gal Costa. “No sé si es mi disco preferido de la serie, pero entiendo que el más coherente es Cê, porque es pan duro”, concedió Caetano, que reveló haber compuesto todas las canciones, sólo con su guitarra, antes de compartirlas con el grupo, que aún no existía como tal. “Después fue diferente, porque ya tenía banda, estábamos acostumbrados a tocar juntos, y dejé que fluyeran los temas. Además, es una banda milagrosa, adoro tocar con ellos. Nunca tuve diez segundos de atraso, de decir una idea y tener que esperar para que se resuelva. Cuando empezamos, ya está listo. Sucedió lo mismo con el disco de Gal. La respuesta que recibo de ellos es algo increíble.” Esa madurez estética y grupal es la que permite que Abraçaço se distienda en temas como “Parabéns”, un maracatú tecnológico y repetitivo, con letra de Mauro Lima, adaptada en realidad de un breve mail que le envió a Caetano dos años atrás para su cumpleaños, en el que hacia el final aparece un coro femenino integrado por Thalma de Freitas, Nina Becker, Lan Lan y Alinne Moraes. O en ese epílogo sentimental y prácticamente acústico de “Gayana”, un tema perdido (y recuperado) compuesto junto al legendario artista plástico Rogerio Duarte, uno de los mentores del Tropicalismo y autor de varias de sus portadas más emblemáticas, que cierra el disco. Pero esa madurez es la que también abre la puerta para la melancolía, que se percibe en temas como el bluseado “Vinco”, el acústico y sensual “Quando o galo canto” (“¿Qué hice para merecer la paz/ que el sexo trajo?”) y –principalmente– en una de las obras maestras del álbum, que continúa naturalmente esa cumbre que es “Minhas lágrimas”, titulada simplemente “Estou triste”, donde canta: “El lugar más frío de Río/ es mi cuarto”. “Por eso es que yo digo que, a pesar de ser pan duro, Cê es un disco más alegre. Abraçaço, en cambio, tiene una melancolía que antes no tenía. Porque Cê tiene rabia, incluso angustia, pero no melancolía. Y la canción más triste de Cê es ‘Minhas lágrimas’, pero ‘Estou triste’ es sin dudas la más triste de toda la trilogía.” explica Caetano en la entrevista publicada en O Globo. El diálogo parece continuar en Folha do Sao Paulo, donde le preguntan si es difícil librarse de esa tristeza.

–Es algo que tiene más que ver con este período de mi vida, pero conozco la tristeza desde siempre

–¿Desde que el samba es samba?

–Desde que el samba es samba.

UN MONUMENTO

Sin embargo, la melancolía más profunda de Abraçaço no es la que transmiten los temas más personales, sino la de los homenajes más político-sociales, aún cuando Caetano aclare que nunca intentó hacer justamente un disco político. La música de uno de esos homenajes, “O imperio da lei”, no suena nada melancólica, sino que está basada en un groove bailable, con estribillo bien marcado. “El que mató a mi amor tiene que pagar/ y aún más que el mandó matar”, repite una canción que recuerda el asesinato de la misionera Dorothy Stang en el estado de Pará en 2005, inspirado por la película Eu Receberia as Piores Notícias de Seus Lindos Lábios, de Beto Brant y Renato Chiasca, basada en el libro de Marçal Aquino. Pero son los más de ocho minutos de “Um comunista”, los que permiten terminar de hacer honor al bautismo del álbum, y calificarlo como discazo. Porque se trata de una canción de las que ya no se consiguen. Un tema hablado, que recuerda los mejores momentos de otra serie de discos también rockeros y estrictos estéticamente, como Estrangeiro o Circuladô, producidos por Arto Lindsay a fines de los ’80. “Los comunistas guardaban sueños”, repite el estribillo del tema, una larga letanía, que homenajea al guerrillero comunista Carlos Marighella, del que se acaba de publicar en Brasil una elogiada biografía (Marighella, o guerrilheiro que incendiou o mundo, de Mario Magalhaes), así como un documental que incluye en su banda de sonido un tema en su honor, compuesto por Racionais MC: “Mil faces de um homem leal”. “Jorge Amado soñó siempre con que hubiese un monumento a Marighella en Salvador de Bahía, y creo que la biografía, el documental, la canción de Racionais y mi canción son pedazos de ese monumento inexistente”, explicó Caetano, que nunca ocultó su fascinación por la figura de Marighella. En su libro Verdad Tropical, cuenta que cuando vio las primeras fotos de Gil y suyas en su exilio londinense, publicadas en la tapa de la revista Manchete al lado de otras que testimoniaban la muerte de Marighella a manos del gobierno militar en 1969, escribió una columna para la revista O pasquim en la que decía que ellos estaban muertos y él estaba vivo. Y que nadie entendió la frase. Una anécdota que se repite, resumida, en la letra de “Un comunista”, que para Caetano es una canción de protesta de la época en que se hacían canciones de protesta. Y a mucha honra. “Hace poco leí que el rap era la verdadera canción de protesta, a diferencia de las canciones de protesta hechas por artistas de clase media, como sucedía con los artistas de la generación de Chico Buarque y la mía. Así que me gustó volver a la fuerza de aquellas canciones de protestas de clase media, pero con un tema algo más analítico, que presenta imágenes que se contrastan en la cabeza del que la escucha”, termina de explicar Caetano, el guardador de sueños, el melancólico, de los abrazos. El de un discazo llamado Abraçaço.

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