21 de septiembre de 2010
Un hombre cínico es aquel que conoce el precio de todo y el valor de nada. Oscar Wilde
En el año 2005 comencé a trabajar en un proyecto en la cárcel de Caseros, que explora la capacidad inherente del ser humano para trascender las limitaciones impuestas por la arquitectura de control; una inversión del panóptico.
Como parte de mi búsqueda de estructuras o métodos de acción que pudiesen evadir o confundir a los sistemas de vigilancia, durante 2007 trabajé en una serie de esculturas, Time Drops in Decay, utilizando la idea de Rainer Maria Rilke de que, en el amor, el otro es el guardián de la soledad de uno.
Cada una de las siete esculturas de Time Drops in Decay está hecha de espejo, vidrio y silicona en la forma de un icosaedro. Tenía la intención de poner estas esculturas a flote en el mar; pero decidí venderlas para construir una flota de esculturas más fuertes que pudiese sobrevivir al fuerte oleaje del océano Atlántico.
A principios de este año, Miau Miau Estudio me invitó a mostrar una de estas esculturas en su stand de arteBA, y yo acepté.
Muchos han visto el video transmitido originalmente en el programa CQC, en el cual se ve al jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, durante la inauguración de arteBA, empujando a un reportero de CQC hacia la escultura y rompiéndola.
¿Por qué cree Macri poder actuar sin consecuencia cubriendo su comportamiento con una promesa de compra?
¿Por qué no responde CQC a las solicitudes de ver el material original que ellos grabaron del incidente? ¿Por qué arteBA ofrece contratar a un vidriero para que “arregle” la escultura, buscando proteger a Macri del daño que él propinó a una obra de arte y el daño mediático que potencialmente se infligió a sí mismo?
¿Qué significa que arteBA arregle esta obra de arte? (Arreglar, to fix en inglés, puede significar reparar, castrar o manipular el resultado de un evento.) La geometría concreta de la escultura ha cambiado como resultado de las acciones de Macri; y la geometría triangular del poder se ha desnudado a través de este hecho. La equívoca oferta de arteBA pretende restablecer la estructura original de la pieza. Pero este arreglo no puede ser sino falso, porque el proceso de modificación impulsado por Macri es irreversible.
En este caso, Macri después de meter su cabeza dentro de la escultura, agarró del cuello al reportero que lo acompañaba (llamándolo “maricón”) y empotró su cabeza dentro de la pieza. Culminó la secuencia con una palmada en el trasero y un empujón, embutiendo el cuerpo del reportero dentro de la escultura y rompiéndola.
Macri respondió con una risita, y le dijo al galerista que compraría la escultura; arteBA respondió con una risita, diciendo que se haría cargo del asunto, entre otras cosas; CQC respondió con una risita, editando un video y exculpándose del incidente, seguido por un aparente silencio de complicidad.
Algunos se equivocan en definir lo que pasó como un accidente sin considerar que lo que define un accidente no es el resultado aislado de una acción sino su intención. Lo importante no es que Macri haya roto una obra sino cómo la rompió y su actitud al hacerlo. El encuentro directo con esta escultura puso en evidencia la relación que los involucrados tienen con el arte, y mostró el desinterés de estas personas sobre las consecuencias directas de sus acciones.
La escultura en cuestión opera a la velocidad del tiempo, reflejando y dispersando toda la información que entra en su espacio interior, el cual se expande más allá de sus límites físicos. Cada imagen que atraviesa sus superficies reflectoras se multiplica y deja una huella intangible en la escultura, creando así una memoria propia.
La acción de Macri y sus secuelas han sido inscriptas en la estructura geométrica de la obra y, por lo tanto, aceptar la oferta de arteBA de arreglar la pieza superficialmente no sólo equivaldría a mentirme a mí mismo sino a mentirle al público y permitir que la estructura de mi propio arte se convirtiera en una mentira.
La destrucción y la mentira no deberían ser parte del lenguaje de un alcalde; adulterar y amordazar no deberían ser parte del modus operandi de una feria de arte; y no se llega a la sátira política a través del silencio cómplice de un programa de televisión.
La compra o no compra de la escultura es irrelevante; esto no pretende ser una denuncia de una obra no pagada. La pieza, que ha sido renombrada El infinito también duele, permanecerá en su condición actual. Es mi aspiración que se done la pieza a una institución pública de Buenos Aires, como el Museo de Ciencias Naturales.
Atentamente, Seth Wulsin
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