Domingo, 20 de julio de 2008 | Hoy
Un trío de cronistas-participantes cubrió de modo atípico para la prensa los eventos de Chicago. Jean Genet había sido invitado a escribir para la revista Esquire y, aunque nunca pudo conseguir la visa, se las arregló para entrar ilegalmente a Estados Unidos luego de volar de París a Montreal y viajar en auto haciéndose pasar por un canadiense de habla francesa, a través de fronteras mucho menos vigiladas que las actuales. Fue recibido por Allen Ginsberg y conducido al campamento hippie del Parque Lincoln junto a William Burroughs y Terry Southern, otro de los cronistas de Esquire. Allí, mientras el conspicuo Ginsberg de barba larga y túnica oriental era reconocido y saludado por todo el mundo, Genet fue generoso con los chicos que le pedían dinero: distribuyó dólares a mansalva, recibió amor y un anillo de regalo. “Son como ángeles”, dijo a periodistas de Newsweek que lo entrevistaron in situ.
Antes de que la policía desalojara a los acampantes del parque, Ginsberg insistió en mantenerse sentado con las piernas cruzadas durante horas en una meditación guiada por su canto del OM que reunió a cientos de participantes, incluyendo a un escéptico Burroughs que dejó un ojo abierto para detectar la llegada de los uniformados a tiempo. Al grito de “ahí vienen”, la dispersión fue en varias direcciones pero de todas partes llovieron gases y palos. En su artículo para Esquire, Southern afirmó haber visto a Genet acorralado en un callejón, a punto de ser golpeado, levantando los brazos con una sonrisa “de santo”. El gesto detuvo el bastonazo. Genet luego dijo que ese oficial blanco le dio la impresión de que sostenía su bastón del mismo modo que él “se aferraría al pene de un negro”.
Por su parte, Burroughs intervino en genio y figura, tratando de influir sobre los delegados demócratas con un mix de fragmentos grabados de discursos políticos a todo volumen que provocara “la confusión y la ruptura del pensamiento lógico”. Finalmente escribió una sátira sobre la postulación de un mono a la presidencia: “El Senador Homero Mandril”.
En cuanto a Mailer, ya un veterano de la cobertura de convenciones demócratas y republicanas, estuvo en Chicago como periodista de Harper’s luego del éxito de su libro Los ejércitos de la noche sobre la marcha al Pentágono de diciembre del ‘67, durante la que él mismo había terminado preso. Mailer esta vez tuvo una actitud más distante. En un acto en el Parque Grant, le dijo a Newsweek que estaba cansado y bastante irritado por la guerra y la represión pero “tengo una fecha de cierre para escribir sobre todo esto y no voy a dejar que me arresten de nuevo”. Luego, cuando le tocó hablar en público, se disculpó por su trabajo de cronista, saludó y dijo a los participantes que le parecían “más bellos que en marchas anteriores”. En Miami y el sitio de Chicago describiría a esos miles de manifestantes tirados sobre el pasto festejando la aparición de un cerdo auténtico postulado como candidato a presidente, a una Miss América con tetas de plástico o al candidato del Partido Nudista con su consigna “No tengo nada que ocultar”. Y remataría su descripción de los minutos anteriores al inicio de la represión policial con la pregunta: “¿Eran estos chicos desprolijos la clase de tropas con las que uno deseaba entrar en combate?”.
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