Domingo, 3 de febrero de 2008 | Hoy
SANTA FE › TESTIMONIO JUDICIAL DE UNA SOBREVIVIENTE
María Luisa Rubinelli fue secuestrada en febrero de 1977 en Rosario por una patota militar junto a su marido y trasladados a un centro clandestino que podría haber sido la Quinta Canut, en Baigorria.
María Luisa Rubinelli fue secuestrada en febrero de 1977 en Rosario por una patota de la última dictadura militar junto a su marido (ver aparte) y trasladados a un centro clandestino que bien podría haber sido la Quinta Canut, en Granadero Baigorria. Rubinelli fue liberada un mes después en Alberdi. Sus secuestradores le dijeron que "olvidara lo ocurrido". Pero como la memoria persiste, 29 años después, desde Jujuy, donde está radicada, decidió dar su testimonio judicial en una causa que se tramitaba en Rosario. Recordó olores (¿de Celulosa Argentina?), sonidos (¿del ferrocarril Mitre?), movimientos, diálogos, dolores y pérdidas. Un testimonio directo de una sobreviviente de la dictadura. Rosario/12, a través de José Maggi, logró ubicar a Rubinelli ante la posibilidad de que fuera una sobreviviente del posible segundo centro clandestino de detención en Granadero Baigorria: la Quinta Canut. El otro, se sabe, es La Calamita. En una entrevista publicada el 3 de enero pasado, la mujer dio detalles del lugar de detención que bien podría haber sido la Quinta Canut. Ahora, Rosario/12 accedió en exclusiva a la declaración testimonial de Rubinelli en la causa "Brarda contra Guerrieri-Calamita- Funes", realizada a fines del 2006 a través de un exhorto enviado por la Justicia Federal de Rosario a Jujuy, donde está radicada, donde surgen más detalles del lugar de su cautiverio:
* Techos. "El 28/02/1977 a la 1.30 un grupo de personas vestidas que civil que se identificó como de la Policía penetró en nuestro domicilio por los techos, secuestrándonos a mi marido: Aníbal Artemio Mocarbel y a mí. Luego me enteré de que también nos habían robado: utensilios de la cocina, electrodomésticos, muebles, alfombras, veladores, ropa, discos, una heladera y una alianza de casamiento".
* Acondicionada. "Nos llevaron en un auto tirados en el piso, a una casa apartada, en las afueras de la ciudad. De acuerdo a lo que escuché, la casa había sido 'acondicionada' unos seis meses antes de mi llegada. Tenía techos de cinc con espacio entre el cielorraso y la cobertura exterior, por donde se escuchaba que andaban ratas".
* Los de arriba. "Conocí un altillo amplio que usaban como dormitorio, al que me condujeron y donde permanecí unos días, mientras me recuperaba de una hemorragia, probablemente producida por un aborto. Allí mejoró la comida que me daban. Me atendió un médico joven al que llamaban Alejandro, quien ordenó una transfusión. Contaban con el apoyo de otro médico más viejo, de voz gangosa. Luego destinaron a una persona para que me auxiliara, debido a mis escasas fuerzas. Cuando pregunté por qué se tomaban esos cuidados, me respondieron que ellos eran responsables ante 'los de arriba'".
* El baño. "Al ser regresada al lugar habitual de detención, durante el recorrido pude advertir que había una cocina azulejada, blanca, que parecía antigua. En una salita contigua a ésta aplicaban la picana eléctrica, en las sesiones de tortura. Ya en el lugar de planta baja, me enteré de la existencia de un baño que comunicaba el lugar en que me encontraba detenida con una habitación en que había varios hombres detenidos (entre ellos estaba mi marido) entre quienes, algunos actuando en complicidad con los secuestradores y simulando ser detenidos interrogaban a quienes verdaderamente habían sido detenidos. En una ocasión me condujeron a ese baño, que no era el más cercano al lugar donde me encontraba, pero estaba en mejores condiciones. Dos hombres (uno de ellos se identificaba como Miguel) y una mujer (a la que llamaban María) que supuestamente eran ex integrantes de organizaciones guerrilleras, se ocupaban de tareas de limpieza, preparación de comida, etc, teniendo -aparentemente- libre circulación por el interior de la casa".
* Como un galpón. "Ésta estaba rodeada por huertas (en desuso). Usaban una radio para mantener comunicación permanente. Se oía claramente el vuelo de aviones o avionetas prontas a aterrizar. También se escuchaba el paso del Ferrocaril. Llegaban olores de celulosa. En alguna ocasión alguien se refirió a un río cercano. La casa daba a un camino de tierra, no estaba demasiado alejada de otra/ s construcción/es. El lugar donde estuve detenida era una especie de galpón, que comunicaba con la cocina en que preparaban los guisos, así como el mate con pan, con que nos alimentaban. También comunicaba con un baño. El piso era de cemento, creo que de color amarillo".
* Matrimonio. "Permanecí con los ojos vendados todo el tiempo. Los primeros días con las manos atadas con trozos de sábanas de mi casa, luego me pusieron esposas y finalmente, dejaron mis manos libres. Estaba echada sobre un colchón, tirada en el piso. Por momentos tenía compañía de otras mujeres, por momentos estaba sola. Mientras permanecí allí, llegó gente también detenida que era interrogada. Una de esas veces llevaron a un matrimonio que probablemente tuvieran aproximadamente 60 años de edad, a quienes interrogaban acerca de una hija o hijo. En esos días hubo gente de algún otro organismo, que decía proceder de Buenos Aires, quienes probablemente se hayan llevado consigo a ese matrimonio".
* Explosivos. "Otra vez comentaron haber realizado un procedimiento en un casa, usando explosivos. Cuando fui liberada me enteré de un operativo en que demolieron -empleando explosivos- una casa ubicada en Riobamba y Colón. Las fechas eran coincidentes. Durante los días de lluvia tenían dificultades para entrar y salir de la propiedad. Disponían al menos de: una camioneta, un Falcon y un Taunus".
* Comandante Sebastián. "Algunos de los integrantes del grupo decían ser ex gendarmes, decían encargarse de las guardias exteriores y no participar de los operativos. Estaban subordinados al "comandante" Sebastián, quien no permanecía en la casa, salvo en caso de realizar algún interrogatorio. La mayor parte de los miembros del grupo parecían ser muy jóvenes y formarían parte de dependencias tales como: control de alcohol, de drogas, de prostitución. Eran oficiales (o suboficiales) supuestamente egresados de la "escuela". Algunos apodos que empleaban: Angel, Puma, Jacinto, Agustín, Armando, Mario. Mencionaban como lugares de encuentro: el Club, El Cairo. Al llegar me sustrajeron el reloj y la alianza, que me fueron devueltos cuando estaba por ser liberada. Una noche realizaron un simulacro de interrogatorio. Avisaron que el "comandante" nos interrogaría (a mí y a otra mujer con la que entonces compartía el encierro). Hicieron ostentación de armas, haciéndolas sonar en seco, como si las aprontaran para disparar. Esa noche fui llevada a una habitación muy iluminada, donde supuestamente estaba a solas con el "comandante". A esa altura había aguzado mi oído. Podía intuir que había más personas. Me dijeron que me harían algunas preguntas de las que ya sabían las respuestas, de modo que podía contestarlas o no. Me interrogaron acerca de actividades de mi marido y de sus conocidos. Más tarde me informaron que me dejarían en libertad. Al preguntarles acerca de la liberación de mi marido, me dijeron que lo retendrían un tiempo más, que seguramente no lo matarían, pero que no lo vería por un tiempo. Él fue trasladado a otro lugar, antes de mi liberación".
* Un piso rojo. "La noche que me sacaron de la casa para liberarme hicieron un simulacro de tribunal, en el que participó alguien a quien nunca había escuchado y que dijeron "había llegado de Mendoza". El piso de esa habitación era rojo. Me recomendaron que olvidara todo lo ocurrido y que hiciera una vida normal. Me advirtieron que alguien me vigilaría durante un tiempo. Finalmente -ante mis preguntas- respondieron nuevamente que mi marido permanecería con ellos un tiempo más. Al preguntarles por qué me habían detenido, respondieron que así actuaban cuando no estaban seguros, porque en algunos casos obtenían pistas. Esa noche llovía. Fui dejada en un refugio de la por entonces Línea 56, con las manos atadas con una cuerda floja, de manera que pudiera desatarme fácilmente; y con los ojos vendados. Me ordenaron que me desatara cuando no escuchara el ruido del auto. Cuando me saqué la venda advertí unas luces a lo lejos. Caminé hasta una estación de servicio, donde pedí a un camionero que me acercara a alguna calle por donde pasara un colectivo. Me llevó hasta Avenida Alberdi".
Informe: Andrea San Esteban
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