Lun 25.02.2008
rosario

CULTURA / ESPECTáCULOS › "EXPIACION, DESEO Y PECADO", LA GRAN NOMINADA A LOS OSCAR DE ANOCHE

La novela de una familia decadente

El film busca narrar el conflicto entre personajes de diferentes clases sociales en un fotmato que seduce a Hollywood

› Por Emilio Bellon

"EXPIACION, DESEO Y PECADO" ("Atonement"). Gran Bretaña-Francia, 2007

Dirección: Joe Wright

Guión: Christopher Hampton

Fotografía: Seamus McGarvey

Música: Dario Marianelli

Intérpretes: Keira Knightley, James McAvoy, Romola Garai, Saoirse Ronan, Brenda Blethyn y la participación de Vanesa Redgrave.

Duración: 124 minutos.

Salas de estreno: Monumental, Showcase y Village.

Puntaje: 5 (cinco).

Con siete nominaciones, entre ellas "mejor film" y "mejor guión adaptado", llega Expiación, deseo y pecado al escenario del Oscar. Resulta particularmente más que claro que su director, ya reconocido por la industria por su deslumbrante Orgullo y prejuicio, conoce palmo a palmo el camino a Hollywood. Lejos de ser un melodrama de aquellos que ponían en acto las grandes pasiones, Expiación, deseo y pecado, cuyo título en Argentina evita el peso de un único vocablo, es un film que se presenta como un objeto de nácar con incrustaciones en dorado.

A partir de la novela de Ian McEwan, el guionista de Relaciones Peligrosas y el director de Carrington nos ofrecen un relato sobre la mentira y la culpa en tres tiempos que son protagonizados, desde el mismo personaje, (la hija de una aristocrática familia que sorprende por sus actitudes creativas en el campo de la escritura), por tres actrices diferentes. Pero este acto de escritura que va construyendo el racconto del film, en Expiación... sólo se manifiesta por el golpeteo literal de las teclas de una máquina de escribir y su fijación en el papel. Nada hay de lo que se juega en las idas y venidas de los mecanismos de la ficción, de los andariveles y silencios que construyen ficciones.

Si bien en el primer tramo del film lo que se narra reconoce una mirada de adulto sobre una actitud infantil, todo ello se va perdiendo triste y gradualmente, para ser recuperado solo en los últimos quince minutos si atendemos no ya a la obviedad explícita de los hechos sino a la interpretación que asume la veterana actriz Vanesa Redgrave.

No he leído la novela. Pero por las críticas estimo que el universo de su autor, Ian McEwan está alejado del estatismo con que se mueven los personajes en el film, diseñados conformes a una planificación escénica que tiene cuidado -como escuché en tono de elogio por parte de una espectadora- "hasta el último detalle". La puesta de cámara y las angulaciones pasan a primer plano, el orden y la simetría revelan un ordenamiento falso; el recorrido de una escritura, declaradamente autobiográfica, no se evidencia en ningún momento. No basta la presencia sonora de una maquina de escribir.

Asi, en ese formato que le seduce al Hollywood de hoy, distante kilométricamente de la fuerza que fluía en el último de los grandes melodramas que he visto, Al otro lado del mundo, Expiación.. es un film que ni siquiera contempla el seguimiento de los diferentes puntos de vista que intentan asomar en el interior del relato. En su vano intento de narrar el conflicto entre personajes de diferentes clases sociales, entre la hija de los Tallis, interpretado por una siempre estatuaria Keira Knightley (adoptada sucesivamente como maniquí de películas de época) y el hijo de la ama de llaves, roles que cumplen creíblemente James McAvoy y la actriz de carácter Brenda Blethyn, el film me acerca cada vez mas a evocar aquella obra maestra de Joseph Losey, El mensajero del amor, interpretada, con signos de exclamación, por la hoy nominada Julie Christie y el recordado y eximio actor Alan Bates.

Al recordar aquel film de 1971 resuenan en mi oído pasajes musicales, de creciente tiempo dramático, de Michel Legrand. En Expiación... la banda sonora, igualmente nominada, padece de endeblez, señala de manera repetida lo que la imagen ya señala, se limita a nombrar. Todo el film, pese a que se propone como puro acto de escritura elige afirmar o negar, pese a que la duda debería ser lo que se mueve de manera pendular, entre aquello que realmente se vio y lo que maliciosamente se dijo: lo que corre por cuenta sólo por ella, de esa primera persona que sólo podrá remediar su falta mediante la invención de un final feliz. Y aquí, otra vez mas, con su tono flor que domina gran parte del film, el epílogo produce declaradamente indignación.

Como puro ejercicio de exterioridad, de apariencia y vitrina, el film de Joe Wright transforma la guerra en una sucesión de imágenes preciosistas, captada en un pretencioso plano secuencia. Una vez más rememoro aquellos melodramas ambientados en aquellos años atravesados por el dolor y un humo que todavía nos alcanza. En este film, las puestas de sol, las siluetas recortadas, la pose, siempre la pose, los buenos modales, el fuego y el humo equilibrados por igual, dominan y asfixian lo que pudo haber sido un relato de una conciencia mordisqueada. Particularmente, en el segundo tramo, el de los tiempos bélicos, es el que se desgaja del proyecto del guión.

El film apunta a novelizar la historia de una familia decadente y entonces me sigo preguntando que se entiende por este epíteto. Ambientada, como punto de partida, en 1935 los conflictos familiares se limitan a ser descriptos desde su extrema superficialidad. En la primera parte del film, son los niños, los jóvenes, los que nos acercan, de alguna manera (y siempre desde una pretendida mirada de adulto) el orígen de una situación traumática, marcada por celos o rivalidades, definida en la injusticia, callada en un silencio vergonzante. Pero en este film esta dicho más de una vez, nunca dramatizado ni en el comportamiento de los personajes ni en la puesta en escena.

Lo que le resta fuerza dramática a este guión, que ofrece numerosos interrogantes, es su elocuente esteticismo que transforma, tal vez involuntariamente o no, un film sobre la calumnia y su herida inmediata y posterior en un artificioso objeto kitsch.

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