Miércoles, 5 de septiembre de 2007 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › "HAIRSPRAY", UNA COMEDIA IRRVERENTE QUE NO TIENE NADA DE LIVIANA
El film propone una mirada crítica sobre las convenciones instaladas en la vida doméstica y social y los estigmatizantes y ofensivos prejuicios raciales. Travolta en un rol increíble.
Por Emilio A. Bellon
Hairspray: 8 puntos
(Hairspray. EEUU, 2007)
Coreografía y dirección: Adam Shankman
Guión: Mark 0' Donnell y Thomas Meehan
Música: Marc Shaiman
Intérpretes: John Travolta, Michelle Pfeiffer, Chistopher Walken, Amanda Bynes, James Mardsen, Zan Efron, Nikki Blonski.
Duración: 97minutos.
Salas de Estreno: Monumental, Del Siglo, Showcase y Village.
¿Cómo no celebrar esta comedia musical que ya desde las primeras imágenes nos recibe con un particular saludo?. Y así en esta alocada y por momentos irreverente y por momentos juguetona realización todo comienza un 3 de mayo de 1962 en la provinciana ciudad de Baltimore. Al son de la música y el baile, claro está, con una voz muy personal y con un coro identificable de los musicales de aquellos años.
Al igual que "Los Productores", delirante film de factura Kitsch que pudimos disfrutar hace ya año y medio, "Hairspray" mira hacia otro film de igual nombre estrenado en 1988, en la medida de que ambos parten de la pantalla grande para luego pasar a representarse en los escenarios del Broadway en primer lugar. En el caso de "The Producers", conocido en nuestro país, como "Por un fracaso, millonarios", el film abría la carrera del siempre admirado Mel Brooks. En esta historia que hoy comentamos, la misma se apoya en el film de culto de John Waters de fines de los 80, en el que el centro de la escena está concurrido por los fanáticos de un programa de televisión local conocido como "El show de Corny Collins".
En un clima de estridentes colores, de vestimentas brillantes y exuberantes, en esos años en el que el Arte Pop hacía caer las púdicas faldas de puritanas damas de la alta sociedad y los rosarios de misa eran reemplazados por chillonas fantasías en cada mano de una quinceañera, Hairspray construye una mirada crítica sobre las convenciones instaladas en la vida doméstica y social y los estigmatizantes y ofensivos prejuicios raciales.
Ahí está el spray para el cabello. El que siempre está al alcance de damas y caballeros que ven elevar sus peinados según los últimos dictados de la moda. La nube de spray se libera desde los títulos iniciales y recorre todo el film, como marca identificatoria de ese programa de tevé que tanto excita a nuestra protagonista, marginada por no responder al canon de belleza oficial, burlada por su baja estatura y su anticipada obesidad. Se llama Tracy Turblad y el rol lo compone, en su primera actuación para el cine, de manera magistral, conmovedora, la joven Nikki Blonski.
Ella tiene un sueño... como tantos otros. Ella desea bailar frente a las cámaras de televisión. Siempre busca ser separada de las tediosas clases; porque allá están castigados, los negros; relegados y excluidos, pero vivos en sus bailes y en sus canciones.
Por lo general, se asocia el género musical a un género de evasión. La creencia de que bailar y cantar sólo están ligados a momentos de euforia y de optimismo está particularmente extendida. Sin embargo, a través de este género numerosos directores pudieron plantear una fuerte mirada crítica sobre los comportamientos de una época como lo legitima toda una serie de films de Vicente Minnelli y Stanley Donen, Gene Kelly en los 50 y ya en los 60, Robert Wise con "Amor sin barreras" ("West side Store"), y "La novicia rebelde" ("The sound of Musica"), este respecto de las jerarquías autoritarias y del nazismo; film que por otra parte se llegó a exhibir en Austria, hasta hace poco, con la secuencia final amputada. Ya en los 70, "Cabaret" de Bob Fosse hasta "Hair" de Milos Forman, pasando por "Jesucristo Superstar" de Norman Jewison.
Sobre los primeros sueños, los diferentes, rechazados y sobre el racismo trata en parte Hairspray, al igual que su predecesora, de J. Waters en el espacio de la comedia "Trash" propio de su director, con su superlativo icono, Divine, en el rol que hoy cumple el sorpresivo John Travolta. Es él quien en "Hairspray" interpreta a la madre de Tracy, con un exceso de kilos y una progresiva "fealdad" que la ha llevado a recluirse, puertas adentro, por diez años, entregada a las tareas domesticas; sobre todo planchar y planchar. Es Edna su nombre y está casada con Wilbur un hombre que atiende día y noche su encantada casa de chascos y de disfraces. Ya conocemos a la familia de Tracy abramos la puesta y veamos entonces, qué pasa allí en el canal local, en esas instalaciones donde los jóvenes tratan de triunfar, mediante odiosas competencias orquestadas por la bruja del lugar, Velma Von Tussle; personaje que tiene el rostro de una insidiosa, artera y malvada Michelle Pfeiffer.
Un deseo tiene Tracy: que los negros tengan su propio día. Y que además siempre puedan participar con los blancos. Todos juntos. La cólera esta por estallar: las puertas se intentan bloquear, sellar. Los nuevos caminos quieren ser dinamitados. Y una historia de amor está por comenzar.
Desde "Grease", aquel film de Randall Kleiser estrenado hace treinta años, John Travolta tiende un puente en ese lugar de cruce los 50 y los 60, con "Hairspray". En ambos film, a través de las canciones y los bailes se va dibujando los cambios y transformaciones. Y mientras en "Grease" se despiden de la virginal Sandra Dee, Hairspray lo hace de la sonriente y hacendosa Doris Day.
Si bien esta versión de "Hairspray" no tiene los rasgos subversivos del film de john Waters (quien pasa frente a nosotros, por la calle, por unos segundos en los momentos iniciales, con bigotes afilados e impermeable) el film de Adam Shankman garantiza una continua diversión y una constante reflexión sobre enmascaramientos e hipocresías. Y también hace posible, en clave de cuentos de hadas, un "happy end" a toda orquesta.
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