Kathryn Bigelow nació en 1951 en San Carlos, cerca de San Francisco. Las notas biográficas disponibles indican que sus primeras obsesiones fueron los caballos y el “arte conceptual”, y que su debut como directora fue con un corto de unos veinte minutos llamado The Set-Up (1978) donde dos tipos pelean mientras se escucha en off la “reconstrucción” de lo que se ve en la imagen a cargo de dos semiólogos. Nada de todo eso –excepto lo que pueda haber aportado su pasión ecuestre al vigor narrativo de su obra previa– anticipa el estilo duro y directo de sus películas. Su primer largometraje (codirigido por Monty Montgomery, luego productor de David Lynch) fue The Loveless (1982), un abordaje del cine de motociclistas de los ‘50 bajo la lente de los ‘80 –y explotando aquello que antes solo podía ser sugerido–. Luego vinieron su película de vampiros y carta de culto Near Dark, su thriller con Jaime Lee Curtis como mujer policía (Blue Steel), la de los surfers asaltabancos (Punto límite, con Keanu Reeves y Patrick Swayze). No le fue muy bien en con el thriller futurista Días extraños (1997, con Ralph Fiennes, Angela Bassett, Juliette Lewis), ni mucho menos con The Weight of Water (un drama ambientado entre fines del siglo XIX y fines del XX que a pesar de estar protagonizado por Sean Penn y Elizabeth Hurley casi no se estrenó en ningún lado), ni tampoco según lo esperado con la notable K-19, tensa aventura sobre el primer submarino ruso, protagonizada por Harrison Ford.
Bigelow estuvo casada entre 1989 y 1991 con James Cameron, quien escribió el guión de Días extraños y se supone que fue quien convenció a su ex esposa de que abandonara otro proyecto para filmar The Hurt Locker. Ambos mantienen una estupenda relación casi veinte años después de su divorcio, y ahora podrían estar compitiendo, a fines de febrero, por el Oscar a mejor director.
Lo próximo para Bigelow podría tener bastante que ver con The Hurt Locker. Ya sea porque vuelva a medio Oriente para filmar Held by the Taliban, la crónica del secuestro de diez meses y fuga del periodista del New York Times David Rhode en Afganistán, o porque se embarque en un nuevo guión en el que está trabajando de nuevo con Mark Boal, ambientado en la Triple Frontera, en sus palabras, “una región sin ley en la que se encuentran Argentina, Paraguay y Brasil, y que provee riquísimas posibilidades dramáticas”.
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