CULTURA / ESPECTáCULOS › "EL SABOR DEL EDEN", PELICULA INTIMISTA DIRIGIDA POR MICHAEL HOFFMAN
Además de ocuparse de los placeres culinarios, el film
invita a reflexionar sobre la discriminación y la soledad,
la apatía y la rutina, conflictos de pareja y rivalidad.
› Por Emilio A. Bellon
"EL SABOR DEL EDÉN" (O "Eden") (Alemania-Suiza, 2006)
Guión y dirección: Michael Hoffman
Fotografía: Jutta Polhman
Música: C. Kaiser y J. Maas
Intérpretes: Josef Ostendorf, Charlotte Roche, Devid Stuiesoro.
Duración: 97 minutos.
Salas de estreno: El Cairo, Del Siglo, Showcase y Village.
Calificación: 8 (ocho)
A muchos kilómetros de distancia de "Sin reservas", el último film sobre cuestiones gastronómicas que permaneció en cartelera hasta hace una semana, "El sabor del Edén" es un film que pareciera poner en el centro mismo de la escena a los placeres de la comida, su preparación y degustación inmediatas, pero que abre igualmente una serie de reflexiones sobre la discriminación y la soledad, la apatía y la rutina, conflictos de pareja y rivalidad, espera y amor platónico. Y es que en este film que está ambientado en un pueblo de Alemania del sur, una mujer llamada Eden (nombre que se ha juzgado de otra manera en el título con el que se ha conocido en nuestro país), casada, con una hija con síndrome de Down, camarera de un bar, encuentra, un día, alguien que resulta ser un chef de un local cercano, hábil diseñador, creador, de lo que se conoce como cocina afrodisíaca.
El nombre del visitante es Gregor, su voz en off nos irá acercando alguna de sus vivencias y su fascinación por esa manera de ser obeso, de haber logrado su propia y sorprendente panza; la que le recuerda la de su madre, cuando estaba en la dulce espera. Su condición de hombre solitario ya está marcada en los primeros momentos del film, en ese diálogo que mantiene con su presa, en esa manera de ir construyendo su mundo desde el equilibrio de los ingredientes que definen su particular modo de elaborar sus recetas. Entre Eden y Gregor hay un contacto inicial, pero no se trata aquí de un flechazo, sino de una comprensión, de un gesto, que acerca a ambos personajes desde la tristeza de cada uno.
En las antípodas del galán, del cocinero italiano que interpretaba Aaron Eckhart en "Sin reservas", y en tal caso más cerca, pero no tanto, de aquel que componía Sergio Castellito en la versión original de este film, "Bella Martha", el personaje que interpreta Josef Ostendorf funda, en este film, según su director, "una historia de amor en la que no pasa lo que se espera habitualmente"; esto es un concepto que va más allá de lo imprevisible y que instala junto a Eden, tan solitaria como él, (pese a estar casada y con una hija, Leonie), un acercamiento pudoroso, de elevada ternura que se vincula, desde el inicio, con el acto de comer. Esta invitación pondrá a los dos personajes en una serie de encuentros en los que veremos de qué manera sus conductas, sus olvidadas alegrías, se van modificando.
En un medio tono, con una voz intimista la historia sigue su cauce a través de primeros planos, de miradas y parlamentos que excluyen toda idea de reconstrucción ambiental para subrayar los matices de una relación. En "El sabor del Edén" el primer disparador placentero lo provoca el degustar el chocolate, sensación que irá acompañada desde ese primer momento, desde esa torta para una niña de cinco años, en un crescendo de reacciones corporales. En este sentido, podríamos considerar antológica aquella secuencia en la que los clientes del restaurant nos son mostrados, en sus mesas individuales, a través de felices gestos tras degustar una primera porción de algún plato exótico.
Pero no es el estallido de lo sensorial, expresado en orgiásticos colores y envolventes bandas sonoras lo que está allí, en la pantalla. Aquí hay otra manera de narrar, no ya del melodrama ni de la comedia festiva, sino el de un film que sigue, casi en silencio los vaivenes de los sutiles cambios emocionales. Como si se tratara de una historia sencilla y mínima, que pronto tendrá en su propio espacio la colera desatada por los celos de un marido, que enseña a nadar y bailar, que se siente amenazado ante al burla de sus amigos del bar y la sonrisa de su mujer. Y aún en estos momentos, ese tono continúa. En declaraciones a un matutino, en su paso por Buenos Aires a mediados del mes de septiembre, su guionista y director Michael Hoffman comentaba: "No es una película de alto volumen sino de pequeños tonos, sutiles, que van concordando. No es lo mismo una orquesta a todo volumen que jugar con los sonidos finos".
Es ese otro, Georgie, el que ayudará a que Eden pueda ir descubriendo otra manera de compartir, de sentir el amor. En "El sabor del Edén" hay secretos compartidos y un abierto gesto de reconocimiento. Y entre ellos dos cabe la comprensión de un pasado y la sencillez de sus presentes. Hasta Georgie descubrirá que su animal doméstico puede ser el próximo invitado a su mesa.
Los encuentros, cada día martes, entre Georgie y Eden van marcando reacciones cada vez más fuertes en el marido de ella. Hay un singular contrapunto a ambos lados de la ventana entre la ternura y la violencia, entre las plantas del jardín que se van destrozando y brazos que se acercan. El conflicto se va agravando y en cualquier momento la tragedia puede golpear a la puerta o bien precipitarse desde arriba, no sin antes escucharse una súplica de desesperación.
Entre dos seres solitarios la distancia la marca un mundo de desprecios y de burlas, de prejuicios y suposiciones. Pero la otra realidad está allí, esperando ser escuchada. En "El sabor del Edén" se nos invita a ello.
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