› Por Charlie Piccoli
En el año 1974, Ossy Forbes en Mar del Plata me hizo escuchar Artaud. Quedé tan impresionado que me lo grabé poniendo dos grabadores enfrentados, o sea lo tomé del aire (en esa época no existían las doble caseteras). Como no quedó bien grabado, ese mismo día salí en su búsqueda a una disquería del centro, que no lo tenía pero lo que sí tenía era el primer disco de Invisible. Lo compré y nunca más dejé de escucharlo. Aún hoy sigue siendo para mí el mejor disco del rock argentino. A partir de haber recibido ese conocimiento, musicalmente la vida no fue más la misma, ese LP que venía con un simple en su sobre interno fue la puerta definitiva a la cultura rock.
En la época en que conocí personalmente a Spinetta, vivía a la vuelta de casa, en Olivos –yo vivía en Florida, pero a la vuelta de casa era Olivos–, me invitaba cada tanto a jugar al ping pong porque teníamos un nivel parejo y de paso lo veía y hablábamos de instrumentos y equipos, temas que se notaba le apasionaban y de los que yo no entendía nada, pero ser amigo del Flaco era razón más que suficiente para estar con él.
Una noche llegué a su casa, me atendió Patricia, su mujer; me dijo que Luis estaba tocando solo en su living y me invitó a pasar; la sala estaba iluminada de manera austera, solo una lámpara de pie, y Luis estaba con una guitarra acústica sentado cómodamente en un sillón, tocando y cantando. Me vio entrar y saludó cabeceando sin interrumpirse; me senté cerca suyo en el piso a disfrutar de ese mágico momento, terminó de tocar y nos saludamos, y en ese instante creo que fui el más cholulo que podía ser, cosa que odiaba, y le pedí si no me cantaba “Ixtlán”. Argumentó que era muy compleja para tocar con una acústica pero se mandó una versión que no voy a olvidar jamás, no podía acreditar que eso estaba pasando, fui su mejor fan delante de él sin que se rompiera nuestra confianza.
En una oportunidad, siendo profesional con trabajo regular en los medios, me tocó realizar una producción fotográfica para una nota en la revista Rock & Pop. Me había llevado una tela enorme con un estampado floreado en colores rojos que colgué sobre una de las paredes y Luis se puso unos pantalones y una vincha en la cabeza de color rojo, a tono con la tela de fondo, y un saco de terciopelo negro sin remera debajo. Le pregunté si podíamos usar la guitarra Steinberger, esa que no tiene clavijero, y cuando la trajo estuvo diez minutos contándome sobre la viola, que era de una sola pieza de grafito y un montón de cosas técnicas de las que yo no entendía nada. Saqué un rollo color y me fui con el material fotográfico de una tarde increíble guardado como oro, directamente a mi casa, a procesar los negativos que una hora después estaba mirando con orgullo.
Si no fuera por la música del Flaco y la cámara fotográfica de mi hermano Ariel nunca hubiera sido fotógrafo. El libro Rock argentino, fotografías es un tributo a la obra artística de Luis Alberto Spinetta, que me sigue acompañando siempre. Quiero terminar mi texto con una frase del tema “Poseído del alba”, de Pescado Rabioso: “Soy tan frágil que tengo, como vos, que transformarme”. Te doy gracias.
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