> LA QUENA DE LA MUERTE (NELO COSIMI, 1929)
Director de doce películas, guionista de una y actor de más de veinte, Cosimi fue uno de los realizadores con más obras en el período mudo del cine argentino. Esta película transcurre entre dos espacios bien distintos ubicados en las sierras cordobesas: una casa familiar aristocrática y un precario rancho indio. A la primera van a pasar una temporada Raúl y Azucena con la intención de descansar de los excesos del estilo de vida que llevan en la ciudad. Una vez allá, él abusará de la joven mestiza Cardo Azul, mientras que Azucena seducirá a El Mestizo. “Plantear una relación amorosa interracial era tabú”, explica Peña, al destacar uno de los elementos más originales (e improbables para su época) de esta película. “Un hombre blanco podía conquistar a una india, pero de ninguna manera una mujer blanca podía salir a levantarse a un indio, y acá ocurre, lo que demuestra que hay una falta extraordinaria de moralina en la película. Los personajes son presentados como gente de vida disipada, entregada a los vicios, pero el personaje masculino, sin embargo, no es castigado por vicioso sino porque hace daño a los demás; no se da esta cosa hipócrita de la ley de compensaciones que tiene la censura norteamericana, donde todo pecado tiene que ser compensado por un castigo directamente proporcional a la gravedad de la falta.” ¿Qué fue lo que hizo posible semejante desprejuicio a la hora de abordar el relato de la relación interracial? “Aunque se trataba de una sociedad más bien conservadora, también había una juventud que trataba de no serlo, si no no hubiera ganado Yrigoyen por segunda vez”, sugiere Peña. “El solo hecho de que no hubiera censura oficial es bastante sintomático. El caso del film erótico Afrodita es notorio: si bien se levantó de las salas porque un diario católico hizo una campaña tremenda para que desapareciera de la faz de la Tierra, el resto de los diarios no la mencionaban, y hasta entonces con su propaganda, sus afiches en la calle, estaba logrando un éxito de público considerable. En las historias del teatro aparecen por esos años obras que se llamaban de contenido realista, comedias picarescas; hay una que se llamaba Un mordisco entre piernas, y cuyo eslogan decía ‘Véala y entrará en calor’. Cosas que a priori uno no se imagina en ese momento. Era una sociedad que tenía una zona de desprejuicio que se reflejaba en el arte. Después viene la dictadura y sólo quedan los restos de aquello flotando. Hay una declaración de Mario Soffici en la que dice: ‘Yo conocí la verdadera libertad, la libertad de expresar y de decir lo que a uno se le da la gana en las artes de manera pública o privada, hasta 1930’. Ya en 1932, el propio Cosimi hizo una película que se llama Dios y la patria que es completamente reaccionaria, filmada en colaboración del Ejército, una parte con cada una de las fuerzas. El tipo, para acomodarse a los tiempos políticos y seguir haciendo películas, hizo cualquier cosa. Después de los ‘30 cambió todo, pero hasta ese momento creo que fue una etapa nuestra muy interesante, una zona muy libre y desprejuiciada, y estas películas lo demuestran.”
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