TELEVISIóN> MERCEDES NINCI CONTRA KARINA LA PRINCESITA
› Por Mariana Enriquez
El jueves pasado, en el programa El Diario de Mariana, que conduce por Canal 13 Mariana Fabbiani junto a Humberto Tortonese, panelistas e invitados pasaban la tarde comentando levemente las nominaciones a los premios Balón Rosa 2012, una tontería que elige a la botinera del año. La discusión estaba centrada, sin embargo, en la botinera más famosa –para los argentinos– del seleccionado a premiar: Karina La Princesita, la novia del Kun Agüero. Rápidamente, la discusión viró hacia la pertinencia de la inclusión de Karina, que, a diferencia de otras chicas, no es modelo; y rápidamente se empezó a hablar del vestido que eligió para cerrar los Premios Gardel, que, la verdad, no era muy lindo ni le quedaba demasiado bien. La discusión, si bien tenía un fondito burlón, era más bien buena onda y hasta a favor de Karina: todos parecían preocupados por cómo lookearla mejor, bastante conscientes de que con un buen ropero y un buen estilista cualquier mujer puede verse fabulosa.
Pero, de pronto, desde un costado, llegó la voz siempre chillona de Mercedes Ninci. Y empezaron las barbaridades. “Ay, chicos, por favor, esta chica no puede estar en un ranking de botineras. Es fea. Tiene piernas gordas.” Y luego: “Esta chica nada más tuvo suerte”. Y después: “¿Cuántas chicas como ella hay en Laferrere o Moreno?”. (La Princesita, a todo esto, es de Vicente López: afortunadamente, en Argentina no hay localidades exclusivas para rubios auténticos.) Y finalmente: “Por favor: es una cajera de supermercado”.
Casi no hace falta subrayar que algo más molestaba a Ninci más allá de si Karina es lo suficientemente linda como para estar o no en uno de estos intrascendentes rankings: lo que molestaba era que una chica como ella, morena, bajita, que no está flaquísima, que se parece mucho a la mujer latinoamericana promedio, pudiera ser elegida en un concurso de belleza y popularidad, cualquiera sea. Porque, según apestaba la diatriba de Ninci, una chica así no se lo merece. Ninci siguió: “No creo que todas las chicas del conurbano sueñen con ser la Princesita. Muchas quieren ir a la universidad y buscan tipos con menos problemas”. Cuando Luis Bremer le dijo que Karina tiene ofertas para cantar en Inglaterra, Ninci contestó: “Está todo perdido”. Y cuando Bremer siguió provocándola contándole que hay diseñadores locales que buscan a Karina como modelo, Ninci dijo, con espantosa frivolidad y profundizando su crueldad: “Bueno, averigüemos si tienen o no talleres clandestinos. Mandémosle a los muchachos de la Alameda”.
A esa altura, sus compañeros estaban incómodos pero hay que decir que ninguno le pidió respeto, ni que bajara la agresión, ni que, en fin, se callara la boca. Que dejara de maltratar a las chicas que trabajan en supermercados, a las chicas morenas, a las chicas que se parecen a Karina –que son muchas–, a las chicas que están muy contentas porque se parecen a Karina –porque Karina es muy bonita–, a los hombres que aman a la Princesita, a los que bailan sus canciones, al Kun, que parece enamorado. Aquí no se trata de ser hipócrita y defender el vestido y el maquillaje que Karina eligió para los premios: pudo haber sido tanto mejor y sería buenísimo que ella, si tiene ganas, se contrate a un buen estilista, porque la moda no tiene por qué ser una desdicha para nadie. Tampoco se trata de decir que es la más bella entre las botineras nominadas, porque hay en esa selección mujeres asombrosas, como la Lenoir.
Se trata de apuntar que Ninci está en su derecho de decir lo que quiera, pero también necesita escuchar que lo que dijo no fue “muy duro”, como titularon varios portales de noticias del espectáculo que replicaron los exabruptos, ni fue honestidad brutal, ni fue la cruel verdad ni fue incorrección política ni fue un chiste: fue desprecio de clase, discriminación y destilado de un odio resentido todavía más desagradable y peligroso por el tono acusatorio de su moralina campechana: cuando le dijeron que fans de Karina llamaban enojados, Ninci exclamó: “Que vayan a estudiar y laburar” (porque, se sabe, son todos beneficiarios del plan descansar). Fue sencillamente horrible e injusto y no se habla así de nadie.
Si sus compañeros y los invitados no fueron capaces de ponerle los puntos como correspondía, el correctivo llegó desde un twittero que se identificó como su verdulero y que le envió este mensaje –una panelista lo leyó al aire–: “Nilsen, no puedo creer en lo que te estás convirtiendo. Sos mala. Envidiás a la Princesita. No te voy a vender más los tomates baratos que siempre me mangueás”. A Ninci no le dio mucha risa y siguió mandando fruta. Pero al menos alguien le tapó simbólicamente la boca.
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