Dom 13.04.2014
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PERSONAJES. JANI DUEñAS, LA COMEDIANTE STAND-UP QUE REVOLUCIONA CHILE, VISITA LA ARGENTINA

LA LARGA RISA

› Por Andrea Guzmán

Primero, como la voz inconfundible de Patana Tufillo, el verde animalillo aprendiz de periodista y único personaje femenino del exitoso programa infantil chileno 31 minutos. Y pronto, como una de las pioneras del stand-up comedy de su país, género que hace muy poco y lentamente se ha ido incorporando en la escena de Chile, Jani Dueñas se ha convertido en uno de los nombres fundamentales del humor en los medios de comunicación trasandinos. Ha recorrido un camino largo y variado; actriz de teatro, comediante de televisión, titiritera, locutora radial y hasta escritora, siempre llevando como estandarte el sentido del humor desprejuiciado y directo, y un desenfadado discurso de liberación femenina. “El humor tiene que ver con el liderazgo”, declara Jani, apurada, porque entre sus varios proyectos viene llegando de cerrar una reunión para su próximo programa radial, uno que le dedicará a su segunda pasión después de la comedia: el rock. “Sí. Y los líderes en este mundo siempre han sido hombres. Lo que hago tiene que ver con una energía que poco se relaciona con el rol de exclusiva contemplación y ternura tan impuesto a las mujeres”, agrega. Luego de telonear a Malena Pichot, La Loca de Mierda, en su paso por Chile, inició una entrañable amistad e intercambio contracultural que ha paseado a varios comediantes porteños por Santiago, y que la próxima semana la traerá a la Argentina con Harcore, su grupo de stand-up integrado por personalidades de la comedia y la televisión chilena. El 24 de abril actuarán en The Cavern, en Buenos Aires, al día siguiente en el Café de la Flor, de la ciudad de Rosario, y el 27 de abril en Ciudad Vieja, La Plata.

“Cuando empecé a hacer radio, para la gente era perturbador escuchar a una mujer siendo no sólo opinante, sino violentamente opinante, con un desparpajo, con sentido del humor. Incluso llegaron hasta llamar auditores para reclamar. Se cree que el humor no es una característica femenina per se; por eso desde que empecé con esto, en Chile lo que más me han preguntado siempre es sobre el humor femenino, qué es lo que hace reír a las mujeres. Eso me parece una tontería, a un hombre jamás le preguntarían qué es el humor masculino”, dice Jani. Por eso, el año pasado, tras una temporada televisiva en el éxito nocturno El club de la comedia y fuera de ese nicho que es el humor de bar, se unió a tres amigos para retomar lo que más les gusta hacer: generar la risa, dentro de lo posible la risa incómoda, y abrazar temas tirantes para la aún conservadora sociedad chilena. Junto a José Miguel Villouta, punzante conductor e ícono queer, Natalia Valdevenito, ex compañera en el El club de la comedia, y Paloma Salas, guionista y panelista de televisión, son Harcore, un colectivo de comedia que, en un país poco habituado al humor de observación, ha dejado a los bares sin dar abasto para un público cada vez más receptivo. “Quizás es raro escucharlo porque en la Argentina tienen una serie de temas ya superados, pero en Chile todavía es algo difícil hacer humor, hay temas demasiado sensibles. Por eso, a pesar de que todos hablamos de distintas cosas, lo que nos caracteriza como grupo es un humor súper crudo, sin censura, todo lo contrario de lo que podríamos hacer en la tele. Y si alguien le molesta, pico”, dice Jani.

La confirmación de ese último manifiesto puede verse bien cristalizada en Gatos gordos, piscolas, y otras voces que me persiguen (Planeta). Este personaje liberador, eternamente adolescente, creado a falta de iconografía femenina punk, no tardó en llamar la atención. “Me enteré de que para todo Chile yo era lesbiana. La gente necesita meterte en un estereotipo”, dice Jani sobre el libro en que con sus tatuajes, cabello verde y gata Nina (Hagen) estuvo recopilando sus mejores monólogos desde que empezó a hacer stand-up y que por varios meses se convirtió en el más vendido del país. Una publicación bastante original para el mercado chileno, adaptación del formato espectáculo y acompañada de ilustraciones en clave comic como continuación de las historias. Historias de sus miserias pero también de la fiesta interminable. Obsesiones, sexo casual y rotunda negación a los mandatos convencionales de la adultez. “Estuve explotando bastante esa etapa de treinteañera, soltera, fiestera. Pero con el libro maté ese personaje, sentí que seguir haciéndolo después de publicarlo era flojo y fácil, por otro lado, en mi vida había algo que me decía que no quería seguir siendo esa persona. Me ha interesado hablar, quizá no desde el feminismo más aguerrido, pero de las cosas que observo que me molestan y me dan rabia”, dice.

No sólo a hablar sobre temas duros, actuales o controvertidos se ha dedicado la chilena, y en eso hay que reconocerle una extrema versatilidad: Jani Dueñas es antes que nada una heroína de los niños. Fue uno de los estelares, voz y titiritera, de ese fenómeno llamado 31 minutos, que durante varios años trascendió al público infantil y tuvo sus canciones sonando en todas las discotecas y ringtones de celulares chilenos. Admite que el noticiario –cuya nueva temporada después de un largo receso está pautada para fin de este mes– es aún su trabajo favorito y el que le causa más satisfacción. Montado íntegramente por títeres y con música compuesta por Pablo Ilabaca de la banda de rock Chancho en Piedra, el programa revive ese espíritu de los Muppets, o quizá de las películas Pixar, esas que esquivan la distancia generacional y son disfrutables transversalmente. Quizás a eso se debe no sólo su éxito en canales infantiles internacionales, sino su total arrase en el Festival de Viña y su triunfal paso por el Lollapalooza Chile. “Es lo más parecido a tener una banda de rock”, dice Jani. Los creadores Alvaro Díaz y Pedro Peirano –uno de los guionistas fundamentales del premiado cine chileno, con películas como la nominada al Oscar No– la reclutaron en los inicios del programa para cumplir con el personaje de Patana. Además de aspectos genuinamente educativos, el programa es una mezcla de humor ácido e ingenioso, historias complejas y canciones inolvidables. Así lo recuerda Jani Dueñas –que por ese entonces venía de pasar una larga temporada teatral con Bodas de sangre– como el lugar donde descubrió que además de la locución y la actuación académica podía permitirse ser divertida y desgarbada. Ahí se encontró con la comedia y no se separaron más.

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