› Por Haim Harari
Hay tres cambios que son palpables. El primero es la creciente brevedad de los mensajes. Twitter, el chat, los emails abreviados a través de las Blackberrys: cada vez estamos más expuestos a más mensajes que nunca, lo que significa que la dosis de atención que le otorgamos a cada uno es mínima. El resultado es la multiplicación de miradas extremas y telegráficas sobre cualquier tema: es fácil afirmar en una oración sinsentidos como “la teoría de la evolución está mal”, “el calentamiento global es una leyenda”, “las vacunas causan autismo” o “Dios tiene todas las respuestas”. El segundo cambio tiene que ver con la disminución del rol del conocimiento práctico. Internet nos permite conocer pocos hechos, sabiendo que estarán ahí, al alcance de la mano. Pero no debemos olvidar que en el proceso del descubrimiento científico el gran desafío es hacer la pregunta correcta en lugar de encontrar la respuesta indicada. Y el tercer cambio es la enseñanza. Me sorprende cuán poco ha cambiado el mundo de la educación pero nos guste o no el cambio debe ocurrir y va a ocurrir. Y nunca va a ser igual. Las mentes y los cerebros de los chicos que están creciendo en un sistema educativo inspirado en Internet serán cableados de manera diferente a los de las generaciones anteriores.
Haim Harari es físico de la Universidad Hebrea de Jerusalén.
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