TEATRO II > MELANCOLíA Y MANIFESTACIONES, DE LOLA ARIAS: DICTADURA Y DEPRESIóN
¿Cuántas depresiones causó la última dictadura? Alrededor de esa pregunta, la directora y escritora Lola Arias presenta una exploración personal de la vida de su madre a partir del fatídico 1976 en que ella nació. Y lo hace llevando un paso más adelante el formato de postdrama con el que exploró, en Mi vida después, la vida de los jóvenes nacidos bajo la dictadura. Un tejido de recursos visuales, sonoros y literarios que busca en la intimidad el germen de una tristeza del pasado que nos acompaña hasta ahora.
› Por Mercedes Halfon
Luego de Mi vida después Lola Arias estrena una obra que bien podría llamarse Mi vida antes. La pieza vuelve sobre 1976, año que marcaría para siempre a los personajes de su trabajo anterior, jóvenes nacidos durante la dictadura militar, cuyas vidas se enlazaban con la historia del país de un modo diferente en cada caso y en el que lo importante era, más allá de ese pasado común, el después, la vida que continuaba. En Melancolía y manifestaciones –tal es el título del nuevo espectáculo– esta fatídica fecha para el país marca otra cosa. El año de nacimiento de la misma Lola Arias y el momento en que su madre se convierte en una depresiva sin remedio. La pieza, por lo tanto, hurga en ese pasado: Lola Arias confiesa haber perseguido con ánimos detectivescos a su madre, armada con un cuaderno y una cámara, tratando de entender, de justificar y hasta de reírse de aquello que alguna vez la hizo sufrir tanto. La melancolía de su madre.
¿Cuál es la imagen exacta de la melancolía? Para Lars von Trier, una mujer hermosa con vestido de novia que intenta caminar, pero sus pies se empantanan y su cuerpo es atenazado por lianas que la detienen como brazos muy largos. Mucho antes Durero realizó el célebre grabado Melancolía, en la que se ve una figura que podría ser un ángel, algo despeinado y meditabundo, con la cabeza apoyada sobre un puño. La imagen que Lola Arias eligió para iniciar su relato melancólico es la de una persona que no puede salir de la cama. Así es como Elvira Onetto –actriz que en la obra va a interpretar el rol de su madre– tiene un colchón atado con un elástico a la cintura. Y esas acolchadas flores y nubes celestes son la imagen de fondo, el relax medicado que se convierte en la cotidianidad del depresivo crónico.
El formato desplegado por Arias es del tipo postdrama, el mismo que viene desarrollando desde algunas piezas atrás. Un tejido de recursos visuales, sonoros, literarios, que se enlazan en una construcción teatral que no se preocupa por la representación en términos de ficción, sino más bien de mostrar los mismos procesos artísticos. La obra se inicia con un texto proyectado en la pared en el que se nos explica cómo una directora quiere hacer una obra sobre la melancolía de su madre y los problemas que esto le trae. También detalla que el rol de la madre va a ser interpretado por una actriz y docente, y sus alumnos. Así es que Elvira Onetto está siempre rodeada de ancianos que van cambiando de función: pueden ser sus amigos, novios de la juventud, acompañantes terapéuticos, compañeros de clases de gimnasia o eventuales asistentes a manifestaciones políticas.
Vemos cómo se construye y se destruye cada imagen de la obra. Lola Arias, relatora dentro y fuera de la ficción, se pregunta en un momento: ¿Cuántas depresiones generó la última dictadura militar? Se sabe el número de los desaparecidos con exactitud. Pero hay una historia que puede tejerse puertas adentro de las casas, lejos de los las cuestiones judiciales y numéricas y que acaso sea igual de significante para comprender algo así como una otra verdad, también negada. Nuevamente la directora se introduce desde el teatro en el pantanoso terreno de la vida real y política. Melancolía y manifestaciones va hacia atrás con obsesión, a explorar las razones de su madre para llegar desde allí a sí misma. A la historia de la directora y sus posibilidades de haber heredado esa enfermedad, que no sin cierta vanidad, aclara en su monólogo, es la de los genios.
El título de la obra, además de la melancolía, incluye la palabra manifestaciones. Ese dúo conceptual puede querer decir muchas cosas: que la obra recorrerá las diversas manifestaciones de la melancolía; que la obra consistirá en una sucesión de relatos melancólicos y manifestaciones políticas; o una última cosa, que los dos términos son contrarios, antitéticos, como si uno fuera el antídoto del otro. Luego de encontrar el germen de la tristeza en el pasado, una forma de retornar al presente es entonces, con esa certeza: que la manifestación, el acto de pronunciamiento público y colectivo, puede ser estético a la vez que político, y la única forma de salir de tanta melancolía.
Viernes, sábado y domingo de abril a las 21. Centro Cultural General San Martín (Sarmiento 1551).
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