Sólo algunas de las decenas de encarnaciones cinematográficas y televisivas del personaje.
Las primeras versiones cinematográficas de JJ fueron estos dos largometrajes mudos protagonizados por el mismísimo hijo de la leyenda, Jesse James Jr. En uno de ellos hace de él mismo, quien, a modo de prueba para el pretendiente de su hija, le hace leer la historia familiar –que se narra en un flashback en el que interpreta a su padre, asesinado cuando él tenía apenas 7 años–, para ver si todavía quiere casarse con la nieta del mito. El relato se remonta a antes de la Guerra Civil, con JJ intentando llevar adelante una vida honesta y normal.
Empeñada en preservar la simpatía por su protagonista, la primera película importante sobre la leyenda de los hermanos James –Tyrone Power como Jesse, Henry Fonda como Frank, y John Carradine como Bob Ford– suscribió el mito de la robinhoodización del forajido, un héroe/víctima contra el capitalismo salvaje. James es un granjero de Missouri que se niega a vender sus tierras al ferrocarril por la miseria que le ofrecen, y que se ve obligado a tomar las armas cuando los villanescos agentes de la compañía le queman el rancho. La película tuvo una secuela el año siguiente, dirigida por el gran Fritz Lang.
“Uno se siente desnudo sin armas”, dice James a los 23 minutos de la opera prima del ex periodista Fuller, segundos antes de que Bob Ford le dispare por la espalda. Ante tanto disparate romántico, Fuller fue el primero en plasmar un retrato poco amable de JJ. El punto de vista es el de Ford (John Ireland), el tipo que, en el director, hizo lo que alguien “debería haber hecho mucho antes”. Ford mata a James para cobrar la recompensa con la que asentarse en una granja con su novia, pero tras el asesinato ella lo rechaza. Un western noir sobre el odio y la amargura existenciales de sus protagonistas, con primeros planos claustrofóbicos que subvierten la puesta en escena tradicional del género.
El director de Rebelde sin causa hizo esta película para terminar su contrato con la Fox y, harto de Hollywood, irse a Europa. Renegó de ella, y aunque está muy lejos de ser más verdadera que sus predecesoras –retoma en parte el guión del film del ‘39– es una de las que más vida aportó a la leyenda. Una de sus innovaciones consistió en multiplicar los puntos de vista, a veces contradictorios, instalando la pregunta “¿héroe o criminal?”. Ray exploró a través del mito el gran conflicto entre individualismo y conformismo en EE.UU., como lo había hecho antes con James Dean.
Un film narrado con dureza y frialdad, hijo del revisionismo que se engulló al género en los ’70, en el que Kaufman dedica una importante porción del relato a mostrar detalladamente un partido de béisbol de la época. Su idea central parece ser mostrar el contraste entre el poético, más positivo Cole Younger (Cliff Robertson) y el “sociópata” Jesse James (Robert Duvall). Y retratar a las autoridades de Missouri (gobierno, policía, banco) como tanto o más salvajes y corruptos que la propia pandilla James. El romanticismo se había acabado: los malos son todos.
Más una película sobre una era y un lugar que sobre sus personajes; sobre el sentimiento de pérdida que sobrevino a la post Guerra Civil; Hill muestra a los hombres en acción, pero también cuando conocen a sus mujeres y se casan. Hasta planean un tranquilo retiro, pero los oscuros agentes de la Pinkerton –pagados en la historia real por la compañía ferroviaria– no se detienen, y van dejando en su camino un tendal de víctimas inocentes que incrementa la popularidad de los bandidos. El truco promocional fue el uso de parejas de hermanos verdaderos: los Keach como los James, los Carradine, los Quaid y los Guest. Gran banda sonora de Ry Cooder.
El único interés de esta remake televisiva está en el reparto: Kris Kristofferson como un muy avejentado Jesse, y los legendarios Johnny Cash (lírico, Frank James), y Willie Nelson. El resto es rutina: un último golpe contra el tren –que incorpora también la venganza por un tercer hermano muerto–, la conciencia de la celebridad de los forajidos, el trauma de la guerra. En otra versión televisiva de los ’90 con Rob Lowe y Bill Paxton, al que vengaban era al padre, asesinado por emisarios del ferrocarril.
A este Jesse James para adolescentes (Colin Farell cuando recién empezaba a hacerse conocido) la guerra y el ferrocarril le hacen de todo: hasta matan a su madre (Kathy Bates). “¡Dios guarde al pobre tonto que vuelva a intentar interponerse entre mi granja y yo!”, amenaza ni bien empieza todo este despropósito que pinta a la banda como estrellas de rock –la “fama” es uno de los temas de la película–, con música (Moby) y diálogos anacrónicos, y una banalización general de la historia y sus aspectos más crudos.
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