Cuando Ñúbel logra hacer su juego, ese que definió un estilo, es muy difícil que no supere a sus rivales. Puede tener complicaciones al momento de desarrollarlo y sostenerlo, pero en algún momento encontrará las herramientas para poner en práctica su sello. Así le ganó ayer a San Lorenzo, en un partido en el cual jugó de mayor a menor, y sobre el final casi culmina en empate. Pero la contundencia en ataque y la solidez en defensa torcieron la balanza para los de Martino, que alcanzaron en la punta de la tabla a Lanús, equipo que hoy recibe a Quilmes.

El arranque fue frenético. Ambos superaban el mediocampo con una velocidad asombrosa. Scocco avisó rápido, antes del minuto de juego, con un remate desde lejos que dio en el palo. Al menos en el primer cuarto de hora, a Ñúbel no le molestó que San Lorenzo lo llevara al juego que más le gusta a Pizzi, a esa impronta arrolladora en ataque, pero que deja grandes grietas en el fondo. Porque cuando lograba contrarrestar con suficiencia los embates del Ciclón, encontraba muchos huecos como para que Nacho y compañía se movieran con facilidad.

El vértigo se mantuvo casi hasta mitad de la etapa. El local elegía bien cuando conducía desde las bandas hacia el centro, pero le faltaba profundidad para dañar a Guzmán y su defensa. Le faltaba orden, es verdad, pero es una marca registrada de los equipos de Pizzi, que arriesgan todo lo que tienen en ataque a costa de regalar espacios en el fondo. La Lepra, mucho más paciente, se sintió cómoda cuando el juego ganó en lentitud. El partido se disputaba como Martino y sus dirigidos habían proyectado. San Lorenzo no lastimaba y Ñúbel esperaba agazapado el error que le diera la ventaja. Esa acción llegó a los 36 minutos cuando Scocco se vistió de enganche y le dio una gran asistencia a Rodríguez, que definió con justeza bajo las piernas de Migliore. Otro fallo grosero de la defensa local que el rojinegro supo leer y capitalizar.

San Lorenzo fue en busca de la igualdad, pero no hizo más que encontrarse con la firmeza que mostraba Ñúbel en el fondo, sobre todo en la solidez que contagiaba Heinze. Y mientras el local chocaba sin claridad, se acrecentaban las ventajas para la visita. Los ofensivos rojinegros se aproximaban a Migliore con pelota dominada, aunque el intento por no equivocarse en la jugada final demoraba la definición.

La dificultad por cerrar el partido despertó al Ciclón, que se recuperó a través de algunas acciones individuales. Jara casi convierte pero Guzmán resolvió con complicaciones; Piatti, a su vez, marcaba diferencias por la izquierda, Mercier intentaba conducir y Stracqualursi retrocedía para unirse al bloque creativo. No obstante, quedaba claro porqué San Lorenzo es el equipo menos goleador del Torneo Final.

Ñúbel, por su parte, retrocedió varios metros en el campo. Scocco se quedó en soledad en ataque y el ingreso de Bernardi no contribuyó a resguardar la pelota. Martino leyó la caída de su equipo y buscó más aire en Tonso y Urruti. El objetivo era adelantarse en el campo y salir del fondo, a pesar de que la defensa tuvo un partido casi perfecto. Heinze fue el caudillo y el resto respaldó con buen tino. Las modificaciones surtieron efecto y Ñúbel pudo contener al local en el cierre. Así, superó con tranquilidad y sin apremios el desenlace para quedarse con un triunfo clave. En lo anímico, de cara a la Libertadores. Y, en lo deportivo, porque por lo menos hasta hoy se encuentra en la punta de la tabla.

0 San Lorenzo: Migliore; Prósperi, Gentiletti, Alvarado, Kannemann; Buffarini, Mercier, Kalinski, Ruiz; Jara, Stracqualursi. DT: Juan Antonio Pizzi

1 Ñúbel: Guzmán; Beloso, Vergini, Heinze, Casco; Pérez, Villalba, Cruzado; Rodríguez, Scocco, Figueroa. DT: Gerardo Martino

Gol: PT 36m Rodríguez (Ñ)

Cambios: ST 8m Piatti por Ruiz (SL), 17m Bernardi por Cruzado (Ñ), 21m Correa por Kalinski (SL), 28m Tonso por Figueroa (Ñ), 38m Bordagaray por Kannemann (SL), 39m Urruti por Scocco (Ñ)

Arbitro: Néstor Pitana

Cancha: Nuevo Gasómetro