A casi medio siglo de haber iniciado su vínculo con el teatro, Lauro Campos continúa trabajando con una intensidad y profesionalismo envidiables. Creador constante, con su flamante El fuego que no se consume el director y dramaturgo vuelve ahora a trabajar con el policial como género. "De hecho yo debuté escribiendo y montando policiales", aclara Campos, que en relación a la obra que esta noche estrenará en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia, profundiza: "Así como en Cuando estalla el corazón, la pieza que hicimos el año pasado, la guerra de Irak era pretexto para mostrar todo un mundo en el que vivimos, y los conflictos familiares que derivan de la sociedad en que nosotros transitamos, aquí el policial también es una suerte de pretexto para mostrar cómo se vive, lo que vale la vida en nuestra sociedad, si la Justicia es o no eficaz, si se respeta la dignidad del ser humano".

Protagonizada por Emmy Reydó, Paula Corvalán, Paula Silnik, Silvia Galizzi, Natalia De Marco y Raquel Etchegaray, la historia se desarrolla en un contexto de completa tensión, según explica el autor: "La gente de lo que va a tener noción es que estamos en una librería que está ubicada frente a un pozo donde hace unos años sucedió un atentado terrorista. Eso ha quedado así, y la librería, que también había sido destruida, ahora ha sido reconstruida. Además, en esos días ha sido secuestrada una ministra. A partir de allí, de esos datos, el público va siendo cómplice, porque el dispositivo escénico es una T, con un escenario que avanza con una pasarela hacia el público, que de esta manera se ve involucrado y es una especie de cómplice de lo que ahora se llama secuestro express".

Sin embargo, Campos distingue que "ahí empieza a desencadenarse una historia que apunta a mucho más que una simple trama policial". "Es un policial, indudablemente, por su estructura, pero se termina hablando de esto del valor de una Justicia eficaz, que no siempre está. Del valor de la sensibilidad de los jueces, que no siempre está. Del valor de la vida humana, que generalmente no se respeta. Y también de la posibilidad de la esperanza en los demás para salir de situaciones límites", detalla.

Mientras tanto, en relación al atentado terrorista el director explica que "seguramente la gente lo va a referir a la Amia, por la manera en que se habla este tema", pero de inmediato distingue: "Por las cosas que refiere la obra trasciende a lo de la Amia, que de por sí es trascendente y muy tocante, pero creo que se puede dar en cualquier parte. La gente lo puede referir a un atentado en España, en Irlanda, donde haya una violencia indiscriminada que no respete la vida humana, allí puede estar esa situación. Y fundamentalmente se trata de cómo se sale, cómo se supera ese tema, si es superable. Cómo se sale socialmente e individualmente. Por eso me pareció interesante escribir la pieza, que en un primer momento terminaba como un policial tradicional, con una vuelta de tuerca donde la gente se sorprendía, pero después me di cuenta que no debía sucumbir a la forma de policial americano. Que lo respeto mucho, pero es para ellos. Creo que en esta obra lo que importaba era a lo que se arribaba, a lo que se iba llegando suave y lentamente. En los últimos diez minutos hay revelaciones muy importantes, tan importantes como para no buscar una vuelta de tuerca tradicional, no forzarla".

Además, todo ese contexto le permite al dramaturgo profundizar en una búsqueda por desentrañar el sentimiento femenino. "Es una pieza femenina, como Cuando estalla el corazón. Apunta a distintas sensibilidades femeninas, porque la sensibilidad femenina no es una sola. Me gusta mucho laburar con la sensibilidad de la mujer e ir descubriéndolas. Creo que los hombres nunca podemos llegar a descubrir lo que las mujeres buscan y piensan, pero sí podemos acercarnos. Pocos dramaturgos lo han hecho, es más, pocos dramaturgos lo han intentado".