DOCUMENTA
Por H. B.
Tal vez Balnearios sea, en su fusión indiscernible de verdad e imaginación, documento y falsificación, la prueba más rotunda de que los límites del Nuevo Cine Argentino llegan más allá de la ficción. En parte movido por las urgencias del momento, pero también producto de una masiva revalorización, difusión y relectura del género —aquí y en el exterior— el terreno del documental es uno de los más dinámicos del cine argentino actual, como quedó ampliamente demostrado en la última edición del Festival de Cine Independiente de Buenos Aires. Claro que no todo documental puede considerarse parte del NCA: aquellos que aún se conforman con el formato televisivo de entrevista + material de archivo no renuevan nada. Tampoco lo hacen los que, apurados por dejar testimonio de lo que está ocurriendo, descuidan el trabajo con la forma y la narración, la paciente construcción de un sentido que define a toda obra de creación.
Hay, sin embargo, documentalistas que desde temprano —y en paralelo con el advenimiento del NCA— vienen renovando las formas de acercarse a lo real. Es el caso de Marcelo Céspedes y Carmen Guarini (integrantes del Grupo Cine Ojo) y de Andrés Di Tella, así como Pablo Reyero en Dársena Sur y contando siempre con la figura de Edgardo Cozarinsky como insignia de todo aquello que de nuevo sucede en el género. Desde Hospital Borda: un llamado a la razón (1986) hasta la aún no estrenada H.I.J.O.S: el alma en dos, pasando por Jaime de Nevares, último viaje (1995) y Tinta roja (1998), Céspedes y Guarini vienen practicando un doble movimiento de ruptura, consistente en la aplicación de técnicas de cine directo y en la propia inclusión de los realizadores como parte de la realidad filmada. Esta segunda vertiente, sumada a la masiva reconstrucción operada a través del montaje, signan la trayectoria de Di Tella, sobre todo en películas como Montoneros: una historia (1994) y la todavía inédita La televisión y yo, donde la primera persona llega a constituirse en hilo conductor.
El recurso de la narración en primera persona, una de las líneas de desarrollo más fecundas para el documental en el mundo entero, estructura también otras recientísimas muestras del género, como Por la vuelta, de Cristian Pauls, y la notable Ciudad de María, de inminente estreno en cines. A su vez, Dársena Sur (1994/1997) sirve de ejemplo consumado sobre la aplicación de técnicas de ficción al campo del documental, al iluminar todo un fragmento de realidad (la de una de las zonas más contaminadas del planeta, ubicada a escasa distancia del centro de Buenos Aires) narrando una crónica sobre la vida cotidiana de tres habitantes del lugar, a los que la cámara de Reyero convierte en verdaderos personajes dramáticos. Si se observan los fuertes rasgos documentalistas de varios de los hitos del género, desde Pizza, birra, faso hasta la propia Caja negra, pasando por Mundo grúa y La libertad, se constatará que también la ficción tiende a contagiarse del documental, con los mejores resultados.
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