LEONARD COHEN
Suzanne Verdal conoció a Leonard Cohen a principios de 1960, cuando era una adolescente. Se conocieron en Le Vieux Moulin, jazz club de Montreal, donde ella bailaba con su amante y futuro esposo, el escultor Armand Villaincourt. Cohen era mayor que ella –tenía poco más de 20– y sabía que Suzanne era la musa de muchos poetas beat de la escena. Cuando Suzanne y Armand atravesaron una traumática separación, ella se mudó con la hija de ambos a una casa a orillas del río St. Lawrence y Cohen se convirtió en una visita regular. “Leonard supo sobre este lugar donde yo vivía, con los pisos rotos y una poética vista del río, y venía a verme. Tomábamos té juntos y comíamos mandarinas”, recuerda Suzanne. “Yo encendía una vela y servía el té y nos quedábamos en silencio. Cuando hablábamos, era sobre la poesía y la vida.” Cohen estaba loco por Suzanne, pero su pasión no era correspondida. La musa apareció por primera vez en el poema “Suzanne Brings you Down”, publicado en 1966 en el libro Parasites of Heaven. Su intención era ser una carta de amor, pero no llegó a destino. Verdal se había ido de viaje con su hija y recién cuando volvió una amiga le habló del poema. Poco después, Cohen lo grabó como canción. “Me siento halagada”, dice hoy Suzanne. “Pero fui retratada, creo, de una manera triste, y eso es desafortunado. No creo haber sido tan desdichada; pero a lo mejor lo era, y él lo percibió y yo no. Los poetas tienen una visión y la usan. Pero después nos distanciamos con Leonard, sin saber por qué. Había un sentimiento ofuscado y triste que no estaba ahí al principio. Ahora la letra tiene más sentido porque puedo escuchar la canción con cierta distancia.”
Suzanne continuó con su estilo de vida hippy durante los años ’70 y ’80, y trabajó como bailarina, coreógrafa y masajista. Volvió a ver a Leonard varias veces y la mayoría fueron encuentros gratos, excepto uno en los años ’80. Suzanne estaba bailando en la calle, en la plaza Jacques Cartier. “Leonard se acercó, lo vi, nos miramos y cuando terminé de bailar, se fue. No entendí. No me saludó y me quedé pensando en eso mucho tiempo. Fue doloroso. Yo me mantuve fiel a ‘el arte por el arte’, pero él siguió adelante. No sé si eso lo avergonzó, lo intimidó o lo puso incómodo.” En 1992, Suzanne se mudó a Santa Monica. Su hijo Kahlil la ayudó a construir un carromato gitano donde vive desde entonces.
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