CULTURA / ESPECTáCULOS › CINE "ANTES DE PARTIR" CON LOS CONSAGRADOS JACK NICHOLSON Y MORGAN FREEMAN
Bajo el slogan "querer es poder", el film refleja las sensaciones y los últimos deseos de dos enfermos terminales
› Por Emilio A. Bellon
ANTES DE PARTIR ("The Bucket List") EEUU., 2007
Dirección: Rob Reiner
Guión: Justin Zackham
Intérpretes: Jack Nicholson, Morgan Freeman, Sean Hayes, Rob morrow, Alfonso Freeman, Beverly Todd.
Duración: 96 minutos.
Distribuye Warner en los cines Monumental, Showcase y Village.
Calificación: tres (3).
Entre los grandes bestsellers, aquellos que sacuden de una euforia descontrolada a ciertas editoriales, figuran en la actualidad los que se proponen como formulas para alcanzar la Felicidad. Sobre la base de ese lema tan repetido, "querer es poder" se va construyendo ficciones que están muy lejos de la capacidad creativa que potencialmente es propia de los seres humanos; que se apoyan y son empujadas por mandatos de la sociedad del bienestar, de las apariencias del consumo.
Si atendemos a la primera fórmula, la actoral, de este por momentos irritativo film del director de Cuando Harry conoció a Sally vemos que la Warner consideró un gran negocio reunir a dos premios Oscar para presentar a dos personajes, que tienen en común una enfermedad terminal; quienes desde el inicio se perfilan de manera mecánicamente opuesta, en lo que hace a sus orígenes, condición socio-económica, reacciones ante ciertos hechos, creencia o no en la voluntad divina. Pero sobre todo, y al igual que en Soy Leyenda, la voz narrante es la del personaje que esta más cerca de la palabra bíblica.
Con el paso del tiempo, y desde el conformismo que el Hollywood de hoy viene desplegando ostentosamente, el concepto de "cine sentimental" se ha degradado. Las actitudes emocionales, los matices de conductas, los tiempos interiores, el dolor ante lo ausente, la tristeza ante una pérdida han sido violentamente desplazados por acumulación de hechos que suenan falsos, convencionales por decretos, vacíos por efecto de golpes bajos. Nada hay de autentico en este film que nos vuelve a colocar ante el histrionismo exasperante de Jack Nicholson que obra de manera contrastiva con la mesura de quien será su compañero de viaje.
Ante la inminencia de la muerte, una lista, ordenada, punto por punto, señala todo aquello que se desea hacer antes de morir. Pero claro esta, lo que al principio se plantea en el orden del riesgo y de la gravedad de los hechos, a partir de otra fórmula que comprende tarjetas de crédito y "deseos de vida" se transforma en la mas osada y burlona proeza para cualquier enfermo. Resulta indignante ver como el cuadro de síntomas, la limitación que cada enfermedad impone, la ausencia total de todo parentesco con cierto grado de verosimilitud. Ni siquiera en el terreno de la fábula resultan aceptables estos planteos.
Alguna vez Neil Simon pensó ubicar a dos personajes opuestos, (como pretenden ser los de Edward Cole y Carter Chambers), en el cruce de las relaciones y los hechos cotidianos logrando marcar una época con su ya clásica Extraña pareja. No es precisamente este el planteo de este film; ni siquiera esto asoma en ningún momento del relato. Se trata de volver a un cine de ideología puritana, pese a que se disfraza de espíritu de osadía y sueños de libertad. A lo largo de hora y media, escuchamos parlamentos sentenciosos, frases del día, donde cada personaje es el actor mismo y ambos, por igual, son portavoces de lo que la tan conservadora sociedad estadounidense entiende lo que se conoce como "políticamente correcto".
Para el guionista de Antes de partir el mundo es un recorrido por el mapamundi con el dedo índice y los representantes de cada cultura son solo objetos de exposición fotográfica y prendas exóticas. Así, luego de arrojarse en paracaídas ambos y de correr autos en Montecarlo, siempre vestidos para la ocasión, Edward y Carter visitaran seguidamente ciudades de Europa, Egipto, India y el Lejano Oriente, entre otros puntos geográficos, a la manera de una guía turística con anécdotas que pasan a formar el repertorio que recita cada agencia.
Si algo se manifiesta como permanente en el film es esa impunidad con que se debería haber afrontado el curso de una enfermedad. Quienes en alguna oportunidad hayan transitado por pasillos de hospitales, sanatorios y geriátricos saben del silencio o del grito de quienes sufren, de sus riesgos. Pero aquí como "querer es poder", la gran formula mágica, se omite por completo la figura del enfermo.
Si el personaje que asume Nicholson, este empresario de complejos sanatoriales, es el de la oveja descarriada, allí está su compañero de habitación para volverlo a la iluminada senda. Será por ello que en este viaje que se dibuja como ascendente el propio Edward Cole se podrá subir a un púlpito durante una ceremonia fúnebre y el nombre de ambos se llevara al monte mas alto. El film de Rob Reiner expande un tufillo de moraleja que, por momentos, resulta intolerable.
Se abren algunos interrogantes. Ante las últimas declaraciones de Benedicto XVI respecto de la existencia del Infierno, tal como ratificaron las noticias de la semana pasada ¿Cómo escuchara cada espectador la pregunta del personaje de Nicholson ante el grupo de accionistas de sus complejos: ¿Alguno de ustedes leyó el descenso al Infierno de La Divina Comedia? Pregunta que en el film y durante el transcurso del mismo nos lleva a pensar en los sueños de gloria por alcanzar el Paraíso, y en la culpa (que en Dante se lee de otra manera) por haberse alejado del camino correcto.
Como es más que esperable, todo vuelve a su orden en Antes de partir: un "darse cuenta" respecto de lo que se impone como bien y mal, reconciliaciones forzadas, bendición por parte del sistema. Y ante todo esto ¿cómo no recordar a ese asistente faldero del personaje de Jack Nicholson que siempre esta allí, cada minuto del día, penosamente fiel, para cumplir el deseo de su amo?
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