CINE > EL DIRECTOR SEAN BAKER PRESENTA SU PELíCULA STARLET Y A SU ESTRELLA REVELACIóN, DREE HEMINGWAY, QUE INTERPRETA A UNA ACTRIZ PORNO
› Por Mariano Kairuz
Son las primeras imágenes de la película y ya nos damos una idea de cómo es que hace Jane para mantener esa frescura, ese aire despreocupado, esa envidiable ligereza con la que pasea por la vida. Es fundamental su juventud, claro, la rubia lozanía de sus veintipocos. Pero además la vemos levantarse tarde, sin despertador, bañada en la cálida luz del Valle de San Fernando que entra por la ventana, como si no tuviera ninguna obligación, nada en particular que hacer de su día. Después descubriremos que Jane sí tiene un trabajo, al que asiste unas muy pocas horas diarias (o ni siquiera diarias), y con esa misma frescura y despreocupación con la que despierta. No mucho más tarde asistimos al momento en que Jane encuentra algo con qué llenar sus horas: en el fondo de un termo usado que acaba de comprar en una venta de garaje hay unos 10 mil dólares en rollitos de billetes de cien. Aunque su primer impulso es salir a gastar un poco, el segundo es contactar a la anciana que le vendió el termo. Y aunque la primera reacción de la vieja gruñona es cerrarle la puerta en la cara antes de cualquier explicación (“¡Dije que no hago reembolsos!”), sabemos que éste es el comienzo de una amistad entre la chica de 22 y la señora de 85.
Y que la naturalidad con que se retrata esta amistad, que toda la crítica definió enseguida como rara e “improbable”, es el eje principal de la tercera película del director Sean Baker, Starlet, que tras pasar por los festivales de Mar del Plata y Buenos Aires se estrena comercialmente el jueves que viene.
El eje principal, pero no el único. Una de las fuentes de inspiración para su película fue una anécdota real del padre de Baker, que encontró dinero en un objeto comprado en una feria de usados. La otra, le cuenta Baker a Radar en entrevista telefónica, fue una experiencia que vivió durante el casting de un programa que creó para MTV, Warren The Ape, una suerte de secuela de Greg The Bunny –bizarra sitcom de muppets lisérgicos que pasó unos años atrás por el canal Sony–. “Como esta nueva serie estaba dirigida a un público de varones adolescentes –dice Baker–, decidimos contratar a algunos actores de la industria del cine adulto para que hicieran cameos. A partir del proceso de casting pasamos algún tiempo con estas personas, compartimos salidas y nos encontramos con que, fuera de sus trabajos, y contra la imagen que los medios puedan haber generado de ellos, llevan vidas bastante comunes y corrientes.”
Cerca de la mitad de la película acompañamos a Jane a su trabajo. Allí se hace llamar Tess; y con una placidez asombrosa, esta chica con cara y (anoréxica) figura de supermodelo se dispone a actuar, con todo el cuerpo, en una película de sexo explícito. Termina la sucesión de posturas con su galán francés Manuel, el plano de eyaculación y demás, conversan un poco, se hacen algunos chistes, y a casa. El asunto de la triple X sólo vuelve a surgir esporádicamente, sin intervenir jamás en la relación entre Jane y Sadie. No hay revelaciones intempestivas entre ellas, acaso sólo cierta suave conciencia mutua de que ambas guardan secretos. Con el correr del tiempo se vuelve un poco evidente que cada una está supliendo algo en su amistad con la otra.
La vida de la joven actriz porno no es taaaan normal después de todo. No hay ni novio ni prospecto romántico a la vista, mientras que el novio de la chica con la que comparte departamento –otra empleada de la industria–- es más un cafishio que un novio. “La industria no alienta que las chicas tengan ninguna relación significativa, porque novios y afectos complican las cosas”, explica Baker. “Una relación íntima es difícil de mantener en este trabajo.” Baker recrea ambientes con precisión: el departamento de las chicas es tan impersonal que parece una habitación de hotel. La casa a la que Jane se muda luego tiene algo de casa de muñecas y de viejo prostíbulo. “Como parte de la investigación que hicimos con mi coguionista Chris Bergoch, visitamos estos lugares que se llaman model houses”, dice Baker. “Son propiedad de gente que trabaja en la industria y que arregla que quienes llegan a California para trabajar en pornografía tengan dónde alojarse, ya que en general se trata de gente muy joven sin crédito ni dinero para alquilar. Rodamos en una de estas model houses verdadera: la gente de la industria no tuvo ningún problema en abrirnos sus puertas y mostrarnos su mundo.”
El otro lugar esencial que encontró Baker fue la casa de Sadie: “Di vueltas por el Valle y me encontré con este lugar increíble que me recordó a la casona del documental Grey Gardens, que con sus pastos crecidos y su desorden era una de las protagonistas”. Quien haya visto los films previos de Baker (en Bafici o en cable), Take Out y Prince of Broadway, conoce su ojo para captar algo fundamental de cada lugar en el que ambienta sus relatos, como las partes “aun no gentrified” –es decir, no sometidas al rediseño de Nueva York sólo para ricos– en aquellas dos.
Filmada con unos 250 mil dólares, Starlet fue una verdadera revelación del cine independiente norteamericano, porque parece infinitamente más cara, y porque encontró a dos potenciales estrellas. Una es Besedka Johnson, la actriz no profesional (no había actuado en su vida; la vio su productor en un gimnasio) que hace de Sadie, y que murió no mucho después del estreno. La otra es Jane/Tess, que ya rindió todas las pruebas que puede dar una actriz que se inicia, ocupando y sosteniendo la mayoría de los planos de la película. Habrá quienes digan que como descubrimiento es más bien obvio, por su belleza, pero en especial porque se trata de Dree Hemingway, modelo e hija de Mariel y portadora por opción del apellido célebre de su bisabuelo. O porque evoca a su madre, que hizo de estrella del negocio del sexo (Star 80, de Bob Fosse). Sin embargo, nadie le había confiado un protagónico hasta ahora, y a ella le pertenece toda esa hermosa despreocupación con que se mueve por el film, sin parecer nunca una ingenuota que cayó en las garras de diabólicos y abusivos amos del porno: una escena breve y espontánea muestra que Jane sabe perfectamente lo que está haciendo. “En esa escena –que involucra un helado y una sutil simulación de sexo oral– hay un agregado que es obra de Dree”, dice Baker. “Creo que tomó algo de su profesión como modelo, cierta capacidad para encender y apagar a voluntad su personaje, para entrar y salir. Para poner on y off. Es sencillamente brillante.”
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