Dom 24.08.2008
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HILDA SáBATO

Las asociaciones y la prensa

¿A qué se debió el brote de tantos diarios en la segunda mitad del siglo XIX y qué produjo eso?

–La prensa periódica se expandió notablemente en la segunda mitad del siglo XIX en toda América latina. En Buenos Aires, como en la ciudad de México, se trató de una verdadera explosión de la producción y de la circulación de medios escritos. Se produjo así un cambio: en las décadas de 1850 y 1860, existía ya una prensa bastante prolífica en nuestra ciudad, pero en su mayor parte estaba ligada a la vida político-partidaria y su público era restringido. Hacia 1870 comenzaron a surgir cada vez más publicaciones que tenían otros orígenes y aspiraciones: periódicos comerciales, de colectividades extranjeras, de grupos de artesanos y de asociaciones diversas, y más tarde la prensa obrera, que ya no eran el producto de iniciativas de las elites políticas letradas, ni estaban atados a ellas, sino que surgían de otros grupos sociales. Se amplió así el espacio de discusión pública, donde circulaban ahora nuevas opiniones y se expresaban intereses diversos, resultado también de una sociedad que se hacía cada vez más compleja. Editar un periódico se convirtió en un medio para cualquier grupo o sector que quisiera tener presencia pública y buena parte de los porteños consumía esa prensa, ya fuera directamente (el analfabetismo disminuía sostenidamente) o a través de las lecturas que se hacían en pulperías, cafés y hasta en las esquinas de la ciudad. Era un medio fundamental de formación de opinión y de conformación de identidades. Hacia fines del siglo XIX hubo un segundo cambio importante, que llevaría a la prensa a una mayor autonomía y a una modernización técnica; los diarios se fueron convirtiendo en empresas y los lectores, en clientes en un mercado competitivo en que los distintos periódicos ofrecerían sus servicios.

¿Le otorga tanta importancia al asociacionismo como a la prensa en la consolidación de espacios intelectuales?

–Los periódicos de América latina fueron, durante todo el siglo XIX, un espacio de producción intelectual e intervención política clave de varias generaciones de publicistas y letrados. En ese sentido, su papel fue mucho más central que el del asociacionismo. En mi artículo, sin embargo, los pongo en el mismo nivel porque no estoy tratando de explorar las carreras de los intelectuales más prestigiosos sino de seguir los caminos menos estudiados, aquellos que se abrieron para quienes no pertenecían a las elites políticas y culturales pero, a través de la experiencia institucional y la actividad cívica en asociaciones y periódicos, se formaron como una suerte de nuevos “intelectuales” y se integraron a los circuitos ampliados de la esfera pública.

Hilda Sabato es historiadora, profesora e investigadora del Conicet. Autora en el libro de “Nuevos espacios de formación y actualización intelectual: prensa, asociaciones, esfera pública (1850-1900)”.

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