Lun 11.08.2008
rosario

CULTURA / ESPECTáCULOS › CINE. EL SUEñO DE CASSANDRA, DE WOODY ALLEN, VUELVE A CENTRARSE EN LOS EFECTOS DEL AZAR

El velero de las profecías desoídas

Con un planteo fuertemente moral, el director estadounidense cuenta la historia de dos hermanos y arremete contra los espejismos de una sociedad que destruye los vínculos solidarios y relega los sentimientos nobles a un depreciado rincón.

› Por Emilio A. Bellon

El sueño de Cassandra, Cassandra's Dream. USA-Gran Bretaña, 2007

Guión y dirección: Woody Allen

Música: Philip Glass

Intérpretes: Collin Farrell, Ewan McGregor, Hayley Atwell.

Duración: 108 minutos.

Salas: Del Siglo, Monumental y Showcase.

Calificación: 9 (nueve)

"Un día llegas a un punto en el que no hay mañana" (de Terry a Ian)

Tal como la secuencia inicial y final de Scoop -el segundo film del ciclo londinense, ya que el primero es Matchpoint-, El sueño de Cassandra abre y cierra con la imagen de una embarcación. En aquel, asistíamos a una visión humorística y dantesca de la nave de los condenados, en una secuencia que se destacaba por su tratamiento de la luz y el color. En el que se ha estrenado esta semana, un velero llevará un profético nombre que parte de una situación de juego de azar, que se trasladara a aquella vidente del mundo homérico a la que nadie creía.

Podemos entonces pensar a esta analogía como la continuación de aquel viaje de almas que sufren por haberse atrevido a cruzar una línea. Es esa línea la que Allen explora las situaciones en las que se verán atrapados y confundidos dos hermanos, de clase media baja, que deberán enfrentar sus imposiciones y apremios económicos. El primero, de oficio mecánico, de nombre Terry, entregado ciegamente a otro juego de azar: el poker, construyendo su mañana desde la ilusión de abrir una tienda de deportes. El segundo, Ian, proyectando su ascenso social y económico en megalómanas inversiones, con una imparable ambición, que se expande desproporcionadamente cuando se cruza en su camino una seductora actriz de teatro. Nuevamente el azar (o El Destino), si atendemos y podemos llegar a reconocer la profecía de Cassandra.

Se puede trazar un paralelo cercano entre el personaje de Ian, interpretado por Ewan McGregor, tan calculador y cínico como el que componía Jonathan Rhys Meyer en Matchpoint, film en el que, igualmente, intervenía el Azar. O Destino.

Ambos hermanos, urgidos por deudas, en el caso de Terry o por exigencias de roles impuestos, en el que compete a Ian, estarán ya con el velero adquirido, de nombre Cassandra's Dream, frente a situaciones de alto riesgo y de solución inmediata. El padre de ambos, al frente de un restaurant que ya no funciona como en otros tiempos, vive su propia crisis. El azar nuevamente, o el Destino, marcará un giro: el anuncio de la llegada de aquel tío que ha logrado amasar fortuna por sus hábiles negocios. En pocas horas más, el tan admirado tío Howard, tal vez el salvavidas para ambos hermanos, llegara desde China.

Figura quimérica, colocada en el orden del "deus ex-machina", el dios que volverá a restablecer un orden, el tío Howard, rol que cumple admirablemente Tom Wilkinson, descenderá de un avión, colmara de alegría a su hermana, la madre de Terry e Ian, y volverá a colocar en un lugar inferior al padre de ellos. Será el tío Howard el que alentara viejas expectativas, pero será también el mismo el que empujará a los hermanos, cuyos hechos posteriores los llevará a jugar sus nuevos roles bíblicos, a colocarse frente a una línea límite.

En una secuencia resuelta admirablemente desde un poder de complicidad familiar entendida desde los códigos mas abyectos, que se construye desde un movimiento circular de cámara, bajo un árbol, en una tarde lluviosa, tres personajes ahora, están enfrentados por el reproche, la recriminación, los interrogantes, el soborno.

Entre las resonancias bíblicas de pasajes del Antiguo Testamento y la atmósfera de tragedia griega, -recordemos aquel mirar al teatro clásico en Poderosa Afrodita del 95-, El sueño de Cassandra va elaborando un relato que nos llevará igualmente, como en Matchpoint a los planteos filosóficos y existenciales de Crimen y Castigo de Fiodor Dostoievsky, y que ya encontrábamos en una de sus obras mas aplaudidas, Crímenes y pecados.

Nuevamente el tío Howard, quien esta dispuesto a sellar un contrato que despertará a un mundo de situaciones ¿imprevisibles? El tan celebrado tío Howard, personaje que se comienza a nombrar desde el inicio del film, figura que "enorgullece" en un mundo de apariencias, nombre que se menciona a la hora de una conquista amorosa, mostrará una faceta que llevará a un progresivo derrumbe.

Ante todo esto, el nombre de la sacerdotisa, que emite sus vaticinios sin poder ser escuchada, vuelve a sobrevolar esta historia en la que hay secretos que no deben conocerse, informaciones que se deben silenciar para siempre.

En el espacio de un planteo fuertemente moral, que reconocemos en los films citados, Woody Allen arremete contra los espejismos de una sociedad que destruye los vínculos que hermanan, que desplaza a los sentimientos nobles, que los relega a un oscuro y despreciado rincón. Trágico es el derrotero des estos personajes quienes, por distintas acciones, se subirán a la nave de los condenados.

Desde una aparente fortaleza y seguridad los dos hermanos serán mostrados y seguidos en su más vulnerable fragilidad. Han aceptado un pacto mesfistotélico, han experimentado la duda pero se han atrevido, igualmente, y aun aceptando el horror, a cruzar la línea.

Woody Allen ha elegido, para este film que despierta cadencias hitchcokianas, al compositor Philip Glass para narrar una historia que tiene marcas atemporales, que nos lleva a los dominios de las penumbras de las tragedias de Shakespeare y que despierta a sus personajes en un velo de pesadillas. Vagarán insomnes, preferirán discursos que se enfrentaran hasta alcanzar una próxima travesía.

Nuevamente el velero, arrastrado por las voces oraculares de Casandra, cuyos vaticinios fueron juzgados como expresión de la locura.

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