LUCIA PANNO
Es dramaturga, directora y docente. Escribió y dirigió las obras Rocío (o el paisaje); El esternón es un músculo junto al grupo Juliana Surrealista, estrenada en el Club Cultural Matienzo, y Una experiencia.
Tres chicas alrededor de una fogata. Una parece que se ha enamorado y está intentando convertir el presente en una fábula iniciática para el futuro.
Noche de campamento. Tres amigas alrededor del fuego después de comer. Una y Dos están sentadas; Tres, recostada sobre una superficie de lonas y bolsas de dormir.
Una: Ella está enamorada. No lo quiere decir por miedo a que la palabra actúe en su contra. Pero lo que actúa en su contra no es la palabra sino esa ensoñación en la que se deja sumergir. No es bueno quedarse mucho tiempo en ese estado. En serio. Hay que hacer algo común, así lo maravilloso muere y puede volver a nacer.
Dos: Dale otra porción con salchichita, entonces.
Una: Está dormida. Lo que digo es que no hay que tenerles miedo a las palabras, no te atacan si vos no las molestás.
Dos: Mirá, si el día de mañana se casa, tiene hijos, y todo eso..., siempre se va a acordar de esta noche con las chicas comiendo fideos con salchichita.
Una: Se va a acordar toda la vida.
Dos se acuesta al lado de Tres. Saltan chispas del fogón.
Dos: Hoy estuve en la parte fea del camping, donde paran los rosarinos esos que vimos, ¿te acordás? Bueno, fui con uno de ellos.
Una: ¿Cómo que fuiste con uno de ellos?
Dos: Sí, no importa. La cosa es que en el medio de la montaña hay una casa sin terminar. Se ve que la obra está abandonada hace rato porque está toda rodeada de pastos altos. Me llamó la atención que los tipos habiliten esa zona.
Una: ¿Pero acampan adentro de la casa?
Dos: No, la casa es un cuadrado de ladrillo sin techo, pega todo el sol en el piso de cemento, te calcinás. Pero las carpas están alrededor. Es raro. Tal vez sea más barato.
Una: Para mí lo raro es que no cuentes lo que realmente importa, la anécdota detrás de la anécdota.
Dos: No hay anécdota detrás de la anécdota.
Silencio.
Una: Al final todas se enamoran menos yo.
Dos: Yo no estoy enamorada.
Tres: Yo tampoco.
Una: Ah, estás despierta.
Tres: Más o menos.
Chispas. Una se acuesta sobre una lona, con los pies cerca del fuego.
Dos: No nos podemos quedar dormidas con el fuego prendido.
Una: Tranquilas, yo las cuido. Soy la única no-enamorada, me corresponde.
Dos: Ayer escuché que las chicas de al lado se quedaron dormidas después de comer y soñaron lo mismo al mismo tiempo. Que había dos lunas.
Silencio.
Una: ¿Se dieron cuenta qué buena idea tuvieron los que inventaron la bandera de hacerla con los colores del cielo? Como estrategia de marketing, digo, asimilás el cielo a la patria.
Dos: Eso pasa con cualquier bandera, todas flamean en los cielos de los países.
Una: Sí, pero si encima cada vez que mirás el cielo sin darte cuenta estás viendo los colores de tu país, como un mensaje subliminal permanente...
Dos: Yo cuando era chica era muy feliz en el momento del saludo a la bandera. Creo que no pensaba que eso era felicidad, pero lo era. El silencio que se hacía me gustaba. Era como un permiso que me daban para pensar en mis cosas íntimas sin tener que alejarme de los demás.
Una: Lo mismo pasa con el fuego, permite el silencio.
Dos: Ahora, si una escena, mientras está sucediendo, no se piensa como algo feliz sino que pasa desapercibida, no se puede decir retrospectivamente que fue feliz, ¿no? ¿Se considera feliz sólo el momento en que uno piensa la palabra feliz?
Una: No.
Tres: Yo preferiría saltearme las escenas felices. Si tuviera un control remoto directamente lo haría, pasaría a la siguiente, en donde estoy en un acantilado contemplando el paisaje o algo así. Pensar que existe un momento perfecto, separado del pasado y del futuro me da nervios, vértigo, algo en el estómago.
Una: No existe algo así.
Dos: Sí que existe. Esta es una escena perfecta.
Una: Vos porque estás enamorada.
Dos: Yo no estoy enamorada. Ella está enamorada. Esta es su escena perfecta, la que le va a contar a sus nietos cuando le pregunten cómo fue que se enamoró de su abuelo... El volvió a Capital, ella se quedó una noche más, con las amigas, en una tensión placentera entre lo que había pasado y lo que estaba por pasar... despidiéndose del paisaje, medio somnolienta...
Tres: Hasta que se quedó dormida con el fuego encendido y las demás se distrajeron y el mundo estalló.
Una: Creo que ya se durmió.
Dos: Ya se durmió.
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