Vie 25.11.2005
rosario

CULTURA / ESPECTáCULOS › "UNA MUJER CON SOMBRERO" CON ELENA GUILLEN

Siete delirantes años en el Tibet

Después de un largo periplo de aprendizaje e introspección por el lejano Oriente, Borgoña finalmente ha emprendido el regreso a casa. Trae consigo las enseñanzas de los antiguos maestros sobre las artes de la adivinación y el control de la mente sobre el cuerpo. En su despedida del año, esta noche, a partir de las 22, en el Café de la Flor (Mendoza 862), Elena Guillén se convierte en Una mujer con sombrero, un espectáculo para chicos grandes y grandes chicos.

"Lo que único que lo restringe es el horario, pero en general yo hago cosas para que las disfruten grandes y chicos por igual --cuenta Guillén

--. Sin embargo, en los últimos tiempos me he preocupado al ver muy pocos adultos en los shows infantiles. En mi experiencia trabajando para chicos me fui dando cuenta que las funciones se enriquecían muchísimo si había más adultos en la sala, es decir que lo que en principio era un espectáculo únicamente para niños, se podía ampliar tranquilamente y ganar público, sin perder nada. Por ejemplo, en las funciones que hice de Una mujer..., que la armé pensando en los adultos, un público al que me interesaba llegar particularmente, noté que los chicos que había también se reían, sobre todo si los papás se reían. Eso es muy fuerte, y también una gran responsabilidad".

Mezcla de recursos teatrales y circences, en Una mujer... Guillén --que estudió malabares y destrezas acrobáticas en Buenos Aires en la famosa Escuela de Circo Criollo de los Hermanos Videla, y perfeccionó las técnicas de clown con Raquel Socolowich-- suma los saberes de Martín Rodríguez que con sus destrezas de alta precisión con elementos cristalinos y efectos lumínicos, completa un menú imperdible.

"Llego a este espectáculo a partir de fusionar mi trabajo como clown y mi formación en destrezas con malabares --apunta--. Son dos artes que siempre me han seducido: lo teatral del humor por una parte con lo que tiene de simulacral, y el riesgo, por otro, la tensión de que genera el acontecimiento in situ".

Dueña de un estilo que como la célebre Budinetta se ganó el corazón del público infantil, Guillén incursiona en el café concert con su muy personal marca, un humor ingenuo, sutil, cándido pero a la vez siempre teñido de una impronta ácida, irónica que convierte una retahíla de gags en un mensaje acerca de las cosas importantes de la vida.

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