Dom 27.07.2008
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Tragedia griega para el nuevo milenio

¿La mejor de su generación? The Wire, la serie (casi) de culto que fascina a escritores famosos e intelectuales de fuste.

› Por Martín Pérez

“¿La mejor serie de tv de la historia?”. Así es como tituló el pasado fin de semana el periódico británico The Observer, anunciando el comienzo de la quinta y última temporada de la serie norteamericana The Wire en la televisión inglesa. La pregunta estaba destinada a una tribuna de novelistas dedicados mayormente a los policiales, entre los que figuraban el escocés Irvine Welsh y el norteamericano Michael Connelly. “Creo que es por lejos lo mejor que he visto en TV. Nada se le acerca”, contestaba Welsh.

Semejante despliegue a la hora de presentar la serie de David Simon y Ed Burns –un ex policía que trabaja con Simon desde que éste dejó de ser cronista de policiales– no es simple exageración o una movida publicitaria. Porque apenas The Wire logró instalarse en la televisión norteamericana, cuando su segunda temporada demostró ser aún mejor que la primera –que comenzó a emitirse en junio del 2002, compartiendo canal con Los Soprano–, la prensa norteamericana, con cada nueva temporada de la serie, comenzó a hacer flamear su bandera. Por supuesto, The Wire nunca llegó a ser tan exitosa como su compañera de cable, pero sus cinco millones de espectadores semanales –una nadería comparados con los trece de Los Soprano– la mantuvieron en el aire hasta que comenzó a correrse la voz.

Entrevistado por Nick Hornby, otro fan confeso de la serie, Simon explicó que la razón por la cual The Wire es diferente al resto de la televisión, es porque su influencia no viene de Shakespeare, con sus personajes manipuladores, como Tony Soprano. “Nosotros robamos de más lejos, de los griegos”, confesó. “Nuestros personajes son gente que sufre la indiferencia de estos nuevos dioses, las instituciones. En la mayor parte de la televisión actual, se muestran individuos que se elevan por sobre las instituciones de las que forman parte, con efectos catárticos. Mientras que en nuestro programa las instituciones siempre son mucho más grandes que ellos, y el que se atreve a enfrentarlas termina invariablemente siendo objeto de burla, marginalizado o destruido. Tragedia griega para el nuevo milenio, por llamarlo de alguna manera.” Cuando Simon convocó al escritor George Pelecanos –uno de los que colaboran en la serie, como David Lehane y Richard Price–, para el comienzo de The Wire, le explicó que lo que estaba buscando era diferenciarse de la televisión, concibiendo cada episodio como un capítulo de un libro, con la libertad de irse tomando todos los rodeos necesarios para construir sus personajes. “Eso me encantó”, confesó Pelecanos. “Porque si no se trataba sobre algo más que el misterio, que el thriller, no lo hubiese hecho. La vida es demasiado corta.”

The Wire se puede traducir literalmente como “El cable”, pero en realidad quiere decir “la escucha”. La serie comienza cuando uno de sus protagonistas, el terco detective McNulty, ve cómo sale libre un narco. Se lo dice a su amigo juez, el juez levanta el teléfono y habla con el alcalde, y de ahí hasta abajo caen las quejas y reproches. Que terminan salpicando a McNulty, por supuesto. La cadena de comando es una de las primeras cosas que se aprenden en The Wire, una serie que corta hasta el hueso cuando se trata de contar la verdad del trabajo policial. Y de sus antagonistas, por supuesto. La sensación de verdad es tan grande, que después de ver The Wire es difícil tomarse en serio cualquier otra serie policial. Mucho más que una serie policial, Simon dice que desde el comienzo la idea fue abrir el lente, e ir retratando todos los ámbitos de una ciudad promedio norteamericana. Por eso es que, si la primera temporada se centra en la escucha en cuestión, la segunda es sobre los gremios, la tercera sobre la política, la cuarta sobre la educación y la quinta sobre la prensa. A Simon le gusta decir que, en realidad, The Wire es una serie sobre la decadencia del imperio norteamericano. “Es tal vez la única narrativa televisiva que abiertamente sugiere que nuestras instituciones políticas, económicas y sociales ya no son viables, que nuestros líderes nos han fallado constantemente, y que no, todo no va a estar bien”. Y lo hace, cabe agregar, con un sentido admirable de narración televisiva, y empatía con sus personajes. No hay un solo capítulo de The Wire que no tenga, al menos, una escena memorable. Y más de una frase de ésas que deben repetirse en voz alta. Hasta que llegue el momento de ver el capítulo siguiente, claro. Algo que en Argentina sólo se puede hacer a través del DVD, porque The Wire no se ha dado por televisión. Y lo único que se consigue en la primera temporada. A partir de ahí, cada uno sabrá lo que tiene que hacer.

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