Un ser antiguo, hecho de palabras y gestos pequeños que, cuando menos se espera, estallan y se vuelven enormes. Eso es la costurera de Nada del amor me produce envidia. Y su monólogo es la puesta en acto de la voz de los que no tienen voz. Una suerte de leyenda urbana, nutrida por los chismes y murmullos que van escondidos de oído en oído ha recorrido la historia íntima de nuestro país. En esa leyenda se habla de esta modista que tuvo que decidir entre Libertad Lamarque y Eva Perón.

Soledad Silveyra pone su porte y espíritu eternamente ingenuos al servicio de un personaje que sonríe en vez de mostrar sus heridas. Esta versión de la pieza es, podemos decir, diametralmente opuesta a la de Merlino- Lerman. Allí donde había una minimal reconstrucción de época, desde los modos de hablar y cantar de la actriz, aquí la búsqueda es otra. No hay taller de costura reconstruido arqueologicamente, mimético, no hay rescate melancólico de la sensibilidad de una época. La puesta de Tantanian es en medidas parejas, abstracta y conmovedora: en un espacio escénico pequeño y gris, brilla el texto de Loza que a su vez encuentra en Solita todo su espesor. Como Tantanian concluye: “El texto era de ella, el texto la esperó. Ya vendrán otras, seguro, que lo encarnarán porque este texto está llamado a ser un clásico, lo afirmo. El texto encontró a una actriz de enorme sensibilidad. Soledad Silveyra no leyó el texto para nosotros, devino el texto. Epifanía. Nada del amor me produce envidia es una tragedia política y Soledad Silveyra es el cuerpo trágico que el texto de Santiago Loza supo esperar. Y yo, claro, feliz”.

Nada del amor me produce envidia se puede ver los lunes a las 20.30 hs., en el teatro Maipo, Esmeralda 443.