CULTURA / ESPECTáCULOS › "JUEGO MACABRO", MUCHO MAS QUE UNA REMAKE DEL CLASICO "JUEGO MORTAL"
En tres actos, dos personajes, a puerta cerrada, se debaten entre el orgullo, la humillación y la ambigüedad sexual.
› Por Emilio A. Bellon
JUEGO MACABRO ("Sleuth"). Gran Bretaña, 2007
Dirección: Kenneth Branagh
Guión: Harold Pinter
Fotografía: Haris Zambarloukos
Montaje: Neil Farrell
Música: Patrick Doyle
Intérpretes: Michael Caine y Jude Law
Duración: 87 minutos.
Salas de estreno: Monumental, Showcase y Village.
Calificación: NUEVE (9)
El nombre de Kenneth Branagh está asociado, en principio, al universo de las obras de William Shakespeare, uno de los autores más visitados en la historia del cine, transpuesto de manera literal o recreado en diferentes tiempos y geografías. Su opera prima, Enrique V, que data de 1990, mira hacia la tradición del teatro inglés, particularmente a actores y directores que se identifican con este repertorio, como lo afirma el nombre de Sir Lawrence Olivier.
Igualmente en su filmografía están presentes otros títulos que reafirman esta voluntad y esta vocación: Mucho ruido y pocas nueces del 93 y recientemente hemos podido ver por "Europa, Europa" su original recreación de Trabajos de amor perdidos del 99 no estrenada en sala y pensada desde un recorrido, como si de una partitura se tratara, por diferentes momentos del musical, con composiciones de Irving Berlin, Jerome Kern, Cole Porter y George Gershwin, entre otros.
Admirable es la capacidad de este director para recrear la letra de los clásicos y en este caso, partiendo de su "amor al teatro", tal como el mismo lo ha declarado ha elegido una pieza que se viene representando ininterrumpidamente desde hace cuatro décadas en Londres y que ya mereciera una transposición en 1972 bajo la dirección de Joseph L. Mankiewicz, realizador de La malvada y De repente en el último verano, entre otras; interpretada en aquellos primeros 70 por Sir Lawrence Olivier y el notable Michael Caine. Esta elección podría conectarse, de la misma manera, con la misma atmósfera, por momentos pesadillesca, de su film de suspenso psicológico del 91 Volver a morir.
Según el realizador, a quien seguramente recordamos también por aquel entrañable reencuentro de Los amigos de Peter, no se trata propiamente en este caso de una remake de Juego Mortal, si bien éste y el que hoy comentamos tienen el mismo titulo original: Sleuth, que según se señala podría traducirse como La Huella, aunque en video, en versión al castellano, figura con el nombre de El Detective, en su versión del 72, que conocimos en el cine Imperial, reconocemos esta misma situación argumental en la que un famoso escritor de novelas policiales recibe un día, la visita del amante de su mujer, quien intenta solicitarle el divorcio. Pero esto es solo un punto de partida para escenificar tres actos en los cuales lo que se destaca es un duelo verbal, una pulseada, un tablero de ajedrez, una confrontación de ingenio y artilugios.
Si en Juego Mortal la presencia de un jardín en forma de laberinto anticipa el recorrido y el extravío en el cual se encontraran sus personajes, aquí, en esta nueva versión, que por momentos adquiere la vibración de una cuerda pensionada, lo laberíntico esta diseñado no sólo por los espacios ambientales sino por los ángulos de cámara desde donde se elige representar. La puesta en escena y el montaje revelan una exploración de espacios que se definen por su naturaleza claustrofóbica, a través de una iluminación azul negro, gris metal, que subraya ese espacio interior protegido por un sistema de alarmas y cámaras de video.
Pero igualmente otra de las claves bien puede ser la de pensar que todo el relato se construye a la manera de un policial de enigma, de filiación inglesa, tal como las novelas que escribe uno de sus protagonistas, Andrew Wyke, rol que compone Michael Caine y que nos lleva a recordar a su antecesor, Lawrence Olivier en aquella versión que ofrecía un tono mas burlón y que desplegaba un colorido juego de disfraces. En este caso, Branagh en su corrimiento temporal ha puesto el acento en un deshumanizado espacio en el que pesan replica tras replica, insinuación y cinismo, conforme un juego de personajes de diferentes clases sociales, tal como enfatiza Harold Pinter en sus obras, nota dominante en sus pasajes al cine, tales como El Sirviente (63) y El Mensajero del Amor, ambas de Joseph Losey, por citar solo algunas.
Son tres actos los que a través de casi noventa minutos dos personajes, a puerta cerrada, se debaten entre el orgullo y la humillación, la ambigüedad sexual. El clima llega a ser irrespirable en este diseño de montaje que nos va ubicando tras rejas, que nos conduce por pasillos desiertos, por engañosos ascensores, por espejos que multiplican simetrías y formas vacías.
En Juego Macabro estamos frente a dos personajes y a un tercero en ausencia, en este diseño de dramaturgia de tres actos, en un film de base teatral pero que explora las posibilidades del cine. Contrastes lumínicas, reflejos, dualidades, quiebres, organizan un modo de representación que permite, simultáneamente, poner el acento en la rivalidad y atracción de caracteres, y en los modos de expresar la misma. Hay una luz azul que actúa como fuerza dominante, hipnótica, que intenta llevar al ratón a la trampa, tal como el titulo de una de las novelas de Andrew Wike. Tal como el recorrido que le es planteado a ese otro, ese joven, amante de Maggie, de profesión poco clara, peluquero, chofer de taxi o actor desocupado. En esta oportunidad, Milo Tindle, de origen humilde, italiano, tendrá su gran actuación.
En este juego macabro, mortal que se presenta como juego de espejos, podemos pensar en que aquí es Caine quien cumple el rol que en el film del 72 lo asumía Lawrence Olivier. Y que de la misma manera Jude Law fue el intérprete de Alfie en la versión que conocimos hace algunos años, cuyo personaje nos lleva al que compusiera Caine en el film del 66 dirigido por Lewis Gilbert. En este encadenamiento de asociaciones se nos propone, como acontece en el film, una mirada en abismo.
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