CULTURA / ESPECTáCULOS › "CAUTIVA" PROPONE UNA MIRADA PROFUNDA SOBRE EL DOLOROSO PASADO
Sin apelar a maniqueísmos y haciendo
jugar a las emociones, Gastón Biraben
construye un relato lleno de tensiones.
› Por Emilio A. Bellon
"Cautiva". Argentina, 2005.
Guión y dirección: Gastón Biraben
Fotografía: Carlos Torlaschi y Abel Peñalba.
Música: José Luis Castiñeira de Dios.
Intérpretes: Bárbara Lombardo, Hugo Arana, Susana Campos, Osvaldo Santoro, Roxana Berco, Mercedes Funes, Silvia Baylé.
Duración: 117 minutos.
Distribuye Primer Plano.
Salas de exhibición: Del Patio.
Puntos: 9 (nueve).
Pese a los reconocimientos en Muestras y Festivales -Sundance, San Sebastián, La Habana, entre otros- la opera prima de Gastón Biraben (Mar del Plata), "Cautiva" no despertó mayor interés en la platea; por lo que, a una semana de su estreno en numerosas salas de la ciudad, sólo hoy se puede ver en una única función, en un cine céntrico. Y ya frente a ello no sabemos si entre tantos factores, este silencio obedece a razones de exhibición o tal vez (y esto sería realmente preocupante) por la temática que aborda. Lo cierto es que, a pesar de que este film mereció aplausos por parte de organismos de Derechos Humanos, tales como "Abuelas...", "Hijos...", cuando su presentación oficial en Mar del Plata en marzo de este año, no tuvo igual respuesta y difusión cuando su lanzamiento en octubre en Buenos aires.
Y una vez más este cine argentino nos lleva a comprometernos. Desde un costado particularmente que algunos quieren callar, aunque numerosos medios, en los últimos meses, siguen dando cuenta de aquella siniestra situación de apropiación y secuestro de los recién nacidos. Hecho jurídico, que en nuestro país, nos interna en los mecanismos siniestros de secuestros de persona, tortura y exterminio en los años trágicos de la represión. Una violenta y amenazadora dictadura que sigue obrando desde mandatos como "un no te metás" que llevó a que gran parte de la sociedad, aceptara, mansamente, la figura perversa del indulto. En "Cautiva" de Gastón Biraben es la actriz Susana Campos, de una trayectoria de más de cuarenta años en el teatro y en el cine, quien en este su penúltimo film, se asume como una de tantas abuelas que inició una búsqueda sobre el paradero de quien es o debería ser considerada su desconocida nieta, ahora, en manos de aquellos que violentando las reglas, y en nombre de una simulada adopción, fueron cómplices en arrancara páginas de historias de vida, con filosas uñas de acero.
Son las imágenes del aún hoy celebrado con cierto cinismo Mundial del 78, las que abren el film, a través de las escenas deportivas que poblaron miles y miles, millones y millones de aparatos de tevé; mientras en algunos ocultos lugares del país y en tantos otros del exterior, la figura simbólica de la pelota de fútbol se mostraba rodeada por alambres de púas. Son esas imágenes las que nos empujan ahora a una fiesta familiar: se trata del cumpleaños de 15 de Cristina, perteneciente a una familia de clase media acomodada, alumna de un colegio privado. Estamos ya en 1994. en esa fiesta todo está reglado, como para que las fotos, en un futuro, aseguren que allí sólo cabe la esperada y tranquilizadora normalidad.
Pero un día, esta joven, recibirá una visita y con ella una decisión, y paso siguiente la confirmación de una tan desconocida verdad. Será la ley, en su transcurrir más digno, la que la coloque frente a un espacio que en principio la llevará a una desesperada fuga y que, paulatinamente, le permitirá abrir otras puertas.
En su debut para el cine, la joven Bárbara Lombardo, como Cristina en los primeros tramos del film (con otro nombre que le será descubierto entre forcejeos interiores) protagoniza un relato, casi en primera persona, en la que deberá pendular entre sentimientos, en principio hostiles y contradictorios. Será ella quien despierte cada día ante nuestra mirada con su rostro abierto a tantos miedos e interrogantes, con ese temor de una adolescente que de pronto descubre que todas aquellas certezas eran un macabro simulacro. Será esta joven, quien al principio no puede comprender los reproches que su compañera española, del mismo curso, le hace a su profesora de Formación Cívica, sobre ese eufemismo del llamado "perdón presidencial", la que finalmente se unirá a estos reclamos en su deseo de querer saber. Sobre el querer saber y el decreto por olvidar oscila la historia de estos jóvenes, sometidos a permanentes manipulaciones del oficialismo.
Sin apelar a maniqueísmos, y haciendo jugar el movimiento de las emociones, Gastón Biraben construye un relato de tensiones que se manifiestan en las variadas respuestas, en los modos en que cada personaje hace valer su voz. Desde la férrea y solvente decisión del Juez Federal, el personaje de Cristina que poco a poco irá asumiendo otro nombre (el que sus auténticos familiares le entregan), se va moviendo por un camino de cornisa, situación fuertemente subjetivizada. Ubicada entre los reclamos que las voces del pasado le permiten escuchar y las argumentaciones de sus padres adoptivos, su fragilidad la lleva a experimentar el dolor de todo un tránsito, en su necesidad de refundar su propia identidad. En uno de los momentos iniciales del film, cuando ya el juez la manda a buscar, escuchará por primera vez, en un espacio ajeno a su propio mundo, la voz de una mujer mayor que le dice: "Yo soy tu abuela, la mamá de tu mamá". Expresión que crecerá desde otro lugar insospechado: el que mana desde el sereno dolor de la experiencia, el que anima otra de las páginas arrancadas, el que proviene del relato de una veterana enfermera que había asistido a su madre, aquella noche. Momentos memorables, captados desde un sinceramiento y desde un despojo un tanto inusuales en nuestro cine, en relación con estas necesarias temáticas, que en la composición de ambas actrices, Susana Campos y Lidia Catalano adquieren relieve de momentos trascendentes.
Respaldada por una coherencia ética e ideológica, esta obra de Gastón Biraben, que evita sensacionalismos y escenificación de clichés, se puede pensar como otro de los auténticos legados sobre uno de los períodos más vergonzantes y trágicos de nuestra historia; igualmente, de proyección universal. En ese medio tono que cede su lugar a la duda, a los miedos, en esos vacíos que le permitirán a la joven Sofía (nombre elegido por sus padres, jóvenes arquitectos en aquellos años 70) querer conocer la antigua habitación de su madre; en esos recorridos es que "Cautiva" sale al cruce de otros films (para quien escribe esto), de relevante significación tales como "Garage Olimpo" de Marco Becchis, "Un muro de silencio" de Lita Stantic, "Los dueños del silencio" de Carlos Lemos, entre algunos otros (no tantos) que pudieron desde una mirada pudorosa preguntarse sobre cómo representar el despojo, la humillación, la muerte.
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