CULTURA / ESPECTáCULOS › LIAM NEESON Y PIERCE BROSNAN EN UNO DE ESOS WESTERN MODERNOS
› Por Leandro Arteaga
Perseguidos por el pasado (Seraphim Falls) EE.UU., 2006
Dirección: David Von Ancken.
Guión: David Von Ancken, Abby Everett Jaques.
Fotografía: John Toll.
Montaje: Conrad Buff.
Música: Harry Gregson-Williams.
Intérpretes: Liam Neeson, Pierce Brosnan, Michael Wincott, Ed Lauter, Robert Baker, Anjelica Huston.
Duración: 115 minutos.
Salas: Monumental, Del Siglo, Village, Showcase.
Puntos: 7 (siete).
Gracias a Clint Eastwood el western volvió a las pantallas. Los imperdonables (1992) significó esto y más, dada la reflexión que sobre sí el mismo género hubo de enfrentar. A partir de allí varios films encontraron buena o regular suerte. Pero lo cierto es que el western se estableció con una permanencia nueva casi ininterrumpida. Entre otros títulos en espera, valga destacar el estreno inminente de una nueva versión del clásico de Delmer Daves, El tren de las 3.10 a Yuma (1957), film de culto en el que supo destacar un glorioso Van Heflin.
Seraphim Falls -o Perseguidos por el pasado, su título local- se suma a esta revisión del mito. El título sabrá evocar, desde su sola mención en boca de los personajes, el hecho nodal, aquel suceso que el tiempo pasado guarda, capaz de explicar la enemistad mortal que le jura el taciturno y otrora coronel Carver (Liam Neeson) a Gideon (Pierce Brosnan). Ambos enfrascados ahora en una búsqueda/huida respectiva, de desenlace mutuamente ansiado.
Desde esta premisa se nos presenta el film, mientras enhebra una historia mayor, que redimensiona el accionar dialéctico entre perseguido y perseguidor: hombres solitarios, curtidos en la lectura de la naturaleza, híbridos blancos resultantes -en este sentido- del exterminio indígena, incapaces de encontrar un lugar en la nueva ciudad que el ferrocarril anuncia, tal como le sucediera, podemos pensar, a Shane (Alan Ladd) al retirarse, lento y solo (y, según José P. Feinmann, también muerto) de la civilización que se erige, durante los minutos finales de El desconocido (1953, George Stevens).
En Perseguidos por el pasado también juega, de modo inevitable, la curiosidad que supone la caracterización del actor, en este caso por partida doble: Liam Neeson está estupendo: cruel y determinante, mientras Brosnan, alejado de su estampa snob de agente 007, encuentra también sus buenos momentos, como aquél en el que debe extraer la bala de su hombro y cauterizar la herida, luego de haber padecido un frío mortal. Pero la película encuentra su mejor momento cuando se reelabora, cuando la persecución es vuelta un signo, una metáfora, una síntesis. Es entonces cuando un cariz fantasmal, de muerte y renacimiento, cautiva al film bajo la figura evanescente de una dama de negro, portadora de medicinas curativas, en la piel emblemática de Anjelica Huston.
Es allí cuando Perseguidos por el pasado sabe salir airosa, desde un planteo cuasi-metafísico, sorpresivo, pero no por ello contradictorio respecto de las normas de género con las que abre su relato. La Guerra Civil aparece, entonces, como la herida que no sana, como la falsa cicatriz que guarda atrocidades no resueltas, o también como la sangre que el tiempo pretende olvidar; ese escarbar molesto desde el que supo concebirse, también, la brutal Pandillas de Nueva York, de Martin Scorsese, film-contrapunto del esplendor que supone todavía, para la historia oficial del cine, Lo que el viento se llevó (1939, Victor Fleming).
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