A un año del III Congreso de la Lengua, la semana pasada el Teatro El Círculo volvió a ser testigo de un acontecimiento cultural, que aunque desprovisto de la parafernalia publicitaria que rodeó a aquél, probablemente, con el tiempo, se convierta en un hecho mucho más trascendente para la ciudad. Luego de una semana de preselecciones y semifinales, en la noche del jueves la centenaria sala se convirtió en escenario de una función extraordinaria, y no sólo por estar fuera de abono. Durante algo más de tres horas, por sus tablas desfilaron los protagonistas del 1er. Concurso Internacional de Voces Líricas "Ciudad de Rosario". Con inscriptos de Brasil, Chile, Uruguay y la Argentina --y la curiosa excepción de Rosario, que casi no registró participantes--, el certamen se desarrolló desde el domingo 13 de noviembre y se extendió a lo largo de cinco jornadas consecutivas.

Germinado a partir del esfuerzo individual, casi obcecado, de uno de esos tantos gestores culturales empíricos con los que cuenta esta ciudad, el tenor Adrián Castagnino, el proyecto surgió hace poco más de un año, cuando parte del equipo que hace La Opera de Rosario comenzó a volar más alto.

"La idea fue de Rubén Berasain, un enamorado de esta ciudad, alguien que aunque ha estado infinidad de veces sobre las tablas del Colón, una vez me confesó que cada vez que salía a recibir el aplauso del público de Rosario en El Círculo, le temblaban las piernas --contó Castagnino en la presentación de la gala de cierre. El fue el que me dijo: qué bueno sería poder organizar un concurso lírico de nivel internacional, pero fuera de Buenos Aires, en Rosario. Y yo, que había participado en varios, y sabía de lo enriquecedora que es esa experiencia, sobre todo para los más jóvenes, pensé que era sólo cuestión de intentarlo".

Desde ya, se sabe que incursionar en empresas culturales en esta ciudad, paradójicamente y a pesar de los discursos y los slogans, es ingresar a un territorio inhóspito y hostil. Pero tomando como consigna aquélla máxima que reza que 'lo que no mata te hace más fuerte', Castagnino y algunos pocos posibilistas vernáculos decidieron que sin importar cuantas puertas se cerraran, Rosario iba a ser sede del concurso.

Un año después, casi 40 cantantes llegaron desde Brasil, Chile, Uruguay y la Argentina --increíblemente con un pobrísimo porcentaje local-- para participar de un certamen que, entre otras cosas contó con un jurado de primer nivel: el maestro Carlos Fernández Aransay (director del Coro del Instituto Cervantes de Londres), Fernando Condon (vicepresidente del Servicio Oficial de Difusión Radiotelevisiva y Espectáculo del Uruguay), Eduardo Casullo (secretario de FUNDAMUS y titular de la Asociación de Graduados del Instituto Colón), y el tenor británico Anthony Hagwood, entre otros.

Pese a los apuros y desbordes propios de la primera vez, un notable puñado de jóvenes valores de la lírica pasearon sus talentos por Rosario. Con el uruguayo Mariano Otegui, un bajo que demostró con creces por qué se alzó con el único primer premio de la noche --el primer premio Voz Femenina se declaró desierto--, encabezando la lista, ganadores y finalistas se encontraron en escena para entonar arias clásicas y modernas.