CRONICAS La Fiesta Nacional del Teatro acaba de llevarse a cabo en Jujuy, entre salinas, quebradas y cerros multicolores, con una capacidad de convocatoria inusitada y un entusiasmo muy alto por parte del público. Además de utilizar el Teatro Mitre, uno de los más antiguos de la Argentina, se ambientaron obras en escenarios abiertos y naturales como Posta de Hornillos, en Tilcara y en las Salinas Grandes, y hasta se armó polémica por si el público debía acompañar el canto del Himno entonado sobre el escenario.
› Por Mercedes Halfon
“La locomotora ilumina la sal inmensa,/ los bloques de sal de los costados,/ yuyos mezclados con sal que crecen entre las vías./ Yo vacilo..../ y callo..../ porque estoy pensando en los trenes de carga que pasan de noche por la Gran Salina.” Algo de eso podría citarse, como una resonancia mental, a pocos días de finalizada la 29ª edición de la Fiesta Nacional del Teatro. Esta vez la provincia que ofició de sede fue Jujuy, por lo que ese bello y colorido territorio, con salinas, quebradas y cerros multicolores (que inspiraron poemas como el citado de Ricardo Zelarrayán), pero también con una tradición festiva que es parte sustancial de su cultura, fue el escenario de esta celebración teatrera. Los espectáculos ocurrieron en salas de todas las escalas, en plazas, escuelas y auditorios de San Salvador y alrededores. Como todas las Fiestas Nacionales del Teatro, ésta estuvo organizada por el Instituto Nacional del Teatro (al que se sumaron la Secretaría de Cultura de Jujuy y la Fundación Confluencia). Y hubo –no trenes pero sí micros y aviones y autos que trajeron– elencos, periodistas y espectadores de todas partes del país, que se hicieron llegar en ruidosa caravana, para vivir este festejo singular que una vez al año corre a Buenos Aires del eje de las escenas y abre el juego de cruces múltiples.
Con un escenario armado en la histórica plaza principal –entre la Casa de Gobierno y la Catedral– se inició el festival. El espíritu carnavalesco rondaba y se dejaba ver en la presencia de diablitos beodos e instrumentos andinos que circulaban por la plaza repleta de gente, invitando al baile. Fue el inicio –el viernes 2 de mayo– de nueve días de intensidad, bajo el lema “En este ritual hay un lugar para vos”. Así es que una vez terminada la fiesta inaugural y aceptada la invitación de formar parte del ritual, no quedó más que hacerse de un programa para poder tener una guía en el maremágnum de espectáculos de todo el país. Participaron propuestas escénicas de las seis regiones en las que el INT divide la actividad teatral argentina: Noroeste, Nordeste, Centro Buenos Aires, Centro Litoral, Cuyo y Patagonia. Un total de 32 espectáculos que no sólo se vieron en San Salvador, sino en las localidades de Perico, San Pedro, Tilcara, Posta de Hornillos, Salinas Grandes, Palpalá, Purmamarca y La Quiaca.
¿Qué se vio? ¿Qué cosas generaron empatía? Muchas. Tres opiniones a modo de muestra: Iride Mockert, actriz de La fiera: “Me interesó mucho la versión de Las tres hermanas, de Chejov, por el director cordobés Piccotto, con una idea interesantísima de contar, a través de la historia del cine, la obra de Chejov, partiendo del cine mudo a la actualidad. Me sorprendieron los recursos de producción, el nivel maravilloso de los actores, una propuesta lúdica, donde daban ganas de subirte a actuar”. Martín Flores Cárdenas, director de Entonces bailemos: “Me cautivó el work in progress en la Posta de Hornillos, escrito por Jorge Accame, llamado Cruzar la frontera. Una especie de performance con un coro de copleras en vivo. Llegar al lugar ya lo volvía toda una experiencia”. También Malditos todos mis ex fue muy bien recibida: “Es la obra que esperábamos todas las jujeñas”, bromeaba Laura, de veinticinco años, a la salida del teatro. Todo cerca, presentada por el grupo tucumano Recovecos, con texto de Fernando Rubio y dirección de Patricia García, también fue muy elogiada. Una familia que recuerda fragmentariamente en una atmósfera de onírica hostilidad su pasado. Entre muchas, muchas obras diferentes y opiniones más divergentes aun.
Una de las sorpresas fue el caluroso abrazo del público jujeño al festival. En todas las obras las localidades se agotaron y hubo que repetir funciones fuera del programa por la cantidad de espectadores que se quedaban afuera. Todos los directores consultados para estos apuntes hicieron hincapié en el cálido recibimiento y la apertura de los espectadores a todo tipo de propuestas. Martín Flores Cárdenas comentaba: “No sabíamos cómo podía reaccionar el público jujeño a nuestra propuesta y la verdad es que la respuesta nos sorprendió. El teatro explotaba de gente, más de 500 espectadores, que entraron en código enseguida y ovacionaron después del apagón final”. La fiera, de Mariano Tenconi Blanco, con su temática de género (la protagonista es una mujer-yaguareté que mata a hombres abusadores) fue deslumbrante. Comenta Iride Mockert, su protagonista: “Para nosotros fue muy impactante hacer la obra en Jujuy, abrir esta voz que denuncia la violencia de género en una de las provincias con mayor índice de denuncias por trata. Y la experiencia fue de una fuerza vital y demoledora increíble. El intercambio en la función, la sensación de sentir que estaban siguiendo cada paso de la historia, reconociendo las situaciones. Mirar a los espectadores conmocionados, agradecer que no les sea indiferente lo que estábamos diciendo y llevarnos todos después de la función más preguntas y ganas de accionar, de decir”. La pieza de Tenconi Blanco se vio en el hermoso Teatro Mitre, uno de los más antiguos de la Argentina, además de ser el espacio con mayor capacidad de Jujuy: “Una espectadora nos contó que al salir de ver La fiera un auto casi choca con una camioneta que cruzó en rojo, entonces otra espectadora le empezó a gritar al de la camioneta que por qué no respetaba las leyes del tránsito, que podía matar a alguien. Y dicen que cuando se va la camioneta, la mujer mira a los otros espectadores y les dice: Es que salí hecha una fiera y no me voy a callar”.
Además de piezas teatrales, se llevaron a cabo talleres de formación con docentes de lo más destacado del país, que a lo largo de varios días prepararon materiales para ahondar en saberes acerca de distintos lenguajes. La compositora, cantante y pianista Carmen Baliero, de Buenos Aires, dictó un taller sobre musicalización teatral; el destacado diseñador escénico Norberto Laino dio otro sobre espacios y escenografía, el emblemático director y dramaturgo de Santa Fe Jorge Ricci dictó uno sobre dramaturgia, la coreógrafa y bailarina tucumana Beatriz Labatte versó sobre corporalidades y danza, y María de los Angeles “Chiqui” González profundizó en teoría teatral. Una clave de las virtudes de la fiesta ocurrió en este ámbito. Más allá del amplio abanico de espectáculos para ver, el festival es un espacio donde se posibilita la circulación de conocimientos específicos, para quien quiera escucharlos.
En este sentido Beatriz Labatte comentaba: “He participado en otras ediciones de la Fiesta Nacional del Teatro en diferentes roles, pero es la primera vez que tengo a mi cargo un taller en ese marco. Creo que el intercambio siempre es muy positivo, mucho más en este caso por la condensación, ¿no? Son diez días en los que se activa una complejísima circulación de producciones teatrales, experiencias, ideas sobre el teatro, vivencias y pensamientos. Se trata, en mi criterio, de un acontecimiento densificante que, necesariamente, dinamiza el campo de lo teatral, promoviendo, multiplicando, activando”. Jorge Ricci, director hace 40 años del Equipo Teatro Llanura, apuntaba una reflexión: “En todos estos años que he pasado por la fiesta, he observado un lento crecimiento del nivel creativo de las distintas regiones del país, pero desgraciadamente ese crecimiento en muchas provincias no es suficiente. Creo, entonces, que el Instituto Nacional del Teatro debe seguir apostando cada vez más a las asistencias técnicas en los distintos rubros del hecho teatral, pero no para transferir formas y contenidos ajenos sino para descubrir el potencial oculto de cada lugar; por eso, tal vez, imagino un intercambio más fluido entre las diversas regiones y no una mera presencia paternalista de los hacedores porteños en el resto del país”.
En esta misma dirección, Carmen Baliero valorizaba los espacios de formación que se dan en este marco, dándoles una importancia crucial en la que hace falta profundizar: “Me parece sumamente importante el intercambio de estímulos e información entre todo el país. Habiendo ido a festivales y habiendo dictado talleres por el país, creo que aún falta un espacio de debate y de formación mayor, que debería ser sumada a la muestra de obras. La mirada intensiva de obras no es suficiente para aportar al desarrollo del teatro, sobre todo en los lugares en donde la llegada e intercambio es menor durante el resto del año. Creo que hay que diferenciar el aporte que hace el teatro al público, del que hace al hacedor de teatro. En el caso de estos últimos, el profesionalismo y el corrimiento de la mirada primaria lo otorgan la reflexión y la información. Creo que la diferencia entre las producciones de todo el país se debería dar por las diferencias de cultura, geografías y lenguajes, pero no por diferente calidad de acceso a la información”.
La fiesta del teatro, en su edición jujeña, tuvo dos momentos en que se abandonaron los espacios tradicionalmente teatrales hacia escenarios naturales. Impactantes, inolvidables ámbitos donde la actuación se fundió con el paisaje, convirtiendo estas piezas teatrales en hechos sociales y de profundos alcances antropológicos. Las dos piezas fueron escritas por Jorge Accame, dramaturgo de origen porteño, pero radicado hace décadas en Jujuy, por lo que se ha convertido en una referencia clave en el teatro de esta provincia y de la Argentina. La primera fue el Work In Progress de la obra Cruzar la frontera, coordinada por Carmen Baliero, que ocurrió en Posta de Hornillos, Tilcara, una posta que data de la época colonial, ubicada en plena Quebrada de Humahuaca. Las escenas referidas a la muerte de Lavalle y al tránsito de sus despojos por territorio de la quebrada fueron presentadas en esta construcción del siglo XVIII. La belleza y el misterio del entorno fueron el marco de las escenas sostenidas por actores locales y músicos (dos instrumentistas y ocho copleras), al ritmo de la sonoridad de las cajas y el canto de las mujeres. Baliero repasaba luego: “Pudimos, en brevísimo tiempo, instalar un engranaje teatral, con elementos, códigos y vivencias de teatro, sumamente diferentes, sin esperar otra cosa que arribar a ese lugar de coincidencia, que se resume en las ganas de generar por un rato, un lenguaje común”.
La otra pieza fue Pavesas, que se dio nada menos que en las Salinas Grandes. Tres relatos sobre el ejército de Los Decididos, en la Guerra de la Independencia. Un adolescente que se va a combatir, un realista y una mujer. Tres aristas poco visitadas de la guerra, la de los que defendían el orden extinto, la de los casi niños que iban por propia voluntad a pelear sin saber del todo qué estaban haciendo y la de las mujeres, que acompañaban a los ejércitos como madres, amantes, cocineras. Luego de los monólogos, una turba de criollos y criollas, algunos montados a caballos, otros a pie, vestidos con ponchos y armados con espadas de madera, venían en procesión desde las lejanías blancas de la salina hasta el “frente” teatral. Allí se cantaba el himno, como parte y no del espectáculo. Y eso ocasionó revuelo al finalizar la obra, ya que algunas señoras del grupo criollo increparon a un grupo de espectadores jóvenes que no habían querido pararse para cantar la canción patria. Argumentos de un lado y del otro daban cuenta de que las relaciones con los símbolos nacionales distan de ser equivalentes, entre generaciones y locaciones distintas.
Con la perspectiva de nueve días de espectáculos de todo el territorio nacional, un panorama diverso, con temáticas que van desde reflejos de tristes rencillas familiares hasta valientes aperturas a reflexiones sobre la historia argentina reciente; con búsquedas de lenguaje que oscilan desde las incorporaciones de nuevas tecnologías a favor de la actuación hasta fusiones de lo teatral con lo musical, la Fiesta Nacional del Teatro es una muestra de una vitalidad avasallante que recorre los escenarios argentinos. Un nuevo mapa –con otras conexiones, puntos de interés y zonas fronterizas– es posible.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux