Además de facturar adaptando comics de superhéroes, Hollywood ya ha recurrido a las historietas más adultas como fuente de ideas. Este es un caprichoso recorrido por lo más representativo de esos intentos antes de V de Venganza y unos humildes consejos sobre cómo seguir.
› Por Martín Pérez
Lejos de ser un renovador del género, Frank Miller es lo más cercano a un reformista que tiene el comic de superhéroes. A fuerza de llevar a los extremos tanto la violencia física como la ideológica, supo reinventar a Batman como un rebelde apocalíptico frente a los Superman integrados. Después de comenzar revitalizando a Daredevil e incluso casi inventar a Elektra (personajes que saltaron a la pantalla grande, con resultados casi vergonzantes), Miller abrió su propia editorial para dedicarse a hacer más negra la novela negra con Sin City, una excusa para llevar hasta el extremo sus experimentos con el blanco y negro, con héroes sin superpoderes, pero no por eso menos capaces de recibir (y dar) los golpes más imposibles, y chicas-objeto cada vez más estilizadas y peligrosas. Semejante material fue el punto de partida de la más literal de las adaptaciones del comic al cine por parte de Robert Rodríguez, quien renunció a la Asociación de Directores Norteamericanos cuando le prohibieron compartir el rubro de director junto a su adaptado. Compilando tres largas historias en más de dos horas de película, La ciudad del pecado es el equivalente cinematográfico a pasarse toda una noche hasta el amanecer leyendo una colección completa de historietas. Puede ser agobiante, es verdad, pero también es el sueño del fanático del género hecho realidad.
En lo más alto del podio de las adaptaciones de la historieta para adultos norteamericana debe figurar la película del canadiense David Cronenberg, basada en un proyecto del guionista John Wagner, publicado originalmente por Paradox Press, una subsidiaria de la DC (la editorial de Batman y Superman) dedicada a un camino aún más alternativo y adulto que el subsello Vertigo. Si Robert Rodríguez calcó los contundentes dibujos de Miller sobre la pantalla grande, Cronenberg apenas tomó como storyboard los bocetos con que el dibujante Vince Locke (entintador de Vidas breves, un tomo de Sandman) ilustró el guión de Wagner. Con el largo prólogo de la historieta original –la primera de sus tres partes– le alcanza a Cronenberg para contar su propia historia, una de las mejores películas independientes norteamericanas estrenadas el año pasado. Paradox Press también publicó la historieta original en la que se basó Sam Mendes para su fallida Camino a la perdición (2002), con Tom Hanks y Paul Newman. John Wagner supo hacer los guiones de la exitosa historieta Judge Dredd, una bestial parodia legal que Sylvester Stallone se tomó demasiado en serio cuando Danny Cannon lo dirigió en una muy fallida versión cinematográfica en 1995.
Cuando la historieta de superhéroes norteamericana quedó atenazada por la autocensura impuesta por el Comics Code, rápida y servilmente acatado por todas las editoriales si querían llevar el sello de decencia en sus portadas, sólo unos pocos desclasados resistieron. Los primeros under de la historieta yanqui fueron así las hoy míticas historias de terror de la E.C. Comics, así como las bestiales parodias de Mad, que comenzó siendo una revista de historietas antes de pasar a ser una de humor. Pero los verdaderos undergrounds fueron los que les pusieron dibujos y color a la revolución hippie de los años ’60, con el legendario Robert Crumb a la cabeza. Justamente Crumb fue objeto en 1994 de un indispensable documental de Terry Zwigoff, quien luego llevó a la pantalla un comic de uno de los más dignos herederos del under de Crumb, el dibujante Daniel Clowes. Ghost World cuenta la historia slacker de dos adolescentes que quieren ser mujeres, vagando entre los desclasados de su pueblo. Sus protagonistas son dos jóvenes desconocidas en aquel momento, Thora Birch (Belleza americana) y nada menos que Scarlett Johansson, cuya presencia hace de esta película una joya de las (mejores) relaciones entre la historieta y el cine. Zwigoff ha reincidido en su colaboración con Clowes filmando Art School Confidential, que acaba de preestrenarse en Sundance.
Aunque no es de superhéroes propiamente dicha, tampoco es el mejor ejemplo de esa historieta que busca un público más adulto. Por eso mismo, se podría tomar a este personaje de Mike Mignola como una suerte de eslabón perdido entre ambos mundos. Licuado de tramas clase B que reúne toda clase de paranoias conspirativas, desde X-Files hasta X-Men, Hellboy es un demonio con los cuernos limados, al que los nazis sacaron del infierno y que, salvado por los aliados, desde entonces defiende al mundo de las fuerzas de lo oculto. El mexicano Guillermo del Toro hizo un muy buen trabajo al trasladarlo a la pantalla, poniendo por delante a los personajes y sus guiños antes que a la acción obligada. Con música de Tom Waits y Nick Cave, además, se las ingenió para narrar una melancólica historia de amor imposible entre el personaje interpretado por Ron Perlman y una literalmente incendiaria Selma Blair. El mundo del cine ha mirado la obra de Mignola más allá de Hellboy: la Disney lo contrató para los diseños originales de Atlantis (2001), una fallida película de dibujos animados para un público adolescente. En esa mitad del camino entre los superhéroes y la historieta adulta, también se puede señalar como hito dark y eslabón perdido a El cuervo (1994), una oscura historieta de James O’Barr, adaptada al cine por Alex Proyas, pero cuyo status mítico tiene más que ver con el trágico destino de Brandon Lee –que murió durante el rodaje en un accidente con armas de utilería– que con sus méritos cinematográficos.
Cuando Alan Moore inventó al personaje de John Constantine dentro de su reescritura de La cosa del pantano, sus dibujantes utilizaron como modelo nada menos que a Gordon Sumner, alias Sting. Nada más lejano de aquel modelo británico iniciático que el actor elegido para hacer de Constantine cuando llegó el momento de llevarlo a la pantalla grande: Keanu Reeves. Con mucho de superficie pero poco de sustancia, el Constantine dirigido por el especialista en videos Francis Lawrence tiene muy poco que ver con el protagonista de Hellblazer, la primera serie estrella de Vertigo en reencarnar en la pantalla grande. Con un guión basado libremente en una saga de cinco revistas titulada Hábitos peligrosos, publicada durante la segunda mitad de 1991 y que sirvió para que el guionista Garth Ennis (el irlandés autor de Preacher) hiciera propio un personaje hasta entonces escrito por Jamie Delano, el Constantine de Lawrence enardeció a los fans del personaje. Hay que conceder que la hábil reconstrucción de un Marlowe que es el padre Karras de El exorcista, se presenta como Bond y lucha por el futuro como Neo, no deja de tener su contundencia. Pero si Del Toro protegió el infierno de Hellboy haciéndolo propio, Lawrence hizo de Constantine un trabajo impersonal e incluso funcional con los peores tics del cine de masas de Hollywood de los últimos tiempos.
Uno de los trabajos más obsesivos y monumentales de Alan Moore fue From Hell, un estudio sobre Londres y la era victoriana de más de mil páginas que le llevó casi una década de trabajo, e ilustró con apropiada oscuridad el dibujante Eddie Campbell. La sola idea de que alguien haya creído que semejante trabajo podía adaptarse para Hollywood es algo que suena ridículo, y la película filmada por los hermanos Hughes tiene mucho de eso: no sólo por el abismo que separa el proyecto original del producto final sino por la constatación de que el inspector gordito con bigote y bombín dibujado por Campbell se transforma nada menos que en Johnny Depp. Sin embargo, el despropósito de intentar siquiera semejante adaptación es el gran mérito del trabajo de los Hughes, que centraron su historia en la trama de Jack el Destripador, desplegándola con poca ambición pero mucho cuidado.
Mucho menos cuidado tuvieron quienes adaptaron otra de las obras victorianas de Moore, The League of Extraordinary Gentlemen. Un divertimento inteligente y lleno de gracia devenido, por obra de la magia de Hollywood y la presencia gagá de Sean Connery, en el fiasco más flagrante, descerebrado y aburrido del último cine de acción de la otrora meca del séptimo arte.
Si Hollywood realmente se decide a meter mano en esa bolsa sin fondo que son los comic-books norteamericanos, hay una noticia que es buena y mala a la vez: lo mejor está por venir. O por adaptarse. Es una buena noticia porque la calidad de las obras pendientes es una invitación al disfrute. Y es una mala para los fanáticos del comic, que ya están bastante al tanto de los desquicios que es capaz de hacer el cine con sus obras preferidas.
Quien está al tanto de eso, por ejemplo, es Neil Gaiman, que supo vender los derechos para adaptar la gran joya de la corona, Sandman, y se sentó a esperar que nunca supieran cómo hacerlo, algo que hasta ahora viene sucediendo. Pero los derechos cinematográficos de Death (Muerte), su personaje predilecto, ha asegurado que no los vende, salvo que lo dejen dirigirla. Algo que por ahora tampoco ha sucedido.
Otra de las joyas de la corona de Vertigo que merece llegar a la pantalla grande es Preacher, el delirante comic con el que Garth Ennis recorre el Cinturón Bíblico norteamericano, a medio camino del western y con un cinismo a toda prueba. Después de que Terry Gilliam buscase durante más de una década financiación para su adaptación de Watchmen, un comic que es casi la piedra fundamental de esa nueva adultez que ha llegado incluso a los superhéroes, ahora es Paul Greengrass quien está intentando llevarla a la pantalla grande.
De las nuevas generaciones, el que pide a gritos una adaptación al cine es uno de los títulos de Vertigo más celebrados de los últimos tiempos: Y:The Last Man. Una historieta de aventuras decididamente feminista, protagonizada por el único sobreviviente masculino de un virus que sólo ha dejado mujeres sobre el planeta.
Por último, y aunque siga siendo un sueño lejano, nunca hay que descartar El Eternauta, la gran historieta para adultos argentina, que alguna vez Adolfo Aristarain soñó con adaptar al cine. Entrevistado por Radar cuando estrenó Lugares comunes, Aristarain jugueteó con la idea y arriesgó diciendo que, en unos años, Facundo Arana haría un buen Juan Salvo. ¿Alguien recogerá el guante?
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