CINE > SE ESTRENA LAZOS PERVERSOS, EL DEBUT HOLLYWOODENSE DEL COREANO QUE DIRIGIó OLDBOY
Cinéfilos, habitués de festivales y bajadores compulsivos de películas lo conocerán por Oldboy, la película más vista y con mayor repercusión de su violenta, salvaje e inteligente Trilogía de la Venganza. Ahora, con Nicole Kidman en un papel que parece justificar todo eso que se hizo con el bótox y las cirugías, el surcoreano Park Chan-wook llega a los cines con su primer trabajo en inglés y para Hollywood: Lazos perversos, un thriller siniestro e inquietante de inspiración hitchcockiana sobre una viuda, su hija adolescente y el misterioso tío Charlie.
› Por Mariano Kairuz
El mismo, preciso día en que cumple 18, India Stoker deja de ser la nena de papá. Esto no se debe a un súbito ataque de madurez sino a que papá, el mejor amigo hasta entonces de la solitaria India –su compañero de expediciones y de cacería en el amplio terreno que rodea la aristocrática casona de la familia–, acaba de morir. Justo el día del cumpleaños de la nena, y en un accidente automovilístico. Ahora, India guarda luto, a su manera, adoptando una actitud mortuoria, pasando largas horas en su habitación, leyendo una Enciclopedia de los funerales. Todo en abierto contraste con la actitud de su madre, la flamante viuda que tras poner cara de circunstancia en el entierro, se comporta en la recepción posterior de parientes y allegados como si se tratara de un encuentro festivo. Lo que más llama la atención es la desfachatada confianza con que se tratan la viuda y un misterioso recién llegado, el tío Charlie, el hermano del difunto, que acaba de aparecer como de la nada, después de largos años de presuntos viajes de negocios, y cuya mera existencia India ignoraba hasta ahora.
Con estos elementos fría y elegantemente plantados y casi ninguna información adicional arranca Stoker, la nueva película del director surcoreano Park Chan-wook, su debut en Hollywood, que se estrena acá el próximo jueves con el título Lazos perversos. Park es un viejo conocido de los festivales de cine locales y de los bajadores compulsivos de material asiático, el autor de una filmografía de culto, que alguna vez asomó a las salas comerciales argentinas con el estreno de la que tal vez sea su mejor y más impresionante película: Oldboy, una saga de secuestro, encierro y venganza con mucho de El conde de Montecristo y unas tremendas, indelebles escenas de violencia, en particular una en la que el protagonista voltea a martillazos a sus enemigos. Oldboy integró la llamada Trilogía de la Venganza con las también ultraviolentas Sympathy for Mr. Vengeance y Sympathy for Lady Vengeance; luego Park filmó la no mucho menos sangrienta historia de vampirismo Thirst: es probable que tanto derroche de impactos letales y salpicaduras rojas tenga a sus seguidores esperando durante un largo rato a que los personajes de Stoker se desaten y se entreguen a una salvajada como las que hicieron famoso al director coreano admirado (por supuesto) por Tarantino. Hay escenas de sangre en Stoker, y son cruentas, sólo que también son contadas y muy precisas: lo que se impone durante la mayor parte de la película –y lo que el propio Park declaró que le había interesado del guión de Wentworth Miller– es su atmósfera inquietante, lo siniestro latente, la devastadora quietud y tranquilidad en la que transcurre casi todo el asunto.
Y hay por lo menos tres cosas que pueden hacer que uno, en su butaca, se ponga muy nervioso frente a Stoker, mucho antes de que la primera gota de sangre haya corrido por la pantalla. No todos son factores estrictamente cinematográficos: el primero es el rostro de Nicole Kidman, la viuda, la Sra. Stoker, que, no es una novedad, fue intervenido en pos de uno de esos intentos de detener el paso del tiempo que tan a menudo fracasan, dejando como marca principal cierta parálisis expresiva. Kidman se deja tomar la cara en un primer plano que es francamente perturbador, pero en el que por una vez, lo que sea que se hizo la actriz en la piel parece servir muy bien a este personaje emocionalmente gélido. Lo siguiente, más premeditado, es el desvergonzado flirteo de la viuda con el tío Charlie, cuando el cadáver del marido y hermano todavía está caliente: se hace evidente toda la desesperación de una mujer de quien no sabemos mucho, pero intuimos que lleva demasiado tiempo encerrada en esa pequeña mansión. India lo presencia todo irritada, pero también intrigada, algo asqueada y a la vez fascinada por la falta de escrúpulos del tío, quien no mucho después ya está intentando seducir a su sobrina. La escena con los dos al piano, tocándolo a cuatro manos, funciona, explicó Park, como obvia metáfora de acto sexual, “a la vez que como posible proyección de las fantasías de una adolescente”. El actor inglés Matthew Goode evoca e invoca de manera bastante explícita el espíritu de otro tío Charlie, al Uncle Charlie más famoso de la historia del cine, el cínico viudo negro que interpretaba Joseph Cotten en La sombra de una duda, de Hitchcock, en lo que constituye la cita cinéfila más abierta de la película. Por supuesto que el apellido Stoker referencia también, sugestiva e inevitablemente, el del autor de Drácula, pero más importante es que to stoke se traduce como “fogonear”, y lo que fogonea Charlie en su sobrina –la chica rara y un poco gótica del colegio, a la que los bullies de turno le hacen la vida imposible– es la emergencia de lo reprimido, el monstruo que está adentro y a la espera, aquello que tío y sobrina comparten además de la sangre. Dada la referencia a Shadow of a Doubt –y teniendo en cuenta los “cadáveres en el ropero” de Charlie, por usar una expresión que se vuelve bastante literal en la película–, algunos críticos dijeron también que éste es el thriller “hitchcockiano” de Park. Algo de eso habrá, puede ser, pero el director parece haber pensado su debut angloparlante menos en los términos de una puesta en escena de suspenso, que en los de una composición visual pictórica, milimétricamente calculada, capaz de representar hipnóticamente la quietud y la latencia, una vibración casi imperceptible e insoportable; el desastre a punto de ocurrir.
El tercer factor de irritación y tensión lo provee la actriz protagónica, Mia Wasikowska, oscuramente especializada en jóvenes sensibles y con alguna dolencia existencial: la Alicia de Tim Burton, la adolescente moribunda de Restless (Cuando el amor es para siempre, en DVD), de Gus van Sant; una Jane Eyre reciente, la joven Sophie de la versión norteamericana de In Treatment. Son Kidman y ella quienes dotan a la película de su sistema nervioso, con su relación nada amorosa, de rabiosa competencia, celos y frustraciones que lleva a cuestionar los motivos mismos de la maternidad.
Park obtuvo su primer éxito –un record de público en su país, y su lanzamiento internacional– hace 13 años con su film Joint Security Area (editado en DVD como Zona de riesgo), sobre un conflicto en la frontera que promete mandar a las dos Coreas a la guerra. Ahora, mientras el demente “Líder Supremo” de Corea del Norte amenaza casi a diario con volar finalmente en pedazos al país de abajo, Park estrena por el mundo su primer film norteamericano, que es tan sólo la punta de una avanzada mayor: para los próximos meses están previstos los estrenos de la remake de Oldboy, dirigida por Spike Lee, con Samuel Jackson y Josh Brolin, y de la post-apocalíptica Snowpiercer, producida por Park y dirigida por otro coreano, Bong Joon-ho, el de The Host. Así que, quién dice, en una de esas Park está planeando refugiarse en Hollywood.
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