CULTURA / ESPECTáCULOS › "JUEGOS PROHIBIDOS", EL ULTIMO FILM DE NICK CASSAVETES
› Por Leandro Arteaga
JUEGOS PROHIBIDOS (Alpha Dog) 6 puntos
EE.UU. 2006
Dirección y guión: Nick Cassavetes.
Fotografía: Robert Fraisse.
Música: Aaron Zigman.
Montaje: Alan Heim.
Intérpretes: Emile Hirsch, Justin Timberlake, Anton Yelchin, Shawn Hatosi, Ben Foster, Bruce Willis, Sharon Stone.
Duración: 117 minutos.
Salas: Monumental, Del Siglo, Showcase, Village.
Un entrevistador fantasma, con cámara periodística, conversa con la madre inestable, obesa, desequilibrada, de sonrisas nerviosas, provocadas por el recuerdo del hijo asesinado y por los propios y fallidos intentos de suicidio. La actriz es Sharon Stone, alejada aquí del estereotipo de marquesina. Personaje que es una de las piezas del puzzle que Juegos prohibidos nos propone, y que supone el mejor contrapunto respecto de la madre que ya no es, otrora esbelta y delgada, pero con discusiones conyugales, un hijo absorbido por la droga y otro más pequeño, adolescente -el que será asesinado-, en quien se depositan demasiadas expectativas.
En el otro extremo, puerta con la que abre el film, Bruce Willis -también por fuera de sus interpretaciones habituales- como el padre del sospechoso, John Truelove, uno de los más importantes traficantes de drogas de la historia reciente de California. Porque el argumento del film tiene anclaje en la realidad, y Truelove (Emile Hirsch, en el film) fue apresado hace unos pocos años atrás, mientras espera el dictamen de una justicia que ya hubo de condenar, a reclusión perpetua o pena de muerte, a los demás involucrados.
Mientras Juegos prohibidos va enhebrando los diferentes puntos de vista, se dibuja un fresco social de rasgos contemporáneos cada vez más habituales: la droga como denominador común, el desafío a la autoridad, la violencia como vínculo, o la humillación entre pares. Este último elemento juega de una manera puntual, como situación a la que prefiere entregarse uno de los acólitos de Johnny, debido a alguna deuda pendiente que lo obliga a la conducta servil. Una de las primeras escenas del film es significativa en este aspecto, donde vemos de qué manera se desenvuelve Johnny con sus amigos, situación que vislumbra el futuro proceder del grupo.
Lo que ocurrirá es una situación de venganza, de odios compartidos, de pagos no realizados. Lo que devendrá en el secuestro del hermano adolescente, chico que se encuentra hastiado de la convivencia con sus padres, y que encontrará en ello una aventura nueva, con dosis sin límites de droga, alcohol y sexo. Pero también encontrará la muerte. El asesinato, como corolario del film, se vuelve radiografía social.
Nick Cassavetes, director de Juegos prohibidos y también hijo del legendario John Cassavetes, ha dirigido otros títulos, convengamos, mejores. Recordemos, para el caso, Cuando vuelve el amor (1997), con Sean Penn, sobre un guión del propio John Cassavetes, y la magnífica Diario de una pasión (2004), donde James Garner compartía cartel con la madre del mismo realizador, Gena Rowlands. En Juegos prohibidos hay un ejercicio narrativo correcto. Nada llama demasiado la atención, más que cierto suspense que crece en función del desenlace inevitable y conocido.
Pareciera que el film se plantea como un problema pendiente de solución o, por lo menos, de atención. Truelove funciona como síntoma de una decadencia moral general. Tanto como sus amigos descerebrados, aparentemente sin otro futuro más que el de las rejas o la sobredosis. Ensordecidos por una música que expresa vida callejera, vestida de golpes y disparos, tales como los del video-clip que los amigos miran y bailan mientras alucinan en éxtasis. En el medio de ello hay una vida humana que, para muchos, valdrá nada. Sólo el esfuerzo de las paladas de tierra.
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