CULTURA / ESPECTáCULOS › ARTE LA HISTORICA GALERIA KRASS DE CALLE SAN MARTIN ESTA EN VENTA
"La idea no es cerrar, sino irnos a un espacio más chico. Esto es un gran elefante blanco, muy difícil de sostener en los tiempos que corren", se queja Krass hijo. "El mercado del arte, que supo ser tan prolífico en otras décadas, ha ido decayendo hasta prácticamente desaparecer", agregó.
› Por Fernanda González Cortiñas
"En venta". Aunque el cartel de la inmobiliaria cuenta con una pequeña faja aclaratoria --"por traslado"-- cualquier transeúnte sensible que atraviese San Martín al 600 seguramente se sentirá conmocionado a la vista del fatal aviso que hace sombra sobre la vidriera de Krass.
"Dicen que las crisis sirven para cambiar", explica con autoimpuesto tono zen Sergio Krasniansky, desde hace casi una década uno de los titulares --junto a su hermana Berta-- de esta firma que en 1964 inaugurara su padre, el "Ciudadano Ilustre" Gilberto Krasniansky. "Es como para sacudirse un poco --aclara--. La idea no es cerrar, sino irnos a un espacio más chico. Esto es un gran elefante blanco, muy difícil de sostener en los tiempos que corren", se queja Krass hijo.
"Esto", son los poco más de 350 metros cuadrados que han expuesto a los más importantes pintores y escultores del país y que albergan una de trastiendas más grandes y más viejas de la ciudad.
Con alrededor de un millar de obras, la galería parece atravesar la famosa "crisis de los 40". "De las viejas galerías, seguramente somos la única que queda en pie --dice Sergio, y rememora las sucesivas mudanzas. "Primero fue Ciencia; después nos mudamos acá enfrente, en lo que era la antigua Joyería La Ideal, y desde 1976 estamos acá, en lo que la gente conoce como Krass Artes Plásticas. Lamentablemente, ésta será la primer mudanza que no tiene por objeto crecer".
Y es que desde su inauguración, Krass vivió más altos que bajos. "Las décadas del 70 y 80 fueron buenos períodos en el mercado del arte. Se vendía muy bien, a veces en cuotas, pero se vendía", explica Sergio, que ingresó para ayudar a su padre a principios de los '70. Antes, entusiasmados con la movida, a mediados de 1978, junto a Berta, Sergio abrió una subsede de la galería en el Pasaje Pam: "Krass Artes Gráficas". "Era tan grande el acervo que teníamos, que buscamos un lugar para toda lo que fuera gráfica (grabado, serigrafía, xilografía), que en ese momento andaba muy bien. Fue un buen momento. Hicimos por ejemplo las 'carpetas de artistas', esas que todavía andan circulando por allí".
Pero a fines de los '90, la crisis terminaba de arrasar con toda aquélla bonzanza. "De unos cuantos años a esta parte, diría que la actividad ha caído estrepitosamente. Claro, uno trata de disimularlo: si hay miseria que no se note, pero lo cierto es que muchas de las galerías que habían abierto sus puertas. De hecho, han ido cerrando galerías. Y es que inaugurar, inaugura cualquiera, lo difícil es sobrevivir. Lo que ocurre es que para la gente que gusta del arte, es muy tentador abrir una galería; este es un oficio que permite conocer gente muy interesante. Pero lo cierto es que detrás del vernisagge hay un negocio, un negocio como cualquier otro en el que si no se vende, se va a pique. Y lo cierto es que en Rosario el mercado del arte, que supo ser tan prolífico en otras décadas, ha ido decayendo hasta prácticamente desaparecer.
--¿A qué adjudica este fenómeno?
--Esto es, básicamente, el resultado del vapuleo y, diría, casi destrucción sistemática que hubo de la clase media argentina durante la década del 90. Esta actividad surgió, creció y luego de la crisis, resucitó, gracias a la clase media. Este país tiene una tradición de una clase media muy culta, una clase hecha de los hijos de los inmigrantes, profesionales con inquietudes, que conocían bien el valor de la cultura, que sabían que el modo de subir de estatus era a través de lo cultural. Había un gran intercambio, no sólo con el arte, la literatura, la música". Y esta modificación de los objetos de consumo cultural que llegaron de la mano del menemismo, modificó no sólo los hábitos del público, sino la estructura misma del proceso productivo de la industria cultural. Y las galerías de arte tradicionales han sido, al menos en esta ciudad, una de las primeras víctimas.
"Las galerías somos un eslabón indispensable en lo que yo llamo 'la cadena alimenticia de arte'--explica Krasniansky--: están los artistas, que producen; los museos, que muestran y homenajean --sobre todo a los artistas fallecidos-- y las galerías, que se encargan de vender. Ese es el oficio del marchand. Si deja de haber galerías, se cae todo el sistema. Ahora ha surgido una figura nueva, la del art dealer, que para mí gusto dista enormemente del marchand. El art dealer, según entiendo yo, es como un escribano, gente que 'certifica' que tal o cual obra es legítima. Y esto es algo que avala únicamente con su nombre. No sé, acá no hay ninguna entidad que a su vez avale a esta gente. Claro que es sencillo: trabajan desde su casa y con el taller del artista, que en general es amigo. No hay alquiler de local, no hay gastos, no hay riesgo".
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