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Domingo, 21 de septiembre de 2003

MEDIOS

Tinta rosa

Ganándoles de mano a las organizaciones militantes y a los demás medios, el diario Crónica sorprendió a propios y ajenos con el primer suplemento gay del periodismo criollo. Los titulares lírico-truculentos brillan por su ausencia, pero el nuevo órgano irradia corrección política, practica el eclecticismo ideológico, da voz a las entidades más representativas de la comunidad y hasta se permite cachondear entre líneas. No es para menos: Crónica del orgullo gay aumentó la tirada del diario de los viernes en un quince por ciento.

por María Moreno

¿Podría considerárselo una paradoja? ¿Como el hecho de que a Gardel no le gustara el tango y que Juan Bautista Alberdi dijera “gobernar es poblar” y terminara soltero? Lo cierto es que los que publicaron Crónica del orgullo gay. Arco Iris informativo de la comunidad homosexual para el conjunto de la sociedad no fueron los de la gauche divine, ni la izquierda exquisita de Página/12, ni la CHA, ni ningún heredero de la cofradía que en 1980 y pico escribía desde el trotskismo la revista Sodoma. Fue el diario Crónica en su tirada vespertina. Sí: el clásico del periodismo amarillo publica un suplemento pluralista dirigido al ámbito g.l.t.t.b, a sus disidentes y sus consumidores, aun a aquellos –o sobre todo a aquellos– que, por más que la vida en seis colores en marcha orgullosa sea visible en pantalla, con Juan Castro como bastonero cool y Ronnie Arias como clown político-revisteril, permanecen en posición fetal junto a las bolitas de naftalina y las hebras de lavanda del closet virtual o efectivo.
Es cierto que estos cuatro pliegos de pequeño formato –cuyo precio está incluido en el del diario– surgieron al amparo de una ley –a de Unión Civil– que es como una bendición laica, y que en su gráfica sobreabunda la pareja encorbatada, uno de cuyos miembros puede incluso lucir el rectángulo blanco del cura de civil, color tan distinto, ay, de los de la bandera del arco iris y tan asociable, en cambio, a la bandera de rendición y al fashion médico (¿se acuerdan cuando el progre y finado doctor Abadi afirmaba en Clarín que la homosexualidad era una enfermedad?); y es cierto también que abundan los testimonios o acciones positivas de popes religiosos: los de la Iglesia Luterana, los de la Iglesia de la Comunidad Metropolitana, los de la Iglesia Ortodoxa, y hasta Andrés Gioeni, el cura mendocino que se confesó en el libro Lucifer, ángel o demonio.
Es cierto que su pluralismo –por el suplemento gay de Crónica pasan las voces de la CHA (Comunidad Homosexual Argentina), la Sigla (Sociedad de Integración Gay-Lésbica Argentina), el Area de estudios Queer del Centro Ricardo Rojas de la Universidad de Buenos Aires y La Fulana (Casa de lesbianas feministas)– no expone diferencias políticas o estratégicas y prefiere adoptar por ahora las formas del eclecticismo. Y que el populismo del medio anfitrión exige un tono pedagógico para difundir una especie de gaycidad para principiantes... Pero ¡las críticas ultra engendran peste!, o –parafraseando al poeta– ¡quien presta atención a la sintaxis de las cosas nunca te besará del todo, y menos si sos marchatrás! Porque Crónica del orgullo gay, si no revoluciona, al menos democratiza al intervenir en un contexto que sobrepasa el ghetto, y al mismo tiempo va imponiendo de a poco límites de corrección política al cuerpo de un diario que durante años desplegó su proverbial ingenio alrededor de “trolos” y “amorales”. (Por otra parte, ya algún sector del feminismo queer, puesto a analizar las presuntas misoginia y homofobia de la revistas populares –Hustler, por ejemplo–, se despegó de sus contenidos manifiestos y encontró así su raíz rabelesiana y antiburguesa.)
Notas como las que se dedican a la tercera edad y a los protocolos discriminatorios para la donación de sangre en donantes gays son hallazgos periodísticos aun dentro de revistas especializadas como Imperio o la extinta Nexo, fundamentalmente por su contexto. “Prostitutas: también van por más” –sobre la legalización de la prostitución en la provincia de Entre Ríos– y la nota que anuncia la inauguración del Centro de Estudios de Diversidad Sexual y Ciudadana en la Facultad de Ciencias Sociales toman un partido eminentemente político: la primera al dar la palabra a la Asociación de Mujeres Meretrices Argentinas y la Central de Trabajadores Argentinos, y la segunda, titulada “Se asustan más que con los represores”, al privilegiar las declaraciones de Nora Cortiñas a favor de los derechos de las minorías sexuales. Lástima que la corrección política de Crónica del orgullo gay borre la sonrisa a la que nos tiene acostumbrados el resto del diario, del mismo modo en que aquel cirujano del chiste se la borró a una monja violada luego de sorprenderse de que los superiores del convento reclamaran una operación, pero no para restituirle el himen sino para operarla de la felicidad. (Solicito autorización al Comité central feminista para hacer hoy un chiste antieclesiástico que suena como falsamente misógino. Insisto con el contexto.) Se extrañan aquellos títulos a lo Sdrech, donde se informaba que en la mano derecha de la occisa mayor había cabellos de la occisa menor, o los del tipo “Luna de miel junto al cadáver de su madre”. Hay algunas notitas de servicios que tienen el tono morigerado de un house organ como el que podría dedicarse a los obreros telefónicos: www.gay.com. Sin sexo explícito de por medio, este sitio dedicado a los gays –pero que admite todo tipo de público– recorre los países de América con su chat para homosexuales. Cuenta con columnistas que opinan sobre temas de salud, recetas de cocina y noticias de “mundo”.
Sin embargo, el espíritu cachondero del medio quizás pueda advertirse entre líneas, en la nota de tapa titulada “Mamá, soy homosexual”, donde la bandera del orgullo aparece como una erección de uno de los integrantes de la pareja de la fotografía, y en el fruto indiscernible –pero de grandes proporciones– que ilustra en el mismo número una receta de ensalada Marijú. También en la sección Los números del sexo, donde una numerología optimista registra que la eyaculación consume 35 calorías, que el varón eyacula entre los 15 y los 60 años entre 34 y 56 litros de semen y que Casanova desayunaba con 50 ostras.
El suplemento ha aumentado la venta del diario de los viernes en un 15 por ciento. Pero si bien no hay correlato entre las desprejuiciadas leyes de mercado y la adquisición de derechos, no deja de haber sutiles superposiciones entre militantes y consumidores, sólo desglosables en las políticas radicalizadas. La insistencia de la marca jurídica en Crónica del orgullo gay no es un signo propio sino el indicio de un fenómeno observado por diversos críticos culturales: la paulatina homologación entre el sistema simbólico y el dispositivo jurídico.
Crónica del orgullo gay delata la existencia de una nueva generación de periodistas del diario como el editor Mariano Quesada y el director Fernando Capotondo. Para Quesada fue la Unión Civil la que legitimizó definitivamente a gays, lesbianas, travestis, transexuales, bisexuales e intersex como integrantes de la comunidad. El hecho de que la decena de personas que hacen el suplemento se consideren heterosexuales no indicaría meramente la transformación de la diferencia en mercancía sino la impronta política que significa que una cultura sea asumida más allá de sus implicados. El slogan “Firme junto al pueblo” que acompaña el diario combina un término de la parada militar con una noción de pueblo que agrega al célebre cuadro de Delacroix La Libertad guiando al pueblo diversas inclusiones embanderadas.
Que Crónica haya servido a menudo a los intereses más reaccionarios no debería desacreditar su suplemento del orgullo sino más bien interpelar a los medios que, comprometidos con el radical chic, no hicieron los suyos. Salid con duelo lágrimas corriendo.

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