> UNA DE LAS RESPUESTAS A ONFRAY (Y NO LA MáS DESTRUCTIVA)
› Por Christian Godin
La popularidad confiere al intelectual una responsabilidad particular, sobre todo cuando la misma se funda en una reputación de libertad con respecto a las instituciones. La idea de una “contrahistoria de la filosofía” había generado simpatías hacia Michel Onfray más allá del círculo de groupies de la Universidad Popular de Caen. Pero esta vez, al sacar su polémico libro contra Freud, el incendiario termina de desacreditarse, incluso ante los que no tienen una concepción limitada de la filosofía.
El crepúsculo de un ídolo es una diatriba de más de 500 páginas llenas de barbaridades. Todo vale para demoler al inventor del psicoanálisis: la droga, el sexo, el dinero. Si le creemos a Onfray, a fin de cuentas, el psicoanálisis no habría sido más que un asunto de billetes grandes. Y para completar el panorama, hay que agregar a esto un burgués reaccionario tentado por el fascismo, falócrata y homofóbico.
Onfray dice haber leído todo Freud. Queremos creerle. Pero, ¿qué hizo con ello? Su libro no contiene ninguna idea: no vamos a llamar “ideas” a semejantes declaraciones. En cuanto a los conceptos, que teóricamente son el trabajo propio del filósofo, el lector buscará su huella en vano. André Malraux decía, con razón, que no hay grandes libros “contra”. El crepúsculo ni siquiera es un libro “contra” sino un síntoma, a tal punto las obsesiones tomaron allí el lugar del pensamiento y los rumores, el de la argumentación.
Por poco atento que sea, cualquier lector de Freud descubre el genio inventivo, la fuerza de una inteligencia siempre alerta, la amplia cultura, la modestia y también los escrúpulos del científico. Si Onfray no encontró nada de esto, es porque su Freud no es más que un espantapájaros que él mismo fabricó como un sembrador de malas semillas.
Pero quizás hay algo más grave. Que se ataque al psicoanálisis –sólo cinco años después del siniestro Libro negro– como si tuviera un poder absoluto sobre nuestras mentes, ya señala el grave error de diagnóstico. En nuestra sociedad, sin duda, quienes detentan el poder son las terapias de la felicidad por encargo y la farmacia.
Y además, más allá del caso Freud, está el psicoanálisis, y más allá del psicoanálisis, la idea del inconsciente. Para lo que servirá el libro de Onfray, si es que sirve para algo, es para apartar a la única fuerza de resistencia que puede malograr la ficción y las ilusiones del sujeto neoliberal que dirige su existencia y sus placeres como un director de empresa.
Nietzsche, del que Onfray se reivindica seguidor y a quien birló el título, decía “filosofar a golpes de martillo”. Pero el martillo también es la herramienta del escultor. Por su parte, Onfray avanza a golpes de topadora. Como se hace cuando se arrasan los viejos barrios de las ciudades para construir en su lugar estacionamientos o centros comerciales. El crepúsculo es un libro para esos promotores inmobiliarios...
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