› Por Mariana Enriquez
¿Qué es tener estilo, y quién lo tiene?
–Creo que el estilo es saber exactamente quién es uno y cómo mostrarse. Debe ser una cuestión interna, debe ser una pasión o, una vez que los dones de la juventud se desvanecen, se vuelve muy vacío. Es más que la ropa: es la energía, el vocabulario, la disposición, pero al principio es la ropa y las palabras. Una vez que se lo tiene, con suerte se convierte en un modo de vida. En los ’60 tenían estilo Jean Claude Brialy, Juliette Greco, Alain Delon, Romy Schneider, Jean Seberg, Elvis, Miles Davis, Laurence Harvey, Terence Stamp, el duque de Edimburgo, Pierre Cardin. Ahora... es difícil. George Clooney lo tiene pero sólo en las publicidades; Jack White; Sting, cuando quiere; Lady Gaga.
¿A qué managers admira o respeta?
–Me gusta Kim Fowley, ex manager de The Runaways. Y obviamente Brian Epstein. Pero no los admiro. Siento mucha pena por lo que le pasó a Epstein y respeto su total devoción por Los Beatles. Pero eran un salvavidas, y eventualmente él no pudo mantenerse aferrado y se ahogó: era judío y gay, dos estigmas entonces, a menos que estuvieras muy seguro de vos mismo y tuvieras una gran autoestima. Pero fue tan tan bueno para Los Beatles. Si no les hubiera conseguido ese contrato, no estaríamos hablando ahora. Estuve en una habitación con Albert Grossman y Bob Dylan durante veinte minutos en 1963. Fue intoxicante, me enamoré del aire de conspiración. Tres meses después conocí a Los Rolling Stones. De los managers de hoy tengo una gran opinión de James Sandom. El y sus socios son managers de The Cribs y Kaiser Chiefs. Hacen un gran trabajo. También le tengo aprecio a Lawrence Bell y sus logros con Domino Records, el sello que tiene y maneja a Artic Monkeys, Franz Ferdinand, Lou Barlow y que edita en Inglaterra a artistas como Will Oldham, The Magnetic Fields, Royal Trux, Smog o Juana Molina.
Phil Spector fue tu ídolo y tu amigo. ¿Por qué lo considerás un genio? ¿Lo viste últimamente?
–Escuchaba el sexo en su cabeza y era capaz de traducirlo en música a pesar de alucinantes contratiempos técnicos y musicales. Hizo los mejores discos del mundo, cambió nuestras vidas. Hoy lamentablemente cualquiera puede hacer “grandes temas”. Es la naturaleza de la tecnología. El estándar de “normalidad” es demasiado alto. Pero la locura le ganó; la locura sobrepasó su talento. La última vez que lo vi fue entre juicios, creo que en 2009. Todavía lo amo. Todos tenemos demonios; a algunos de nosotros nos domina el dolor y el dinero y nos suicidamos. En su caso, alguien más fue asesinado. Una tragedia americana.
¿La crisis de las compañías discográficas es terminal o se pueden salvar?
–Las compañías discográficas están terminadas. Son un cáncer y encontraron la manera de no pagarles a los artistas viejos solamente para no cerrar la persiana. Hay muchos discos viejos por los que no se me paga. Tengo suerte de no necesitar ese dinero para parar la olla. Me compadezco por los artistas que tuvieron su momento y ahora ven revivir ese momento en compilaciones por las que no cobran. El principio del fin fue el éxito del compact disc. Todo ganancia y nada de costo: les dio a las compañías años dorados. La gente encargada de las compañías se volvió inalcanzable, era gente con la que no se podía contar, casi más loca que los artistas. Antes, la música cambiaba el juego, ahora es la tecnología. Un ejecutivo de sesenta años puede conocer las palabras pero no puede entender de verdad la tecnología. Eso es asunto de una persona joven. Hay pocas excepciones. Necesariamente el negocio de la música cambiará de forma y de manos.
¿Te gusta algún productor actual?
–Los productores hoy son ingenieros. Tienen que serlo, es la naturaleza de la bestia. Es su manera de ser útil al artista pero no es necesariamente algo bueno. Los ingenieros no siempre hacen que el artista evolucione o lo llevan a otra parte. Todo sigue siendo acerca de la canción. Una canción todavía puede transportar una vida a un lugar hermoso que lo explica todo. El productor que me gusta es Jack White: admiro su habilidad, su pasión y su ética de trabajo. Debería producir a los Stones, pero eso no va a pasar por muchas razones. Si tuviera 17 años y quisiera ingresar al mundo de la música, él sería mi ídolo.
En el libro decís que hay demasiados artistas viejos haciendo música vieja: los Stones, Dylan, McCartney, los Who... ¿Hay artistas jóvenes que te gusten?
–Sí. Adele, Amy Winehouse..., pero son todos fenómenos de circo. Tienen que dar todo lo que tienen la primera vez, de una, y después ya fueron usados y son descartables. No hay camino, no hay crecimiento. Alex de Franz Ferdinand lo dijo muy bien: “No tenemos que tener un disco de grandes éxitos, todo lo que tenemos que hacer es tocar nuestro primer disco”. Al segundo disco el artista suele estar terminado. Las cosas cambian, pero eso no es importante. Si sos joven y querés llegar, tampoco es tan grave. Siempre hubo precios.
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