CULTURA / ESPECTáCULOS › "ANGEL-A", OTRO FILM SUPERFICIAL DEL DIRECTOR LUC BESSON
› Por Leandro Arteaga
Angel-A (Fancia, 2005)
Dirección y guión: Luc Besson.
Fotografía: Thierry Arbogast.
Montaje: Frédéric Thoraval, Christine Lucas Navarro.
Música: Anja Garbarek.
Intérpretes: Jamel Debbouze, Rie Rasmussen, Gilbert Melki, Serge Riaboukine, Akim Chir, Eric Balliet, Loïc Pora.
Duración: 91 minutos.
Salas: Monumental, Del Siglo, Showcase, Village.
Puntaje: 3 (tres) puntos.
El cine de Luc Besson sigue resultando superficial, esteticista, falsamente conmovedor. Tal vez encontremos una búsqueda mejor, de matices algo más interesantes, en algunos de sus primeros títulos: Subway, Nikita, Azul profundo. Pero el desborde megalómano, de gran producción, terminó por evidenciarse en sus films posteriores: la ciencia ficción burda de El quinto elemento; los guiones pasatistas y pésimos de El transportador, Taxi, Danny The Dog; más el conformismo político que supo evidenciar su Juana de Arco, donde la coreografía de la cabeza rebanada poseía más importancia que el significado ideológico del personaje.
De un cineasta tan enamorado de los peores vicios del cine norteamericano, difícilmente podamos esperar algo distinto. Angel-A no es la excepción. Aquí nos encontramos en pleno corazón de París, de la mano de André (Jamel Debbouze), un norteamericano malogrado y usurero, que se dispone a suicidarse mientras acusa al mismísimo Dios. A su lado, una rubia tan delgada como inmensa (la fisonomía de Rie Rasmussen es, convengamos, curiosa), se dispone a hacer lo mismo. Él la rescata. Ella lo ayuda. Y "misteriosamente" los problemas de André comienzan a solucionarse, mientras Angela/Angel-A actúa de un modo cada vez más cercano a lo que entenderíamos debiera ser un ángel de la guarda.
Pero este ángel es bastante peculiar: hará lo que sea necesario para conseguir la salvación de André, aunque ello signifique contravenir ciertas premisas "celestiales" y experimentar algo negado: el amor. Paremos aquí. Porque lo que sigue es todavía peor. Más aún cuando aquellas prácticas "escandalosas" para un ángel (prostituirse por dinero) culminan por no ser lo que parece. Pero nada de esto debiera ser llamativo. Ya en Juana de Arco, Besson reconciliaba el conflicto de la Iglesia con su protagonista, mientras nos recordaba que el cine vívido y artístico estaba en otro lado.
Angel-A, además, curiosamente, está fotografiada en blanco y negro. Vaya uno a saber por qué. Tal vez por capricho. Porque nada hay en el film que justifique dicha elección estética. Podríamos pensar, como referencia cinéfila, en Las alas del deseo (1987, Wim Wenders), aquella historia de temática algo similar, con un blanco y negro bellísimo, pero situada en las antípodas de lo que propone AngelA. Más aún cuando el ángel de Besson es una top-model que responde a todos los clichés de la publicidad y de las pasarelas de moda.
Y todavía: los "tics" que los personajes de Besson poseen. Hablan continuamente. Insoportablemente. Evidencian sus señas particulares hasta el hartazgo. Los diálogos que mantienen son intrascendentes. Mientras dibujan una suerte de París encantada, donde los sueños y el amor son siempre posibles, donde la marginalidad es banalizable, donde el bajo mundo es versión francesa de un film de Tarantino, donde la "crítica" pasa por la mención al conflicto de EE.UU. con Irak.
Pero, de pronto, pareciera que el desenlace intenta sorprendernos, y permitir un giro insospechado. No. Nada de eso. El final ratifica todo lo visto. Y sitúa al film en los peores lugares comunes. Mientras recordamos, de nuevo, que el cine está en otro lado. Por ejemplo, en el ángel encadenado que John Carpenter tortura en Cigarette Burns, capítulo unitario de la serie televisiva Masters of Horror. Está en DVD.
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