SEIS DIÁLOGOS DE CRÓNICA E ILUMINACIONES
› Por Luis Alberto Spinetta Y Eduardo Berti
“Cementerio club”. Es más que una casualidad que por entonces se escribieran canciones con títulos como ése, o como “El show de los muertos” de Sui Generis, ¿no es cierto?
–Cuando me preguntan en qué me inspiré para alguna canción, yo respondo que muchas veces partía de la necesidad de hablar de otras cosas, aunque finalmente terminé hablando de lo mismo que el noventa por ciento de la gente. Casi siempre los primeros dos versos establecen el código de lo que vas a decir y vos no podés dominar eso. Por ejemplo, cuando escribí: “Justo que pensaba en vos, nena, caí muerto”, no sabía que después iba a decir todo lo otro ni que iba a terminar llamándose “Cementerio club”.
Es que la nena casi desaparece y pasa a ser más fuerte la muerte.
–Sí, claro, pero no sé en qué me inspiré. De verdad.
¿Cómo es la anécdota de la cárcel?
–Ah, sí. Eso fue en la época de la Banda Spinetta. En 1977, creo. Me llevaron preso sin ton ni son con otros músicos como Bernardo Baraj, que ya entonces eran súper profesionales. En una de las paredes de la celda estaba escrito un verso de esta canción: “qué solo y triste voy a estar en este cementerio”. Cuando me llevaron a ver al comisario, el tipo me dijo que sus hijos tenían mis discos. “Bueno, no sólo sus hijos –le dije–, alguien escribió una canción mía en un calabozo. Venga a ver”. Antes de dejar la comisaría, volví a la celda y agregué “qué calor hará sin vos en verano”.
¿Cuál ha sido y cuál es tu relación con los discos y la obra de Charly?
–La música de Sui Generis nunca me gustó. Me pareció siempre una música carente de swing. Al lado de la de Almendra me parecía algo tipo María Elena Walsh, pero a partir de “Tango en segunda” (del tercer disco Instituciones) y de la propuesta de La Máquina de Hacer Pájaros y Seru Giran, me fui acercando, me empezó a gustar cada vez más su música, y hoy pienso que es un verdadero monstruo de la canción de acá y de todos lados. Un compositor increíble. De todos modos, reconozco que a partir de Sui Generis cambió la historia del rock en Argentina. Creo que el gran poder de Charly, sobre todo en Sui Generis, ha sido poder decir lo mismo de una manera súper simple, abierta al entendimiento de cualquiera. Si Almendra aportó la fantasía, Sui Generis aportó la realidad. Esto tiene un valor inmenso, pero en términos estrictamente estilísticos me cuesta escuchar a Sui Generis, así como muchas veces me cuesta escuchar a Almendra.
¿La canción “Pobre amor, llámenlo” que grabaste en tu disco Privé sella el final de este fallido proyecto a dúo?
–“Pobre amor, llámenlo” es el gran amor que yo siento por él, que lo vi en varias situaciones muy jodidas, donde lo único que podía hacer era quererlo, o sugerirle que fuera a descansar. “Búsquenlo, llámenlo”.
Cuando Charly subió a escena con Jade, tu público lo silbó; cosa que no ocurrió a la inversa, cuando vos fuiste a su concierto. ¿Cómo repercutió esa silbatina en vos?
–Para mí es un peso muy duro que ése sea mi público, pero debí aceptar que es así. Forma parte de algo que yo mismo he creado, pero no con semejante intención, como si hubiese inventado la fusión atómica y después otro tipo crea la bomba. No tengo la culpa pero, en parte, el iniciador del asunto fui yo.
No entiendo. ¿De qué sos culpable?
–De haber creado una mentalidad. Yo me inventé una línea artística, un estilo que siempre se caracterizó por una no transa y por la puesta a punto de un mecanismo exuberante de creación. Algo tipo Dalí que puede llegar a ser aborrecido por momentos.
¿Por qué “tipo Dalí”?
–Salvando las enormes distancias, me identifico con el tipo en el momento en que hace una forma artística y no pretende dirigirse específicamente a la gente, sino comunicarse con el cosmos. Y yo sé que discos difíciles como Alma de diamante o algún otro me han hecho un poco un público selectivo, retrógrado, selecto, pese a que la intención de la música era una apertura total.
Un público acérrimo.
–Fanáticos. Lo que más odio es haber creado fanáticos cuando yo nunca he sido fanático en mi obra. Eso es doloroso. Y creo que yo generé parte del fanatismo que llevó a un grupo de gente a chiflar a un tipo como Charly. Siento que a mí no me aceptan, tampoco; se han fanatizado tanto que si me salgo de las casillas, si hago algo no contemplado dentro de los límites de su fanatismo, me deben de odiar. En vez de sorprenderse, odian. Pero hay algo de mi obra que parece haber llevado implícita esa cosa sectaria. Se ve que el producto entre mis obras y las mentes, algo “así” (gesto de locura) genera una forma particular de fanatismo. Puedo decir que son unos pelotudos porque me han hecho el objeto de su fanatismo.
La “Continuación del hielo...” era más directa. El estribillo decía “hay que perforar el hielo” en vez de “voy a perforar el hielo”, y otro verso (“la gente pierde el miedo”) parece aludir a las primeras manifestaciones fuertes contra la dictadura de Onganía, como el Cordobazo. ¿Es verdad?
–Sí, es cierto. Pero te quiero aclarar que yo odiaba la música de protesta y la sigo odiando. Nunca consideré que ningún tema mío fuese un alegato contra nada. En las letras de Almendra, lo que hay de contracultural no está dado por un contenido contestatario sino por la poesía y por la ruptura de imágenes. Después creo que busqué cosas más contestatarias en otras épocas, pero también tenían que ver con lo estético, con cómo me vestía o la actitud que tomaba sobre el escenario y no con un discurso contestatario.
¿Prestabas atención a lo que sucedía en el exterior a nivel contracultural? Por ejemplo, ¿seguiste de cerca el Mayo Francés?
–Lo seguí relativamente. Para los argentinos era importantísimo saber que Julio Cortázar y el Che Guevara estaban presentes ahí. Pero creo que lo seguí más por eso que por algún tipo de filiación.
Vos ya le habías dedicado una canción al Che Guevara, que acababa de ser asesinado.
–Estaba del lado del Che... es eso.
¿Había algo que emparentaba al Che con John Lennon?
–Y, sí. El Che Guevara era un personaje cargado de sangre y erotismo. El tipo que había renunciado a los puestos de poder que ofrecía Castro, el tipo que era médico y sin embargo se lanzó a matar. Su imagen era muy fuerte y en aquel momento, con esa barba y esa boina, parecía un híper Beatle. Además me conmovía saber que era argentino, aunque acá muchos querían que no lo fuera.
El tema “Las golondrinas de Plaza de Mayo” concluye diciendo: “Si las observas, comprenderás que sólo vuelan en libertad”. ¿La letra guarda alguna relación con la dictadura militar, que recién comenzaba?
–No me di cuenta de eso. Es independiente del golpe y del momento político. Lo que pasa es que siempre hay un grito de libertad en alguna de mis letras, así como hay una permanente crítica al abuso del poder.
¿Cómo repercutió en vos en ese momento el golpe de estado del ‘76?
–Debo confesar que en un principio me alegré... yo no podía escuchar más gritar a Isabelita y a López Rega, sentía que estábamos en un oscurantismo absoluto. Pero claro, me alegré sólo por unos meses. Eso se disipó muy rápido, cuando amigos míos empezaron a desaparecer. De la alegría pasé directamente al terror.
En Pescado 2 empezás a usar el “vos”. Si antes habías dicho “Tú tienes piel y tienes manos...” (“A estos hombres tristes”), ahora en “Como el viento voy a ver” cantabas “Vos no me dejaste, nena...” ¿Qué motivó ese cambio?
–Mirá, creo que se dio a partir de intentar trasladar al castellano cierto slang que utiliza el rock internacional desde las primeras épocas. Las letras de Jagger o de Lennon-McCartney, por ejemplo, están llenas de contradicciones, neologismos y giros idiomáticos raros. Si nosotros hubiésemos trasladado el lunfardo del tango al rock hubiese sido una desgracia (“Ya despiértate, percanta”), porque a la vez el rock y la juventud argentina tenían y tienen un vocabulario propio. En la época de Pescado yo empecé a hablar como los rockeros de entonces (“quiero destruir la mierda de mi gran ciudad”) y mal podía usar el “tú”. Nos parecía castizo, nos parecía de bolero. Había que usar el “vos” porque incluso muchos tangos hablaban así, de “vos”. Esa es una de las cosas más valientes que tuvo el tango y hay que tomarla como referencia.
En la época de “A estos hombres tristes” yo todavía no había pensado en optar entre “tú” y “vos”. Por esa época casi todos usaban el “tú”; Nebbia cantaba “viento, dile a la lluvia”y no “decile”. Pero los inconvenientes empezaron a surgir cuando dejé de hacer letras descriptivas y empecé a nombrar a la mujer o al amigo, a hablar con ellos. Cuando me decidí a utilizar el “vos”, entonces hasta busqué letras para poder expresarme así. Pero en los últimos tiempos por ahí hasta volví al “tú” (“tienes poco tiempo para explicarte / todos los enigmas que te rodean”; “abre tu mente al mundo”) aunque sin usar el pronombre, con los verbos conjugados, porque llegué a pensar que a veces hay que explotar el idioma más allá de los usos locales. En definitiva, creo que tengo una técnica de “tú” y “vos”.
Respecto de esa “técnica mixta”, a veces pienso que el lenguaje del rock argentino es inexistente. Charly García, por ejemplo, en la estrofa de una misma canción (“Yendo de la cama al living”) dice “puedes” y “podés”.
–¿Inexistente?
Tal vez es tan real como todos nosotros, que también hablamos mezclando el “vos” y el “tú”...
–Me inclino más por eso, porque la gente a veces dice “fui” y otras dice “he ido”. Y muchas veces se utilizan ciertos giros más castizos para ironizar o hacerse el culto. Yo intenté ironizar, también, cuando le puse “Diganlé” a un tema que grabé con Jade. Fue así, con acento en la “e”, bien adrede.
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