CULTURA / ESPECTáCULOS › EN MILK, GUS VAN SANT RECREA PASADO Y PRESENTE
› Por Leandro Arteaga
Milk
EE.UU, 2008
Dirección: Gus Van Sant.
Guión: Dustin Lance Black.
Fotografía: Harris Savides.
Música: Danny Elfman.
Montaje: Elliot Graham.
Intérpretes: Sean Penn, Josh Brolin, Diego Luna, James Franco, Alison Pill, Emile Hirsch, Victor Garber.
Duración: 128 minutos.
Salas: Monumental, Showcase, Village.
10 (diez) puntos
Si hay algo que inmediatamente surge tras la visión del film gracias luego, y para siempre, a su recuerdo es la altura moral de Milk, sea tanto la del verdadero Harvey Milk (19301978) como la de su recreación cinematográfica. En una época presente donde ciertos contenidos y valores han pasado a ser objeto del olvido o asunto de museos alguna vez recorridos, la pregnancia ideológica, discursiva y, de nuevo, moral que contiene y ofrece el film de Gus Van Sant constituye un contraste saludable, bienvenido, festejable.
La traslación de la vida del activista y primer dirigente político estadounidense abiertamente declarado homosexual, se constituye fílmicamente como proclama ética, como apología de los derechos humanos, como postura que se enerva y políticamente se construye ante la diatriba reaccionaria de los sectores conservadores.
Milk es, además, otro de los grandes films de Gus Van Sant.
Afortunadamente lejos de la complacencia insólita que supusieron títulos como En busca del destino (1997) o Descubriendo a Forrester (2000), Milk continúa el periplo cinematográfico de, quizá, uno de los mejores realizadores actuales. Es más, podríamos situar a Milk dentro de la tematización que con sus últimos film (Elephant, Last Days, Paranoid Park), el director desarrolla acerca de la adolescencia y juventud norteamericanas. Porque Milk ocurre, justamente, dentro del marco social de los años '70, consecuencia de una década explosiva y anterior que encontró en los sectores jóvenes fuerzas de cambio.
Harvey Milk asume como uno de los supervisores de la ciudad de San Francisco en 1977, luego de continuas batallas políticas, más la compañía de una comunidad gay que irá cimentando un mismo proyecto. Milk es quien encausa el reclamo y lo guía socialmente. Gus Van Sant deconstruye su historia desde el racconto que ofrece el propio protagonista mientras graba sus memorias. El desenlace fatal que supone su asesinato, el director lo recrea desde movimientos de travelling que, mientras acompañan la figura del asesino, nos recuerdan el mismo clima sórdido de Elephant. Situación que nos permite encontrar rasgos de estilo narrativo más una contundencia discursiva cómplice por parte de ambos films.
El realizador no duda en recurrir a imágenes documentales que atraviesan y entrelazan la totalidad de Milk. Sea tanto para referenciar situaciones periodísticas concretas que complementan la tonalidad fotográfica del film, símil '70, como para también justificar la imposibilidad que supone dar piel a un personaje nefasto como el de la cantante Anita Bryant y su cruzada cristiana fundamentalista contra la homosexualidad.
Milk, el film, surge entonces como un prisma de época que se vuelve espejo actual. Reflejo que se atreve a mirar no sólo el realizador, sino también su primer y genial actor, aquí con una sensibilidad plena, de movimientos y gestualidad justos. Sean Penn es Harvey Milk. Y es por eso que uno celebra su gesta y admira sus discursos. Tanto como la calidad artística de su intérprete.
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