En el marco del sexto aniversario del Instituto del Paraná, se desarrollarán una serie de actividades que comenzarán hoy, a las 15, en Farina Rolls (Bv. Oroño y Güemes) con la inauguración de una muestra del artista plástico Daniel Santoro. El ciclo, que los organizadores han denominado "Con los ojos en nuestra cultura", continuará a la 18, con la proyección de la película Pulqui, un instante en la patria de la felicidad, un documental de Alejandro Fernández Mouján sobre una experiencia insólita en el mundo del arte.

Con la asistencia de un trabajador metalúrgico, Santoro fabricó una maqueta a escala 1:2 del avión fabricado por el gobierno argentino en 1951, durante la primera presidencia de Perón. La idea es reconstruir un sueño, el sueño colectivo de una generación, para que vuele en un espacio también de utopía, otro sueño a escala: la República de los Niños, en Córdoba.

Daniel Santoro nació en Buenos Aires en 1954. Militante peronista desde los 14 años, egresó de la Escuela de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón y desde entonces alterna oficios que van desde la escenografía y el vestuario teatral al de pintor y escultor. Estudioso del arte y la cultura oriental, en algunas de sus exposiciones conviven evocaciones de íconos de la cultura argentina, particularmente los ligados a la cosmogonía justicialista, con elementos extraídos del arte chino.

En 1990 presentó la exposición Recuerdos del Billiken donde, a través de dibujos, grabados, objetos y dioramas, la accidentada historia argentina se podía leer como una serie de acontecimientos estrictamente épicos. Más tarde, en Un mundo peronista, Santoro revisita los tres tomos de su Manual del Niño Peronista, libros en los que Santoro propone, a través de una mirada retrospectiva, revisar algunos mitos del imaginario justicialista.

En 2004, la porteña Galería Palatina expuso Leyenda del bosque justicialista. Allí, junto a personajes como "El descamisado gigante" aparece surcando "El vacío ideológico", el Pulqui. Al año siguiente, con la ayuda de Miguel Biancuzzo concreta aquel sueño de aluminio a escala: antes de estrellarse estrepitosamente contra el asfalto de la diminuta pista de la República de los Niños, por apenas un par de segundos el Pulqui vuelve a surcar cielo argentino.