Elementos de resistencia
POR PAUL VIRILIO
TIEMPO REAL El advenimiento de lo que se llama el tiempo real –el live– en todos los campos está dominado por el advenimiento de un tiempo mundial, universal, equivalente al de los astrónomos, que pone en crisis el tiempo local de la historia. No es una crisis de la interpretación; es una crisis de la temporalidad histórica misma. Las largas duraciones pierden interés en provecho de la instantaneidad y la inmediatez; el acontecimiento que se experimenta instantáneamente tiene la primacía. Si el tiempo es el accidente de los accidentes, el tiempo real es el accidente de la historia. No soy Fukuyama: no se trata del fin de la historia sino de la puesta en crisis de la historia. Ayer hablábamos de la historia inmediata, a través del periodismo o los noticieros. Hoy, la historia está mediatizada por antenas multimediáticas en tiempo real.
VISION Mi libro Un paisaje de acontecimientos aspira a una visión que se me escapa y se nos escapa a todos y que es, sin embargo, la que predominará en el futuro: una visión teleológica y teológica de la historia. El término “paisaje de acontecimientos” es agustiniano. Traduce la visión de Dios: para Dios, el pasado y el presente están co-presentes y forman una suerte de paisaje que se puede mirar, y donde se ven el origen y el fin de la historia o el fin del mundo (el apocalipsis). Ahora bien: esta visión, que es la visión divina, tiende a volverse humana a través de las teletecnologías y la televigilancia, a través de esa gran óptica que se instala en el mundo. Internet son las cámaras en vivo, las cámaras en tiempo real, que están instaladas un poco en todas partes y que se consultan para ver qué es lo que ocurre. Una de las primeras se colocó en el puerto de San Francisco. Había allí un banco con una cámara de vigilancia conectada a través de un sitio de Internet con todas las computadoras, de modo que se podía ver si había alguien en el banco o citarse con una amiga de San Francisco para verla en tiempo real. Ese tipo de dispositivo está ya en las cocinas de los departamentos e ilustra el estado de un mundo sobreexpuesto por la vigilancia.
TRANSPOLITICA Estamos en el final de una era de lo político: el poder multimediático –ya no mediático, de la prensa y la televisión– problematiza lo político. Esa transición es “transpolítica”. El mundo político al que estábamos acostumbrados es el de la democracia y la Ilustración. Ahora bien: hoy, el advenimiento de las teletecnologías emplaza un sistema de poder que no tiene nada que ver con el poder de control que tenían un gobierno, un ejército y una fuerza policial. No olvidemos que antes la palabra “mediatizar” significaba “someterse a un señor”; en la época feudal, estar mediatizado es estar sujeto a un señor: es mediático el que conserva un poder bajo control. Pero el poder mediático de la historia en su fase mediática implica una dimensión transpolítica en la que la tecnología y la cibernética se hallan en el corazón del dispositivo. Creo que si Michel Foucault estuviera entre nosotros, podría escribir un libro extraordinario, ya no sobre las micropolíticas sino sobre las macropolíticas de la cibernética, para interpretar el control potencialmente total, totalitario, “globalitario”: es decir, un totalitarismo sin exterior. Con los imperialismos conocimos un totalitarismo local, pero siempre había conflictos entre los imperialismos. Las facultades instantáneas de sumisión y control del globalitarismo son tales que, comparado con el que podría sobrevenir, el viejo totalitarismo, en el fondo, no es más que un accidente local. De ahí la necesidad del sentido crítico: la historia entra en crisis a través del tiempo real y el tiempo mundial, ya que el espacio entra en crisis a través del espacio virtual, el espacio cibernético.
CRITICA Hay que producir el pensamiento de esa crisis, de ese estado crítico de los lugares y los tiempos, un pensamiento político pero también económico y estético, una nueva Weltanschauung. En un momento en que la técnica y la ciencia convergen para conformar un mixto, asistimos a una emergencia de lo que podríamos llamar las “ciencias de lo extremo”. Conocemos los “deportes extremos”, y sabemos hasta qué punto juegan con el suicidio y la muerte. Ahora bien: yo creo que la ciencia –ya se trate de la ingeniería genética o de cualquier otra– también coquetea con la muerte, con la muerte del hombre, con un hombre muerto. Un ejemplo: el TGV (Tren de Gran Velocidad) está equipado con un sistema “de hombre muerto” que hace que si el hombre muere, la máquina se detiene. En otras palabras, el hombre muerto forma parte de la programación del tren de gran velocidad. La desocupación a la que las nuevas tecnologías condenan a millones de individuos es técnica, definitiva, estructural, y es también una suerte de sistema “de hombre muerto”.
RESISTENCIA Como decía Serge Daney: “Bajo la ocupación no se habla de la resistencia. Pues bien: los medios son la ocupación”. En “¿Qué es un colaboracionista?” (Situaciones III), Jean-Paul Sartre escribía: “En los años cuarenta se olvidaba que la Historia, aunque se entienda retrospectivamente, se vive y se hace día a día. Esa elección de la actitud histórica y esa prescindencia continua del presente son típicas del colaboracionismo”. La situación actual es muy parecida, con esta salvedad: el peligro del colaboracionismo contemporáneo es que no sabemos que estamos colaborando. Elegir la resistencia –lo que no significa oponerse a las nuevas tecnologías– es evitar convertirse en colaboracionista a pesar de uno mismo.
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