Dom 12.01.2003
radar

Privado y secreto

Cómo era la relación entre Ian Fleming y Raymond Chandler.

Por R. F.

En Ian Fleming –biografía definitiva de Andrew Lycett– se cuenta la historia de cuando el creador del detective privado secreto conoció al creador del agente secreto. Y, de paso, a través del examen de correspondencia y conversaciones, se traza un interesante retrato de los rasgos que comparten lo privado y lo secreto, así como de sus diferencias irreconciliables. Cuenta Lycett que Fleming y Chandler se vieron por primera vez en Londres, en 1955, en la casa del poeta Stephen Spender. Chandler no pasaba por su mejor momento –acababa de morir su esposa y su gato favorito– pero al siempre animado Fleming le interesaba saber qué pensaba ese especialista en la vida noir de Los Angeles de su espía internacional. Chandler, tal vez para sacárselo de encima, alabó Casino Royale y hasta se ofreció a escribir frase laudatoria en la contratapa de la próxima aventura de Bond. Fleming se mostró extático (había tenido problemas con otro admirador de Bond, Somerset Maugham, quien le había negado permiso para citar frase en una carta contestándole que “no haría algo así ni por el autor del Libro del Génesis en la Biblia”) y tomó nota. No demoró en hacerle llegar a su ídolo un ejemplar de Live and Let Die, pagó cuenta en restaurante caro (Oberton’s, famoso por su pâté) y le recordó a Chandler la posibilidad de escribir bien de él “para así poder hacer la fortuna que hasta ahora se me ha venido negando”. Chandler –quien no solía meterse en tales situaciones– accedió al pedido por diversos motivos: Fleming le cayó bien y, además, el hecho de celebrarlo a él le daba la inmejorable oportunidad de denostar por elevación a otros escritores de policiales; en especial a James Hadley Chase, a quien detestaba.
“Fleming es probablemente el más poderoso y resuelto escritor de lo que, supongo, en Inglaterra se conocen como thrillers”, escribió Chandler; y así nació una buena amistad. A Chandler le entusiasmaba especialmente el modo en que Fleming trataba la “american scene” en sus libros: “El Harlem de Vivir y dejar morir y toda esa sección que transcurre en Florida parece no estar escrita por un extranjero”, apuntó. Fleming quiso devolverle el favor consiguiéndole un free-lance a Chandler: viaje a Sicilia con todos los gastos pagos por el Sunday Times para entrevistar al gangster y patriota Lucky Luciano. La entrevista –titulada “My Friend Luco”– resultó ser algo tan inocuo y poco revelador que el periódico se abstuvo de publicarla. Lo que no impidió que –con una ayudita y sugerencia de Fleming– el Sunday Times le encargara a Chandler la reseña de Dr. No.
Tiempo después, Chandler se ocupó de la reseña –elogiosa– de Los diamantes son eternos pero, en privado, le recriminó a Fleming nunca tomar la imprescindible decisión en cuanto al tipo de escritor que quería ser a la vez que señalaba cierto facilismo en las últimas entregas del agente con licencia para matar. Para Chandler, Fleming tenía un enorme potencial pero le perturbaba su indisimulable propensión a cierto sadismo “más allá de que nada me causa más gracia y diversión que leer cómo un Bond desarmado se las arregla para romperle los huesos a media docena de asesinos profesionales”.
En una carta de Fleming a Chandler –que el primero publicó en London Magazine, diciembre de 1959, en ocasión de la muerte del segundo– faltaban las siguientes líneas convenientemente censuradas –obvios motivos– por el padre de 007: “Si uno tuviera un gramo de inteligencia sería más que difícil tomarse en serio a un personaje como James Bond. Raymond: tú escribes novelas de suspenso –por no llamarlas estudios sociológicos– yo me dedico a las fantasías estilo kiss-kiss y bang-bang”.

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