CULTURA / ESPECTáCULOS › EL ROSARINO OMAR SERRA ESCRIBIó LAYO, SOBRE LA TRAGEDIA PERDIDA DE SOFOCLES
El libro del actor y dramaturgo es una ficción de reconstrucción. Se trata de un ambicioso trabajo artesanal que a la vez abre otra perspectiva acerca del mito de Edipo. "Me tomé todas las licencias posibles", dice el artista.
› Por Beatriz Vignoli
Al fin sabremos los rosarinos por qué Edipo mató a su padre. La idea no podía ser mejor: "reconstruir" una tragedia perdida. El Layo de Omar Serra es una pieza conjetural ambiciosísima, donde se mezclan esquirlas de viejas traducciones de Sófocles con escenas más bien propias de una obra underground de los ochenta. La edición es artesanal, realizada por el propio autor, libro por libro, bajo el sello Anarco Ediciones. Los libros están forrados amorosamente en papel dorado y plateado, con fotos de tapa y contratapa que el propio autor tomó de la Esfinge de los bancos del bulevar Oroño, en Rosario. Vienen con un señalador de cordel. Los hace Serra a pedido; hay que llamarlo al celular (153 113456) o al 4541784. El catálogo de títulos es de colección: incluye, entre otras, a ¡Ij! de Fernando Noy, Extraño trío de De Clerambault, dos obras de Alejandra Pizarnik, dos de Serra y una de Batato Barea.
Omar Serra es actor, dramaturgo y puestista. Viene trabajando desde hace años en Rosario, según un programa de "hágalo usted mismo" que mantiene una alta coherencia ética y estética. Ha representado, entre otros, el papel de Próspero en La Tempestad, de Shakespeare, en una memorable puesta de Norberto Campos junto al río Paraná; en puesta propia, entre otros, hizo La voz humana de Jean Cocteau; la Eva de Copi; Los días felices de Samuel Beckett, y una pieza de su propia autoría basada en los diarios de la locura del juez Daniel Schreber, que inspiraron a autores como Freud, Deleuze y Guattari. Y sin divismo alguno, se llegó a la redacción de Rosario/12 en su bicicleta para traer un ejemplar de su precuela de Edipo Rey, un Layo que dará que hablar.
Cuenta Serra que "Sófocles presentó en el festival dionisíaco de Atenas una tetralogía, que estaba compuesta por Layo, Edipo Rey, Edipo en Colona y Antígona. Y a nosotros nos llegaron las tres restantes, pero la primera parte de la tetralogía se perdió, que era la historia de Layo; concretamente, el padre de Edipo. Sófocles escribió aproximadamente 130 tragedias, y nos llegaron 7. Y al mismo tiempo quedarían 112 obras fragmentadas, de las que no nos han llegado nada más que versos, renglones o palabras. Entonces yo conseguí este libro, los Fragmentos de Sófocles. Lo editó Gredos, una editorial española".
"Los fragmentos se presentan precedidos de un resumen que cuenta de qué se trata el mito en que se basó cada obra. Todo está tomado de fuentes griegas antiguas y de fuentes mitográficas. Yo busqué fragmentos del Layo. Lamentablemente, no están. Me leí todo el libro, varias veces, y se me ocurrió una idea fantástica, que fue la de usar fragmentos de otras obras que encajaban, precisamente, en el Layo. Entonces usé todos los fragmentos de otras obras que me parecía que tenían relación con el Layo. Y en base a eso, y a los datos mitográficos, la armé. Es una trama argumental conjetural. Y aquí está. Esta es lo que a mí me parece que debe haber sido el Layo. Agregué algunas cosas. Para el monólogo de Krisipo en el prólogo, recorté y apliqué el suicidio de Ayax en Ayax, una de las obras que nos han llegado completas. Krisipo, hijo del rey Pélops, vendría a ser uno de los personajes principales de la obra. Layo era el rey de Tebas. Hubo una revolución en Tebas, y él huyó al país vecino, a la patria del rey Pélops, quien le dio asilo en su país y hospedaje en su casa. Se cuenta que Layo recibió la maldición del rey Pélops porque violó a Krisipo, un chico de 14 ó 15 años. Y Krisipo se suicidó. Entonces el rey Pélops arrojó la maldición: Ojalá que mueras a manos de tus propios hijos. Esa es la maldición que pesa sobre Layo. ¡Que nosotros no la teníamos! Ahora se nos complica un poco el personaje de Edipo, tanto para el psicoanálisis como para la tetralogía. Edipo no sería el asesino de su padre, sino que sería el vengador".
El enfoque de Serra no toma en cuenta varios aspectos. Entre los antiguos griegos se consideraba como un grave crimen la traición a la hospitalidad, no la pedofilia. La versión de Serra actualiza peligrosamente esta trama al dejar tanto a los dioses como al vengador del lado de la plebe linchadora. Su texto agrava esos niveles de incorrección política al hacerle alegar a Layo, en su propio descargo, su propia pasión enceguecedora por Krisipo y el comportamiento provocador de su víctima. Este descargo tiene lugar en el contexto de un diálogo entre Layo y Epikasta (Yocasta). Ambos conversan en la recámara nupcial, preocupados porque no tienen hijos y porque la Esfinge se ha aposentado a las puertas de Tebas y está devorando a sus jóvenes. La falta de rigor histórico se complementa con la transgresión estética.
"Me tomé todas las licencias posibles", escribe Serra en el prólogo. "La obra no tiene la estructura ni la métrica de las tragedias tradicionales. Puse música contemporánea diversa: Strauss, Guastavino, Piazzolla y hasta un tango rock de la Bersuit". Consecuente con esta apropiación posmoderna del clásico, Serra añadió indicaciones de vestuario, sonido y voces en off que son anacronismos muy contemporáneos. Tampoco respetó la unidad de tiempo ni la de lugar, ni la de géneros (pasa de la tragedia al drama grotesco), ni la convención de la tragedia clásica por la cual el sexo y la violencia debían quedar fuera de escena. Irreverencia digna de celebrarse, ya que vuelve mucho más entretenida la puesta del texto, de animarse alguien a representarla. Sí es de lamentar que la obra carezca de rigor literario, porque los fragmentos están tomados de viejas versiones españolas cuyo traductor no se indica y que Serra transcribió textualmente, tratando esas traducciones ibéricas y algo obsoletas como si fueran originales: hubiera sido mucho más interesante una retraducción, algo no obstante imposible dado que el rosarino no tuvo acceso a los originales. Pero llenó los baches con la inspiración de su genio salvaje.
Un logro de Serra es la psicología de algunos personajes, Edipo especialmente. Los textos creados por Serra son de un estilo neobarroco extrañamente conciso, que contrasta con el arcaísmo reiterativo de las viejas versiones españolas ensambladas. Si bien el puzzle, patchwork, bricolage o Passagenwork le llevó dos años y para los criterios de la poesía contemporánea es más que digno como libro, en la puesta, no obstante, el arduo trabajo de montaje de Serra naufragaría en sus deliberadas inconsistencias de tono. El colmo de lo inverosímil es cuando la Esfinge pronuncia, además de sus enigmas, largos y banales parlamentos que destruyen su misterio. Sin embargo, el cierre es perfecto: Edipo adivina el acertijo y se casa con su madre por obra del destino fatal de la estirpe de los Labdácidas. Pese a sus grietas, el texto funciona e instala una pregunta: ¿no será nuestra mala interpretación del mito de Edipo, más todo lo que se derivó de ella para nuestra cultura, una tragedia en sí misma?
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